El caos de medidas de la Navidad
Me intento meter en la piel de cualquier ciudadano que no sea médico, ni epidemiólogo, ni político y pienso qué estaría preguntándome y haciendo ante tanta información, incomprensible, cambiante y, sobre todo, contradictoria.
Es cierto que esta pandemia se ha caracterizado porque, inicialmente, no se conocía nada del comportamiento de virus, ni de su sintomatología, ni tratamiento y que los políticos han tratado de transmitir certezas donde no las había. Pero, desde la desescalada, en la que el gobierno pasó la responsabilidad de la gestión a las comunidades autónomas (CCAA), el caos de mensajes ha ido creciendo hasta llegar a esta semana en que, con el eslogan previo de “salvar la Navidad” e intentar buscar fórmulas para que las familias se puedan reunir, ha alcanzado un nivel de confusión difícilmente asumible para la ciudadanía.
Todo el mundo sabe lo que hay que hacer, pues hagámoslo independientemente de la confusión que nos llegue de distintas partes. Pensemos en positivo, en que esta Navidad será diferente. Que, aunque muchos no podamos reunirnos con nuestros seres queridos, eso no va a matar a nadie y que habrá otras navidades y otras fiestas que celebrar si hacemos lo que tenemos que hacer.
Hasta que podamos estar todos vacunados, evitemos las aglomeraciones, las reuniones en sitios cerrados tanto de familiares como de amigos, usemos la mascarilla, continuemos con el lavado de manos y permanezcamos lo más posible en casa. No podemos bajar la guardia todavía, no mal utilicemos los recursos sanitarios y llegaremos a la vacunación en las mejores condiciones.
En este momento hay tres frentes de confusión abiertos: las restricciones de movilidad y socialización del periodo navideño, el uso de los test rápidos y las vacunas.
A cuatro días de la Nochebuena todavía hay gente que no sabe si va a poder viajar, incluso cuando sus familiares residan en la misma comunidad y mucho menos si lo hacen en comunidades diferentes, si va a poder reunirse, si el toque de queda se va a mantener (con horario acortado o alargado), si las reuniones pueden ser de 6 o 10 personas, solo convivientes, solo dos grupos de 2 convivientes, sin contar niños hasta 10 años o hasta 14, con confinamientos perimetrales que se levantan del 23 al 26, o que se mantienen hasta el día 15 de enero, permitiendo entradas y salidas para las reuniones familiares, estudiantes o trabajo, etc. Las Navidades en nuestro país se caracterizan por la movilidad entre ciudades y autonomías para reunirse con familiares y amigos y el mensaje del Ministro de Sanidad “pueden moverse, pero quédense en casa” no es nada coherente.
El viernes 18 de diciembre Sanidad notificó 11.815 contagios nuevos de coronavirus y 149 fallecidos más que el jueves, con una incidencia acumulada (IA) de 214/100.000 habitantes, 14 mas que el día anterior, que ha ido aumentando ligeramente en los últimos días, y que aumentará más debido al impacto de la movilidad y aglomeraciones durante el black friday y el puente del 8 de diciembre. Algunas comunidades autónomas han aumentado ya las restricciones, pero otras están esperando a ver como evoluciona la IA en su territorio, puesto que el interterritorial del día 16 ha permitido que las comunidades tomen sus propias decisiones al respecto y endurezcan las medidas si lo consideran necesario. El plan de toque de queda a las 01:30 horas para Nochebuena y Nochevieja, reuniones de 10 personas y visitas permitidas de familiares y allegados en Navidad no ha durado ni una semana.
El segundo punto de confusión es el uso de los test de autodiagnóstico. No se pueden entender tantas discusiones para decidir si los test rápidos podían despacharse o no en las farmacias con receta médica para, finalmente, recomendar a los profesionales sanitarios, menos de una semana después, que no los receten. Son test de autodiagnóstico, pero el Ministerio de Sanidad solo permite que se dispensen con receta médica y que sean realizados por personal sanitario. El ministro Salvador Illa decía el 16 de diciembre en rueda de prensa que “estos test pueden llevar a confusión y dar una falsa idea de protección. Quien piense que por hacerse una prueba de autodiagnóstico puede pasar las Navidades más tranquilamente se autoengaña. Lo que hay que hacer es quedarse en casa. Estos test no son adecuados, necesitan prescripción médica pero se recomienda que no se receten”. O son adecuados y se debe recetar o no lo son y no se deben recetar, pero ambas opciones dichas de esa manera son incompatibles.
El ministro tiene razón en sus últimas afirmaciones, los test que detectan anticuerpos, indican que se ha estado en contacto con el virus, pero no si el virus está presente o si la persona tiene capacidad infectiva, y los test rápidos de antígenos detectan si el virus está presente, pero son muy poco fiables en asintomáticos. Por lo tanto, son útiles en ciertas circunstancias por su rapidez, pero no son la panacea que han querido transmitir algunas CCAA, como la Comunidad de Madrid, utilizándolos en sustitución de las PCR. Son muy útiles para medir el nivel de seroprevalencia de la población, pero no para prevenir los contagios. Ese mensaje claro y conciso es el que tendría que transmitirse y haberse transmitido desde el principio a la población.
Las características de los test rápidos se conocen desde antes de que estuvieran disponibles en el mercado y habría sido mas fácil y coherente haber mantenido su uso para lo que sirven en realidad. Se hubiera ahorrado un gran número de discusiones, gasto de las farmacias, expectativas en la ciudadanía y se habría transmitido una imagen de coherencia y de saber qué es lo que se está haciendo, en vez de aumentar el caos de gobernanza que domina en este momento.
Respecto a las vacunas, Salvador Illa anuncia que probablemente hará falta una tercera dosis en el año 2022 mientras que Pedro Sánchez sigue transmitiendo mensajes que crean grandes expectativas en la ciudadanía y lleva a que se relajen las medidas. “Somos uno de los países con mejores datos y estamos al final de la pandemia”; “Se ve la luz al final del túnel, pero todo va a depender del comportamiento de cada uno”. Lo más probable es que solamente tenga razón en la última frase. “Todo va a depender del comportamiento de cada uno” porque no se ve el final del túnel ni nuestros datos son para lanzar las campanas al vuelo. Las vacunas van a contribuir al control de la pandemia, pero esto no se va a lograr ni en un mes ni dos y todavía existen muchas dudas sobre su comportamiento y eficacia. No ha habido tiempo de llevar a cabo la última fase de vacunación masiva en distintas edades y en pacientes con patologías previas. Serán seguras, pero se necesita tiempo para que pueda considerarse que la pandemia está controlada. Aunque pueda ser verdad que haya que poner una tercera dosis en 2022, ni había ninguna necesidad ni era el momento de transmitirlo y aumentar el desasosiego y la intranquilidad frente a la seguridad. El optimismo de Pedro Sánchez contribuye a fomentar la irresponsabilidad de los ciudadanos.
Hay una clara falta de gobernabilidad a nivel nacional, no puede decirse que “hay una sola Navidad y no 17” cuando cada CCAA está aplicando medidas diferentes ante situaciones similares. La Navidad es una pero hay 17 formas de gestionarla.
Los ciudadanos están cansados, decepcionados y han decidido saltarse parte de las normas. No hay más que ver las aglomeraciones en calles, comercios y mercados. “Salvemos la Navidad”. La irresponsabilidad política y ciudadana y la falta de medidas más restrictivas que veníamos reclamado todos los epidemiólogos desde el mes de octubre ante la escalada de la IA nos han llevado una vez más al punto donde estamos ahora y nos llevará a una tercera ola en el mes de enero, añadiendo más frustración a la existente, perjudicando a la economía, saturando los sistemas sanitarios y sin haber podido celebrar la Navidad como se nos venía prometiendo. Además el aumento de la IA va a complicar la campaña de vacunación porque no se puede poner la primera dosis en personas infectadas o con sintomatología de COVID. A todo esto se unirá el aumento del número de enfermos, que necesitará más personal sanitario, y que obligará a derivar otras funciones. Sin contar con que el número de contagios entre los sanitarios también aumentará. El mensaje debería ser el siguiente: “la vacuna nos abre una puerta para controlar la pandemia, pero mientras esto ocurra hay que seguir manteniendo las medidas de seguridad”.
A Casado le gustaría que Sánchez se comportara como Angela Merkel, a mí también me gustaría que el país, y sobre todo los políticos y el Parlamento funcionaran como los alemanes, donde las diferencias entre los partidos y los “Länders” se dirimen internamente y lo que se transmite a la ciudadanía son medidas claras, acordadas y únicas, aunque no todos estén de acuerdo. Vergüenza da oír a nuestro Congreso tirándose los trastos a la cabeza desde el principio de la pandemia en lugar de remar todos en la misma dirección. Pretenden que los ciudadanos sigan unánimemente unas medidas en las que ellos son incapaces de ponerse de acuerdo.
España necesita que el Gobierno asuma su responsabilidad, que el Consejo Interterritorial acuerde medidas para todas las autonomías, que los presidentes autonómicos se responsabilicen a llevarlas a cabo y que los ciudadanos se mentalicen de que el vencer al virus está en sus manos. Se ha repetido hasta la saciedad que el virus no entiende de fronteras, ni clases ni de partidos políticos, pero seguimos pensando que esas cosas no van con nosotros. Los mensajes siguen siendo los mismos desde el principio de la pandemia: distanciamiento, mascarillas y lavado de manos hasta que todos estemos inmunizados. Hagámoslo, felicitémonos las Navidades telemáticamente y habremos ganado una pequeña batalla en la prevención de la tercera ola y del control de la pandemia.
2