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Sobre este blog

eldiario.es presenta 'Operación Chanquete', novela veraniega por entregas escrita por Isaac Rosa e ilustrada por Manel Fontdevila. Una mirada crítica a la nostalgia y la mitificación de los años ochenta, protagonizada por un misterioso grupo de jóvenes activistas, que con sus espectaculares acciones denuncian la falta de futuro. Una historia de intriga y humor llena de precarios, submileuristas, becarios y gente que no se ha enterado de que la crisis ya pasó.

Si los camareros hablasen

chanquete

Isaac Rosa / Manel Fontdevila

Reconocí enseguida el paisaje, lo he visto muchas veces: una montaña junto a la costa, tras la que asoma el sol del amanecer, enrojeciendo el cielo. Hay palmeras en primer plano. Tremola unos segundos la orquesta, hasta que aparece el rótulo de “Televisión Española presenta…”, y en seguida las imágenes aéreas de la playa, suena el “tiruriruriru” que todos hemos silbado alguna vez, y ahí están todos: Chanquete con el acordeón, Julia con cara de buenaza, la pandilla en bicicleta, primeros planos de Bea y Desi riendo, Javi soltándose de manos, Pancho con los pies en el manillar, Piraña comiéndose un polo mientras pedalea…

¿En serio me habían llevado a comisaría para ver un capítulo de “Verano azul”? Miré a la mujer policía que estaba de pie a mi espalda, y me hizo un gesto de paciencia.

Me habían conducido en un coche sin distintivos policiales, desde la tienda de fotografía del chino hasta una comisaría grande, un complejo con varios edificios. Me insistieron en que estuviese tranquila, no me encontraba detenida ni nada parecido, solo querían hacerme unas preguntas. Yo tuve una primera reacción peliculera de “quiero hablar con mi abogado”, pero no tengo abogado, así que me conformaba con llamar a la redacción, o a mis padres.

-Tu jefe nos espera en la comisaría –me tranquilizó el hombre, que conducía.

Y en efecto, allí estaba el subdirector del periódico, con el que apenas había intercambiado un par de frases en los pocos días que llevaba en prácticas, pero que me sonrió y me aseguró que no pasaba nada. Nos hicieron pasar a un despacho, nos invitaron a sentarnos. Sobre la mesa estaba mi VHS, y una copia en DVD que la mujer policía metió en un ordenador.

-El dueño de la tienda nos avisó cuando vio lo que contenía. Sucede a menudo, no os imagináis las cosas que pasan por sus manos…

Al principio la grabación mostraba lo que prometía en la pegatina: un capítulo de “Verano azul”. El amanecer, la música, los protagonistas, la costa de Nerja… Pero tras la cabecera no empezó ninguna aventura de la simpática pandilla en sus míticas vacaciones, sino que la imagen se cortó y comenzó una película muy distinta.

Los policías y mi subdirector ya habían visto antes el vídeo, no se sorprendieron como yo. La imagen era de mala calidad, algo desenfocada y movida, tardé unos segundos en reconocer a los dos hombres que aparecían en pantalla. Sentados a una mesa de comer, en mangas de camisa, con varias personas más alrededor pero el plano se centraba en ellos dos, que hablaban relajados, sonrientes.

-Anda, los han pillado juntos –dije, pues ahí estaba la imagen más esquiva y más buscada de los últimos meses: el líder de Ciudadanos y el líder de Vox sentados a la misma mesa, juntos, después de que el primero hubiese negado una y otra vez que fuesen a reunirse. Y lo habían hecho en secreto, eso sugería la grabación, claramente realizada sin su consentimiento, una cámara oculta de alguien que se movía alrededor de la mesa. Solo había imagen, no tenía sonido, movían la boca pero no podíamos escuchar su conversación.

Mi primera reacción fue de satisfacción: alguien había grabado el encuentro y me había elegido a mí para publicarlo. ¡Mi primera exclusiva! No estaba mal para llevar menos de una semana de prácticas. Pero en seguida llegó el mosqueo: ¿una simple grabación de cámara oculta justificaba que me llevasen a comisaría y avisasen a mi jefe?

-Espera, hay más –dijo la mujer, como si me leyese el pensamiento.

La grabación de los dos líderes, el naranja y el verde, reunidos clandestinamente, se interrumpió después de un par de minutos, y fueron otros los que aparecieron en pantalla. Los reconocí también: tres portavoces parlamentarios, de tres partidos diferentes, comiendo juntos en una mesa que no era la anterior. Uno debía de estar contando una cosa muy graciosa, los otros dos se partían de risa. Fueron solo unos segundos, y apareció otra grabación, esta vez de un exministro cuyo nombre tenía en la punta de la lengua, y una ex presidenta autonómica de su mismo partido. Como los anteriores, sentados a una mesa, ahora tomando café y hablando sin que oyésemos sus voces.

Durante varios minutos, el vídeo fue mostrando sucesivos cortes, todos muy similares: mesas de restaurante, y en torno a ella diputados, ministros, un director de periódico, la presentadora de una tertulia televisiva, varios empresarios, un ex presidente de Gobierno, jefes de prensa, directores generales o secretarios de Estado que yo no identificaba pero que mi subdirector iba nombrando según aparecían, así más de cincuenta o sesenta protagonistas, algunos repetidos en varias grabaciones, todos comiendo o tomando una copa, algunos sorprendentemente amigables teniendo en cuenta su rivalidad política, todos hablando relajadamente sin que escuchásemos sus conversaciones.

-¿De qué va esto? –pregunté.

-Eso nos gustaría saber –dijo la mujer policía.

-¿Alguien se ha dedicado a grabar comidas en un restaurante cerca del Congreso?

-No creemos que las haya hecho una sola persona. No son en el mismo lugar, hemos identificado reservados de al menos seis restaurantes diferentes.

-¿Reservados? –pregunté, y fue mi subdirector quien me explicó:

-Sí, comedores reservados. Salas privadas. Las suelen usar para reuniones discretas, o directamente secretas, a salvo de curiosos… y de periodistas.

-Entonces tenía que ser uno de los comensales quien los grabase –aventuré.

-Frío, frío –sonrió la policía, y señaló a la pantalla-. Si os fijáis, la cámara va y viene alrededor de la mesa, nunca está quieta.

-Un camarero –resolvió mi subdirector.

-Así es –confirmó ella-. Son los camareros los que graban mientras sirven. Quizás podríamos averiguar la fecha y lugar de cada comida, ver quién estaba de turno ese día, interrogar a los trabajadores…, pero la pregunta no es quién, sino por qué. Para qué han grabado todo este material, que sin sonido no tiene ningún valor…

-¿Para que los grabados sepan que no están a salvo ni en un reservado? –propuse.

-Siempre lo he dicho –contó mi jefe-: si los camareros hablasen, nos íbamos a enterar de lo que de verdad se cuece en este país. Durante años se ha negociado todo lo importante en reservados de restaurantes. Desde los artículos de la Constitución hasta las enmiendas a los presupuestos o los apoyos de la última investidura, pasando por cambios de directores en medios, y por supuesto asuntos turbios o directamente ilegales. En esos comedores se han repartido lo mismo alcaldías y partidas presupuestarias, que contratos de obra pública y comisiones. ¿Os acordáis el año pasado, cuando Rajoy perdió la moción de censura? Mientras el Congreso debatía, él estuvo ocho horas encerrado con su gente en el reservado de un restaurante, en plan “El hundimiento”. El reservado ha sido siempre el búnker de la clase política y empresarial, su zona de sombra. ¡Hasta pueden fumar ahí dentro! Te sientes tan seguro, hablas con tanta despreocupación, que dejas de ver a los camareros como seres vivos con orejas y cerebro.

-Como seres vivos que pueden llevar una cámara escondida –añadí-. La conspiración de los camareros, suena bien.

-Vamos a hacer un trato –concluyó la mujer policía, que parecía estar al mando, su compañero apenas abrió la boca-. Os voy a dar una copia pero solo con los primeros minutos, la reunión secreta de esos dos. Es lo único con interés informativo y, si no la publicáis vosotros, se la acabarán enviando a otro medio. Todo lo demás nos lo quedamos, no es publicable y vamos a investigarlo. A cambio de la grabación, nos avisaréis cuando os llegue otro envío. Porque sospecho que esto es solo el principio.

Y nos entregó su tarjeta: Elvira Velasco, inspectora del Cuerpo Nacional de Policía.

Así fue como unas horas después publiqué mi primera exclusiva, que todos recordáis, pues en un primer momento pareció la bomba del verano: las imágenes de la cita secreta entre los dos dirigentes políticos, que a partir de entonces normalizaron su relación y se dejaron de remilgos.

Pero la bomba se quedó en petardillo, por todo lo que saldría después. Y es que la policía tenía razón, aquello era solo el principio. Al día siguiente me encontré un nuevo paquete sobre mi mesa. A mi nombre, y sin remite. ¿Otro VHS?

Tercer episodio: El final de la cuenta atrás

Tercer episodio: El final de la cuenta atrás

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