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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Adolf Jurásico

Adolf Hitler en 1931, a la salida de la sede del partido Nazi en Munich (Alemania).

Antonio Chumillas González

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Me flipa Parque Jurásico.

Ya está, ya lo he dicho.

La tengo en mi top diez de películas favoritas junto a '¿Qué fue de Baby Jane?' y 'Kill Bill' (volumen 1 & 2). A día de hoy, la secuencia en la que el jodido T-Rex rompe la valla de contención y ataca los coches me parece una de las mejores que ha dado el puñetero Steven Spielberg.

Esos 5 minutos de película están pensados para ponerte los huevos por corbata: la lluvia, el apagón eléctrico, los coches parados frente al recinto del Rex, el vaso temblando, la alambrada soltándose y, finalmente, la entrada del enorme dinosaurio y su potente rugido que, a día de hoy, me sigue erizando la piel.

Creo que el rugido del rex y un chupito de buen tequila están a la par en la escala de erizamiento capilar.

Cuando pienso en un ejemplo de buen cine, me viene esta película a la cabeza. No es para menos: Steven Spielberg es cine. Solo él podría compaginar el montaje de su parque de dinosaurios con ese oscuro relato en blanco y negro que es 'La lista de Schindler'.

Porque sí, amigos míos, ambos rodajes acabaron por solaparse y Steven hizo un auténtico ejercicio de maestría rodando la historia de Oskar Schindler por la mañana y montando las aventuras jurásicas del doctor Grant por la noche.

¿Resultado? Dos putas obras maestras.

Una sobre feroces dinosaurios y otra sobre feroces nazis.

Porque, como ocurre con todas las historias que hablan del Holocausto, uno no puede verla sin terminar odiando a los nazis. El propio Spielberg lo sabe: no hay mejor villano que los nazis. Desde su ideología xenófoba y clasista, pasando por una iconografía reconocible en todo el mundo y terminando por un líder carismático tanto en su discurso como en su forma. Ese bigotito, ese peinado graso y brillante cual lametón de vaca, esos movimientos enérgicos y esa voz aguda aunque contundente.

Si no existiesen los nazis, habría que inventarlos… pero no sabríamos. Igual que con las Kardashian.

De hecho, muchos de los villanos o enemigos del cine y la literatura no son más que una actualización del nazismo. El nazismo lo identificamos por tanto como el mal más puro y más organizado.

Con 'La lista de Schilder' ocurre lo mismo que pasa cuando ves 'El pianista' o 'La vida es bella', cuando lees 'Maus' o 'El niño con el pijama de rayas': acabas odiando a los nazis.

¡Es inevitable! Y, ¡qué cojones!, es sano. Es señal de que empatizas con el sufrimiento de otro ser humano.

Tampoco hace falta irse a la ficción: Violeta Friedman fue enviada junto a su familia a Auschwitz. Tenía solamente 14 años.

De toda su familia, solamente sobrevivieron Violeta y Ana, su hermana. Violeta Friedman, como muchas otras, vio toda su vida destruida por una ideología supremacista que destruyó todo en lo que creía.

En 1985, ya con 55 años a sus espaldas y viviendo en Madrid, Violeta leyó una entrevista en la revista 'Time' donde Léon Degrelle, exjefe de las SS, negaba el Holocausto y daba un poderoso discurso antisemita. A raíz de aquello, Violeta emprendería acciones legales y en 1991 (¡seis años después!) consiguió que el Tribunal Constitucional de España le diera la razón. Según la sentencia, Léon Degrelle había atentado contra el honor de Violeta Friedman, su familia y todas las víctimas de los campos de concentración.

Aquella decisión jurídica sentó un precedente y sería tenido en cuenta para la posterior reforma del Código Penal.

León Degrelle, como buen villano nazi, sabía que contar la verdad levantaría ampollas y haría que la gente le odiase. No hacía falta ningún discurso, ningún tipo de propaganda… Simplemente bastaba la verdad: hablar de los campos, de cómo trataban a los judíos, de lo hornos, de los miles que no salieron con vida…

¿Cuál era la mejor solución? Negar la realidad (negacionismo). Es un recurso bastante común entre los seguidores del nacionalsocialismo: el abogado José María Ruíz Puerta (Vox) fue líder de grupo neonazi CEDAE y escribió un artículo llamado 'Holocuento' para la Revista CEDAE donde terminaba con las siguientes palabras: “El Holocausto jamás tuvo lugar”.

Así es fácil captar a jóvenes, ¿verdad? ¡Adelante, amiguitos, neguemos los hechos más turbios de nuestra historia y digamos que todo es un gran invento de los malvados sionistas masónicos! Que la familia de Violeta y Ana Friedman murieron por… bueno, por un plato 'kosher' en mal estado.

Y ahora, tenemos que sumar el texto que ha distribuido la Fiscalía General del Estado donde da instrucciones sobre como interpretar el artículo 510 de nuestro Código Penal. Para quien no lo sepa es el artículo que regula y recoge las penas y sanciones por los llamados delitos de odio.

Según esta circular, “una agresión a una persona de ideología nazi, o la incitación al odio hacia tal colectivo, puede ser incluida en este tipo de delitos” y eso me lleva a las siguientes reflexiones: ¿el negacionismo no está perseguido en España pero el odio a la ideología nazi sí? ¿Qué limita o valida un discurso o expresión artística como discurso de odio? La historia de Violeta Friedman o de cualquier víctima de los campos de concentración con la que empatices y que te haga odiar a los nazis, ¿sería considerada como delito de odio?

'La lista de Schilder', 'Maus', 'El diario de Ana Frank', 'El pianista', 'La vida es bella', 'El niño con el pijama de rayas'… son películas (por tanto, discursos artísticos) que promueven ideas repulsivas y cargadas de desprecio hacia la ideología nazi. Por tanto, ¿pueden ser consideradas como “incitación al odio hacia tal colectivo”?

Si yo después de ver 'La lista de Schilder' terminase odiando a los nazis, ¿debería denunciar a Spielberg por incitación al odio o a los propios nazis por cometer el Holocausto?

Según la circular, ¿vamos a prohibir en los institutos la IIª Guerra Mundial porque es imposible hablar con objetividad a adolescentes sobre el holocausto? ¿La charla de ese profesor sería incluido como delito de odio si algún padre así lo considerase? Querida María José, ¿va usted a decirle a esos estudiantes mentalmente sanos que no deben de odiar a los nazis por meter a familias enteras en cámaras de gas?

Seré más franco: ¿se puede hablar del nazismo y de los campos de concentración sin sentir un mínimo desprecio y hasta odio por aquellos que lo perpetraron?

Si Violeta Friedman levantase la cabeza se avergonzaría de este proteccionismo al discurso nazi, un discurso basado en la segregación, xenofobia y apoyado en la muerte de miles de europeos que, según ustedes, no debemos odiar abiertamente porque sería un delito.

A este paso, el negacionismo será la única forma de abordar el nazismo.

Mientras tanto, yo disfrutaré de mis películas mientras intento verlas como lo que son: un ejercicio de ficción donde los nazis son simplemente los villanos.

Los mejores villanos que nadie pudo inventarse jamás.

Sin contar al T-Rex.

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