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Josema Yuste y la soberana gilipollez

"España en tu balcón": el PP lanza una campaña animando a colgar la bandera

Montero Glez

Es evidente que hay chistosos que detestan los chistes. Cuando los cuentan, solo hacen gracia a tipos sin sentido del humor alguno. Uno de esos chistosos es Josema Yuste, al que bien podemos definir como gracioso sin gracia.

Durante mucho tiempo, sus gracietas formaron parte de la caja tonta. Era como si en los televisores que se vendían entonces, además de tubo de rayos catódicos, válvulas y cableado, viniesen incorporadas las parodias de Martes y trece, dúo de humoristas que no podían faltar en nuestros hogares por navidad.

Con chistes de poca gracia se mofaban de las amas de casa, de los parados y de las mujeres maltratadas. Pero, claro, eran otros tiempos; los tiempos de En-car-na y la empanadilla de Móstoles, los tiempos en los que al pueblo llano se le entretenía con un humor simplón, manejando sketches de esos donde el talento escaseaba mientras nos la metían por la OTAN; de entrada.

Treinta y tantos años después, el más ganso de los integrantes de este pésimo dúo de humoristas viene a manifestarse como todo un hombre de orden. Sus declaraciones así lo evidenciaron cuando dijo sentirse ofendido por la broma que se gastó Dani Mateo al ir a sonarse la mocarra con la bandera de los fachas. Sí, de los fachas.

Porque la bandera rojigualda se corresponde con la misma enseña que ondeó el ejército sublevado cuando se dispuso a masacrar al pueblo. La otra bandera, la legítima, es la bandera tricolor; la misma bandera que bañaron en sangre los fachas con los que Josema Yuste simpatiza; esa gente sin sentido del humor que fuerzan la sonrisa como si la tuvieran enlatada mientras posan para una foto con sus delantales, en un bar donde se hace apología del franquismo.

Por lo dicho, los que se ofenden por sentir su símbolo mancillado, más que ofenderse por ser españoles, se ofenden porque son fachas y les da vergüenza reconocerlo. Josema Yuste es uno de ellos. Su simpleza es propia del que se pone cara al sol por ver mejor la oscuridad.

No sé si me explico pero, por si acaso... En-car-na, como estaba yo precisamente friendo la empanadilla pa mis hijos que están en la mili, no sea que me se quemen y en ese plan, feliz año nuevo 1986, que la gracieta queda servida en la tele pública, pagada por todos.

Ahora, visto desde la lejanía que traen los años, es posible exclamar ¡Qué poco arte y qué poca gracia tenían los Martes y trece!

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