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Las dos caras de Casado

Pablo Casado y Santiago Abascal

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Vox se escindió del PP: la ultra derecha española ha formado siempre parte de esa familia autodenominada con el eufemismo de conservadora. Decir que eres conservador suena moderado, prudente, incluso tolerante. Resulta aceptable decir que eres conservador, mientras que, en términos generales, a nadie se le ocurre decir de sí mismo que es un ultra. Así, el PP vendió durante años la moto del conservadurismo, aunque en sus filas se agazapaba el bulldozer del fascismo. Cuando procedieron a la separación nominal, Vox se quedó con el trabajo sucio, el que se ejerce sin complejines, para que el PP pudiera seguir con la pantomima de la derecha centrada, de la derecha centrista, del centro derecha. Esa pantomima. Pero la familia es la familia, el adn no te lo quita nadie. Vox y el PP, dos caras de la misma moneda, lo acreditan a diario.

El adn del PP y de Vox queda marcado, como en un sudario, en la bandera rojigualda a la que unos y otros han ido poniéndole y quitándole el aguilucho franquista, aunque cuando ambas formaciones coinciden en sitios como la plaza de Colón, el aguilucho se alza y va posándose de tela en tela sin hacer muchos distingos. Cualquier pendón es casa. Es un adn con forma de corona, como un virus, aunque si los primos ultras se exaltan, Felipe pasa a ser Felpudo; a fin de cuentas los jaleó Isabel, pariente de la rama de los Ayuso y también de los Aguirre, como Abascal con su cólera de dios. Es un adn que apela a la Constitución, aunque entendida más como arma de destrucción masiva de ciudadanía que como carta magna que establece los derechos y obligaciones de esa ciudadanía. En el adn del PP y de Vox está España, mucho España, aunque tengas que diezmar España si se trata de llenar los bolsillos de la familia o de perjudicar a tus oponentes políticos.

Esto último ha intentado Pablo Casado en Bruselas, donde acusó al Ejecutivo español de “mentir” a la Unión Europea para recibir “sin condicionalidad” los fondos europeos de reconstrucción. Dijo que Pedro Sánchez “tiene dos caras”, probablemente porque cree el ladrón que todos son de su condición. Con tal de desprestigiar al Gobierno, el mucho patriota Casado prefiere que España se quede sin ese dinero. En la hipótesis de que hubiera triunfado su boicot, lo habrían celebrado Vox y el PP, envueltos en la bandera de su nacionalismo rojigualda.

En estos días en que se reivindican y celebran los derechos de las personas LGTBIQ+ todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza con la homofobia fascista de Viktor Orbán. Pero conviene recordar que hace pocas semanas Santiago Abascal no solo se reunió con él en Budapest sino que lo señaló como un ejemplo para España. Nada nuevo bajo el cara al sol: cuando Vox aún se llamaba PP, su partido llevó al Tribunal Constitucional la ley del matrimonio igualitario, aunque como en esto también tienen dos caras algunos de los suyos se casaron después con esa misma ley. Escandaliza que Orbán prohíba hablar de homosexualidad en las escuelas húngaras, siendo lo mismo que defienden Vox y el PP cuando impulsan en Murcia el pin parental. Escandaliza que la UEFA vete la bandera arcoíris del Orgullo LGTBIQ+, cuando el Ayuntamiento de Madrid, que es del PP con el apoyo de Vox, está vetando lo mismo y el año pasado Vox presentó denuncias en las delegaciones del Gobierno de aquellos ayuntamientos que la colgaron.

El PP y Vox son dos caras de la misma moneda, ya sea la del falso patriotismo o la de explícita homofobia. Es la misma familia. Así como lo dejó patente Abascal en Budapest, lo ha dejado Casado en Bruselas. Pero viva España.

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