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Jornaleros inmigrantes en Murcia: “Hacemos el trabajo que nadie quiere hacer y no nos quieren ver, ni siquiera en las calles”

Jornalera en Los Nietos, en Cartagena (Murcia) / CARLOS TRENOR

Elisa Reche

Murcia —

La gasolinera de El Rollo en el barrio de El Carmen en Murcia se convierte por la mañana temprano en una empresa de contratación. Las furgonetas empiezan a desfilar a las 4.30 durante la madrugada, y continúan llegando hasta las siete de la mañana mientras recogen a decenas de personas, en su gran mayoría inmigrantes, para ir a trabajar al campo.

Masu, un maliense de 23 años sin papeles, lleva viniendo todas las mañanas durante los dos últimos meses sin éxito. “Cuando no tienes papeles es más difícil. No sé cómo voy a hacer para seguir pagando el alquiler”, dice con un gorro negro de lana calado hasta las orejas pese a que las temperaturas ya están alcanzando los 30 grados en Murcia.

A las ocho de la mañana la gasolinera vuelve a su ritmo normal de trabajo, como si nada hubiera sucedido, algo parecido a lo que sucede en la Región. “Hay un consenso regional para que sea una realidad excluida”, dice Andrés Pedreño, profesor de Sociología y diputado de Podemos. “He estado cuatro años en el Parlamento y se habla mucho de los agricultores. El héroe regional es el agricultor, pero de los que realmente curran, de esos no se habla. Cuando hay alguna furgoneta que se estrella aparecen reportajes de periódicos”, añade el investigador.

En abril de 2016 cinco marroquíes murieron en un accidente de la furgoneta en Lorca que les llevaba de Torre Pacheco a Águilas. Posteriormente se supo que el conductor también echaba el día como jornalero y que había trabajado todos los días de lunes a domingo la semana previa.

A principios de los noventa se produjo un cambio radical en el campo murciano y los trabajadores autóctonos fueron sustituidos por mano de obra inmigrante, sobre todo marroquí, quienes llegaron en primer lugar, y luego ecuatoriana, aunque también hay jornaleros del África subsahariana o Europa del Este.

Murcia, con un 14% de población extranjera, cuenta con una agricultura muy poco estacional que da trabajo casi los doce meses del año; eso hace que muchos inmigrantes prefieran vivir en la Región frente a otras zonas agrícolas del país. “Aquí hay una reserva de mano de obra barata instalada, los empresarios tienen mucha gente a la que acudir y pueden ofrecer condiciones salariales más bajas”, apunta Pedreño. La agricultura es fundamental en la economía de la Región y supone el 20 por ciento del PIB frente al 2,7 por ciento en el conjunto del país.

Las jornadas de los trabajadores del campo suelen consistir entre 13 y 15 horas diarias, incluyendo el transporte, puesto que muchas veces los jornaleros se tienen que desplazar hasta destinos como Albacete, Alicante o Granada. Además, se trabaja mayoritariamente a destajo, es decir, se paga por el número de piezas recogidas y no por horas -un trabajador puede recoger hasta 2.000 lechugas al día, mientras que la pieza se paga a 0,046 céntimos de euros-.

Nabil, quien coge el autobús en San Javier a las 4.30 de la mañana para recoger brócoli en Jumilla, denuncia que “si te quejas te dan una sanción y durante 15 días no puedes trabajar”. “En el campo no hay nada fácil. Cae el sol, la lluvia, el viento sobre ti. Nos obligaron a trabajar el 1 de mayo. Durante este mes de Ramadán seguimos trabajando a destajo y si llega un nuevo pedido tenemos que quedarnos más horas. A mí me gusta trabajar, pero con mis derechos”, apunta el marroquí de 35 años.

En la autovía que va de Murcia a Cartagena se divisan campos y más campos cubiertos por plásticos en su mayoría. También se ve el nuevo modo de trabajar de muchas empresas, las cuales montan una plataforma y mientras los jornaleros recogen y cortan la lechuga abajo, en la planta de arriba las mujeres las limpian, le colocan el fixo y las empaquetan directamente en las cajas de los supermercados extranjeros, de modo que el empresario se ahorra empaquetar el producto en el almacén.

“Los empresarios quieren enriquecerse a base de rapidez y del sudor de muchos sin parar para que no falte nada para los pedidos que vienen de fuera”, apunta Mustapha Ziani, líder del sindicato Alafa. “En Murcia hacemos el trabajo que nadie quiere hacer y nadie nos quiere ver, ni siquiera en las calles. Todo el tiempo escuchas por la calle que los moros vienen a robar o que vienen a vivir de las ayudas del gobierno”, dice Mustapha. “En Murcia ni siquiera se ve a un marroquí trabajando de cajero en el Mercadona o como conductor de autobús, como sí pasa en Francia”, añade.

“Ni democracia ni libertad sindical”

Ziani comprobó cómo los prejuicios y las presiones de los empresarios y de los sindicatos mayoritarios hicieran que de los 400 afiliados con los que contó en su fundación se pasara a los 40 actuales. “En el juicio en el que pedíamos la indemnización para los trabajadores de La Forja, el abogado de la empresa llegó a decir que Alafa tenía que ver con los atentados de Bruselas y París porque habíamos hecho dos huelgas y coincidían con las mismas fechas”, apunta el sindicalista.

“Aquí no hay democracia ni libertad sindical; quien habla o reivindica está despedido y nadie quiere saber nada ti. Las empresas quieren gente que no sepa hablar, que no sepa de convenios. Si no cotizan no pasa nada porque no saben lo que es una vida laboral. Las cosas van a peor, antes nos cotizaban todos los días”, añade el marroquí que vive en Pozo Estrecho.

“Cuando estás de ilegal es posible incluso no cobrar. Pasa mucho con las ETT en los trabajos de recogida de fruta, como el albaricoque o el melocotón, que se trabaja como mucho una semana o diez días. Ahí suelen utilizar mucha mano de obra ilegal y como van cambiando de finca es muy difícil que los pille la inspección de trabajo”, dice Mustafá Sadir, delegado sindical de CC.OO. en Torre Pacheco.

Pedreño apunta a la reforma laboral de 2012 como una de las causas principales para que las condiciones de los jornaleros hayan empeorado ya que “abre las puertas a las ETT y a los convenios de empresa para salir de la crisis devaluando los salarios”. “Eso en el campo se ve tremendo. Tenemos un 80% de los contratos que se hacen en el campo a través de ETT y ha vuelto el destajo. Se ha profundizado la precariedad del campo, que ya era alta”, añade. Murcia, además, es una región con un 20% del PIB con economía sumergida.

“En una comunidad de millón y medio de personas y con 600.000 trabajadores competimos en número de contratos firmados por ETT con comunidades que triplican tanto en número de habitantes como de trabajadores como Madrid y Cataluña y eso se debe fundamentalmente al campo”, apunta Santiago Navarro, secretario general de CC.OO. en la Región.

Navarro también señala que las empresas hortofrutícolas han multiplicado sus beneficios en los últimos años. “Antes compraban el producto a los agricultores, pero se han ido quedando con toda la producción, de modo que se han convertido en productoras y exportadoras al mismo tiempo desplazando a los agricultores pequeños, quienes han desaparecido en muchos sectores”, dice el líder de CC.OO.

Pedreño, cuya línea de investigación ha sido el campo de Murcia, explica que cuando se aprobó en España la primera Ley de Extranjería en 1985 a instancias de la Unión Europea casi no había inmigrantes, pero ya se pusieron las bases “para construir un trabajador vulnerable” por el principio de la preferencia nacional, es decir, que los inmigrantes podrán trabajar en aquellos mercados laborales que la mano de obra nacional no cubriera. “Desde el momento cero construimos al inmigrante como un trabajador precario, además de esa especie de racismo social que lo impregna todo”, señala el sociólogo.

“Vox ha ganado en los municipios con más presencia de inmigrantes, pero esto hay que matizarlo. En Torre Pacheco son plenamente conscientes de que sin la mano de obra no hubiera sido posible el milagro de la agricultura intensiva. Este voto lo que viene a decir es claro que queremos inmigrantes, pero sin derechos de ciudadanía, es decir, queremos un tipo de trabajador que no nos plantee exigencias frente a los derechos laborales, ni sociales”, dice Pedreño.

“Es impresentable que tengamos un partido político que se basa en el rechazo a los inmigrantes y que los inmigrantes en un porcentaje enorme no puedan votar contra ese partido que los ha convertido en enemigos. ¿Cómo no hemos avanzado en el derecho a votar? ”, añade el diputado de Podemos. Mustapha va más allá y se pregunta: “¿Como puede permitir el Gobierno que haya un partido como Vox que dice que los musulmanes se tienen que ir de España?”.

El gestor cultural Patricio Hernández ha dedicado el festival Mucho Más Mayo en la ciudad de Cartagena al lema `arte y hospitalidad´. “Si no trabajamos la cultura de la diversidad desde las instituciones y sólo permitimos que los inmigrantes sean trabajadores, sin reconocerles como sujeto social, entonces prosperarán estos discursos del odio y un día tendremos actitudes mucho más radicalizadas. Ahora exactamente estamos en esa batalla”, apunta Hernández.

Mustafá se muestra profundamente dolido con el hecho de que Vox haya quedado como primera fuerza política en Torre Pacheco en las elecciones generales. “Somos una realidad que quieren tapar. De hecho, los españoles no iban a aguantar los abusos de esa cultura empresarial del campo de Murcia”, denuncia.

“En el campo y en los almacenes pasan muchas cosas”

Otro tipo de acoso frecuente lo sufren las jornaleras o mujeres que trabajan en los almacenes envasando. “En el campo y en los almacenes pasan muchas cosas. Hay muchas mujeres que se ven débiles y hacen lo que les pide el encargado porque si no pueden perder el trabajo y no les queda otra”, dice Amina, marroquí de 29 años.

Ella mismo tuvo que poner una denuncia el pasado octubre a su encargado español quien empezó a acosarla mientras se dedicaba a su trabajo de recoger y empaquetar en tarrina la uva. Amina pidió la baja después de que intentara abordarla sexualmente. Habló con la empresa y no le ofrecieron respuesta alguna.

El encargado siguió mandándole mensajes por messenger en los que le ofrecía dinero por acostarse con él. “¿Es que cobras más? Mi oferta sigue en pie. Me interesa ser uno de tus clientes”, le escribió en uno de ellos, a pesar de que conocía a su marido, quien incluso en una ocasión le había recogido de madrugada en el hospital tras una urgencia. “Lo pasé muy mal”, asegura Amina, quien en la actualidad está haciendo un curso de auxiliar administrativa.

El pasado jueves una mujer paraguaya que trabajaba en el campo presentó una denuncia a la Guardia Civil de Archena por una grave agresión sexual que se encuentra bajo investigación, informó la Cadena SER. La chica relató a los agentes que su encargado la había llevado a un descampado y “la forzó para poder mantener relaciones sexuales con penetración”.

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