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El Madrid de Ayuso, un peligro real

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Fue una sesión delirante la del jueves en la Asamblea de Madrid. Había que hablar de la salud y las medidas contra la pandemia. Había que confrontar desde el PP con el Gobierno de España. Pero, por encima de todo, Ayuso tenía que dar salida a su ley liberalizadora del suelo, más liberalizadora aún de la que pergeñaron para España Aznar y Rato, padres de burbujas. Manga ancha al ladrillo. Y se aprobó, vaya si se aprobó.

El presidente de la Asamblea de Madrid, Juan Trinidad, de Ciudadanos, intentó encerrar a la oposición para que la falta de quórum no frustrase la ley del Suelo presentada por su partido y el PP, la primera iniciativa legislativa del Ejecutivo de Madrid. Como los diputados de Más Madrid y Unidas Podemos que se oponían, lograron salir, Trinidad aprobó la Ley con 36 votos aunque la mayoría absoluta son 67. Suponiendo incluso que sería ilegal. Todo olía, apestaba, a una especie de Tamayazo cañí.

Esta anécdota –más que anécdota– demuestra cuáles son las prioridades de la presidenta Díaz Ayuso y sus colaboradores. Y cómo, cuando el objetivo les merece la pena, hacen lo imposible por lograrlo. En este caso, textualmente. La salud de los ciudadanos atrapados en su Madrid no es su prioridad en lo más mínimo, según evidencian. Sigue la carencia de medios y de personal sanitario, hasta de rastreadores, y no han hecho gran esfuerzo por remediarlo. No nos engañemos ni lo edulcoremos. Más vale que hasta los muy sensibles y deprimidos lo vayan asumiendo porque será la única forma de encontrar una escapatoria a esta amenaza.

Es ideológico, sí. El neoliberalismo salvaje que practica el PP, y que tiene en Ayuso a su máxima ejecutora, prima la economía sobre la salud. Esa tendencia que encuentra asumible que mueran personas antes que detener o frenar la actividad que favorece contagios. Díaz Ayuso ha dicho reiteradamente: “Todos los días hay atropellos y no por eso prohíbes los coches”. Este ser, con sus capacidades mentales y éticas, es quien decide, junto al PP de Casado y cuantos participan de su plan, sobre la vida de los ciudadanos. Es un peligro real, aunque desigual por zonas y poder adquisitivo.

Lo dijo y lo demostró en su tratamiento de los ancianos de los geriátricos en la primera ola del coronavirus que el manto de las impunidades anda cubriendo con éxito. Numerosas comunidades españolas, países varios también, relegaron salvar a ancianos improductivos como mandan las leyes de su mercado. Ante la escasez de medios que previamente habían perpetrado. En Madrid desbordó todo lo admisible. Hay que repetirlo: “El Gobierno Ayuso no ejecutó ninguna de las tres alternativas que tenía ante el colapso de la red pública de hospitales: ni trasladó a los mayores enfermos al Ifema, ni usó la red hospitalaria privada para atenderlos, ni medicalizó las residencias”. Lo vimos, entre otras informaciones, en las de Manuel Rico. Y hay pruebas documentales.

Diluido ya el enorme esfuerzo que realizamos desde marzo, las medidas que el Gobierno decreta para la comunidad de Madrid llegan tarde y no son las del primer estado de alarma ni de lejos. Se mantiene el caos inicial en este tramo de viajar –masificados- para trabajar de punta a punta de Madrid, lo que en la práctica es una doble victimización de los barrios más pobres y solo se añade el control policial acordado con Sánchez en el pacto de las banderas. Madrid ha publicado ya en su Boletín oficial, BOCM, la autorización para que las fuerzas de Seguridad vayan casa por casa y obliguen al cumplimiento de cuarentenas de forma coactiva, incluso. Recordemos que también ha prohibido a sanitarios y docentes hacer declaraciones a la prensa. Y encima Ayuso planta recurso ante la Audiencia Nacional por el cierre decretado por el gobierno de Sánchez. Dice que atenta contra derechos fundamentales, el primero es la vida.

La batalla que plantea Madrid frente al Gobierno central no es un pulso entre criterios como lo saca lavado cierta prensa. Tiene ese fuerte componente ideológico y, sobre todo, intenta ser cortina de humo para cuanto quiere esconder el PP de sus tramas corruptas. Las revelaciones grabadas de la corrupción de la Kitchen, con todas sus maniobras sucias de ocultación de pruebas utilizando medios sagrados del Estado de Derecho. Los implicados en la “cola de trincar sobres” empiezan a ser demasiado escandalosos hasta para las amplias tragaderas de sus votantes más fieles. Pero los problemas de supervivencia del PP van más allá y parecen obligar a tácticas cada vez más avanzadas.

Arden los contactos. El viejo PP se prolonga en el nuevo para defender la trinchera. Ana Pastor Julián, siempre a la vera del poder, coordina estrategias, para salvar en primer lugar a Mariano Rajoy y a cuantos se pueda. El auténtico frente está en el lawfare, en el uso abusivo de la justicia. Pablo Casado ha conseguido atrincherarse con el Poder Judicial que no renueva ni aunque lo pida Bruselas. Y sus miembros caducados siguen haciendo nombramientos que pueden condicionar las sentencias sobre la corrupción del PP. No es ningún secreto, no se ocultan.

Ladrillos, muchos ladrillos susceptibles de comisiones, antes que médicos. Distracción para eludir la responsabilidad exigible. Trabajar a riesgo de enfermedad y muerte. Deslizarse entre un coronavirus incontrolado –que incluso disfrazan– para que la actividad siga. Tan malamente además. ¿A quién pretenden engañar? ¿Cómo va a mantenerse igual “la economía” mientras caen enfermos los ciudadanos?¿Y cuando se ve tal descontrol? ¿Son conscientes del daño que han hecho, a la economía también, su gestión y su empecinamiento? Hay comunidades apenas sin incidencia, y países, como Italia, que ni segunda ola han tenido.

Cuidado con el 'todos son iguales'. La incidencia de la COVID-19 en España es muy alta y no hay causas rotundas que lo expliquen. Quizás fue ese verano que había que aprovechar para perder luego muchas más estaciones. El Gobierno de España sigue pendiente de los más necesitados. Las modificaciones sobre el ingreso mínimo vital permitirán cobrarlo a más de 60.000 hogares de mayores de 65 años sin pensión. Se prolongan los ERTES. Nadie quiso una pandemia, pero está aquí. Y hay que tratar de bandearse entre la necesaria actividad productiva y la salud de los ciudadanos. Sin perder el horizonte.

Escuchen el alegato del Dr. José Manuel Freire, neumólogo y diputado del PSOE en la Asamblea de Madrid: “¿No les da vergüenza?”, le dice, tras desgranar argumentos plenos de lógica, al consejero de Sanidad tan experto en transformar la verdad. Y no les da, lo primero es lo primero. Ésa es la tragedia.

Quienes más peligro corren son los sanitarios que nos atienden, con medios insuficientes. Ellos mismos alertan sobre la situación de Madrid en particular: “La segunda pesadilla hospitalaria ya está aquí”, alertan y explican por qué. Y los ciudadanos en general, también. Se acabó ir al médico de Atención Primaria ante una dolencia que en principio no aparente ser grave. Si lo es, a urgencias con peligro de contagio. Los hospitales de Madrid están saturados: 18 de ellos tienen una ocupación superior al 90%. Y ya se están priorizando las UCIs, dice el Dr.Velayos, intensivista, en un hospital del sur de Madrid, aunque están ocupadas en el conjunto de la comunidad el 42%.

Según oímos, no hay contagios ni en metros y autobuses, ni en los bares y restaurantes, ni en las tiendas, ni en las casas de apuestas y bingos, ni en los centros médicos, solo en reuniones familiares y poco más. Y el caso es que, será por arte de magia, pero ya mueren en España más de 100 personas diarias por coronavirus. 3.000 muertes al mes. 10.000 antes de Navidad, recuerda Kiko Llaneras. De seguir este ritmo. Pueden ser más. Cerca de diez mil contagios al día ya, un tercio de ellos… en Madrid, sí.

La sensación de peligro está justificada. Más allí donde la política de la sinrazón prevale sobre el bien de las personas. El cúmulo de atropellos del PP de Casado, de Ayuso en particular, debería justificar al menos un relevo eligiendo entre personas más capaces y sensatas que debe haberlas, si se atreven a afrontar el pastel en el que viven.

El problema hoy es que, si ya de por si una pandemia como la de COVID-19 es una tragedia, con gestiones como la de Madrid se agrava a límites de riesgo vital. Y los paños calientes de negación no aligeran en lo más mínimo esta realidad.

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