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Lapidamos porque molamos*

Traslado al juzgado del autor confeso del asesinato de Diana Quer

Elisa Beni

Hoy escribo sobre los que alivian su conciencia lapidando a otros. Escribo sobre los que tienen como única forma de sentirse limpios, el constatar que hay otros infinitamente más sucios que ellos. Escribo para los que escupen venganza y rabia y después se sientan en un escalón más alto, porque no conocen otra forma de elevarse. Escribo sobre los que nos alejan de la civilidad y nos sumergen en el oscuro pasado, sólo para intentar sentirse, por una vez, mejores.

Y voy a poder escribir de todo ello gracias a los fragmentos de realidad que me traen cada día muchos compañeros a algunos de los cuales han denostado de forma global llamándoles carroñeros. No es ese el tema de hoy, pero sí puede serlo reflexionar sobre que los datos son más o menos relevantes según el uso que hagamos de ellos. Un dato siempre nos permitirá una reflexión. Critican desde la emoción el supuesto exceso de datos sobre el horrible crimen de Diana Quer. Veamos si puede ser o no relevante. Insisto, de todo se puede extraer savia. Las emociones a veces no son sólo un síntoma individual sino un espejo social.

Estos días supe, de su propia boca a través de la entrevista de una compañera, que la hermana de Abuín -no termino de encajar lo de despersonalizar al acusado con un mote- ha sido despedida del bar en que trabajaba. Han alegado que no pasó el periodo de prueba pero ella, su empleador y nosotros sabemos que lo hicieron porque es la hermana del monstruo. Es ilegal pero es así como sucede. Una mujer, que junto a su desgracia, se queda sin ingresos y que hace una gira por las televisiones explicando que ella quiere lo peor para su hermano, que su hermano es lo peor. Distanciándose de él. Marcando el abismo que les separa.

Créanme si les digo que estoy segura de que esta mujer está aplicándose esta forma medieval de expiación para lograr frenar las consecuencias que la conducta de su hermano ya le está produciendo. En un siglo en el que es evidente que ni moral ni legalmente nadie responde por las conductas ajenas, una fuerte presión social le obliga a desmarcarse para obtener la absolución del pueblo.

A la hija de Abuín, una víctima indirecta a la que también le han matado la inocencia, la hostigan y persiguen en su cuenta de Facebook y otras redes sociales. Como a su tía y a su madre. En la puerta de su casa ha aparecido una pintada que reza “Puta encubridora”, “Fuera de Taragoña”. Ya echaron a su otra tía. La echaron cuando no creyeron su denuncia de violación y la acusaron de querer llamar la atención o de haber sido ella la buscona que quería de su cuñado. La echaron. Los mismos bienpensantes vecinos que ahora la compadecen y aborrecen del presunto y pretenden purgar sus pequeñas maldades hostigando a los que creen culpables de haber convivido con un monstruo al que protegieron.

La misma sociedad que la noche en la que todo apunta a que Abuín se intentó llevar a otra chica, no abrió ni un postigo ante los gritos de socorro de la víctima. Me lo contaron los dos muchachos que sí corrieron hacia el lugar y que con su presencia lograron que huyera el delincuente y poder rescatar y auxiliar a la chica. En esa calle hay muchas viviendas. A ese lugar dan decenas de ventanas de casas habitadas. Tuvieron que oír los gritos que ellos escucharon desde el final de la calle. No hicieron nada. Muchos de ellos formarán parte de la turba castigadora que persigue a la familia del investigado. Ahora se sienten mejores que él. Aquel día no quisieron ser mejores que nadie.

La Edad Media cabalga. El escarnio público se aplica, no ya a los que pudieron hacer el mal, sino a los que la Justicia no les reclama nada. Ya no ponen corazas, ya no empluman, ya no desnudan a las mujeres de 9 a 12 en la plaza pública. No las rapan tras darles aceite de ricino para sacarlas a pasear su humillación, como hicieron con las republicanas. No. Ahora escriben en Twitter y Facebook y hacen declaraciones a las televisiones. Se sienten buenos. Se sienten limpios. Se sienten mejores.

La misma dinámica que se produce en las cárceles. Hay presos marcados. Presos inmundos para los propios presos. Presos cuyos delitos les hacen ser la escoria de la prisión. Los pederastas. Los asesinos sexuales. Los violadores. La ley de la cárcel. Los asesinos, los corruptos, los ladrones, los atracadores. Todos se sienten un poco mejores. No tienen otra forma.

Ya han visto que ninguna información es inútil o innecesaria si uno aplica la chispa adecuada. Como sucede con la declaración del letrado del propio José Enrique Abuín, que lleva días prometiendo que dejará el caso si la autopsia confirma la agresión sexual. Otro que quiere obtener una absolución social que no es necesaria. El abogado está así actuando contra los intereses de su patrocinado y mermando su derecho a la presunción de inocencia. Cualquier prueba puede ser cuestionada por la parte en juicio. El abogado de Abuín va diciendo a todo el que quiere oírle que, si ese es el resultado de la autopsia, él lo da ya por hecho probado. No le hace falta. Podría dejar la defensa si lo deseara sin explicar los motivos, como suelen hacer por respeto y ética los demás letrados. No, parece buscar esa especie de perdón de una sociedad que ha llegado a criminalizar a los abogados en función de sus clientes. Hay muchos casos. Y todo esto no lo digo yo, sino el propio Colegio al que pertenece el letrado que ha mostrado su crítica en un comunicado de su junta de Gobierno.

Como escribía anteayer Rabtan, un asesino múltiple, un violador en serie, incluso decenas de ellos, son un problema minúsculo comparados con un estado totalitario. O con una sociedad que no ha entendido que nuestra fortaleza comenzó con nuestra renuncia a la venganza en la figura del Estado de Derecho, añado yo.

Escribo para los que creen que linchar, mola. Escribo para los que creen que aullar clamando venganza les hace mejores. Escribo para demasiados y me entenderán demasiado pocos.

*Estrofa de la nueva canción de Bunbury Lugares comunes, frases hechas

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