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Caminar para quitarnos el cansancio

Isaac Rosa

Si cualquiera de las cientos de mujeres y hombres que llevan semanas sumando kilómetros en las Marchas de la Dignidad dijesen que están cansados, lo comprenderíamos. El problema es quienes estamos cansados sin haber andado un solo kilómetro, quienes nos agotamos solo de pensar en el camino, quienes nos quedamos sentados o arrastramos los pies con una fatiga de años.

Ellos no, los que mañana llegan a Madrid vienen frescos, nadie diría que han caminado desde tan lejos, que llevan semanas fuera de casa. Al contrario, están más fuertes que cuando salieron, traen mejor cara, han ido cogiendo energía por el camino, de cada pueblo por el que pasaron han salido menos cansados, se han ido dejando la fatiga por el camino.

Pero míranos a nosotros, a quienes no hemos marchado junto a ellos y todavía nos estamos pensando si ir mañana sábado a recibirlos; nosotros que acabaremos yendo pero sin fuerzas, andando despacio como si nos costase cada paso que damos.

¿De dónde nos viene este cansancio?, nos preguntamos. Y pensamos que estamos cansados por haber andado demasiado, por haber salido tantas veces a la calle, por llevar años manifestándonos, en mareas y en rodeos, en acampadas y en concentraciones, en desahucios y en huelgas, en todos los formatos y recorridos posibles, contra los recortes, contra la reforma laboral o la de pensiones, contra la regresión en el aborto, por la vivienda, por la república, por los derechos y libertades, contra la impunidad de los corruptos, contra el saqueo.

Creemos que estamos cansados de protestar mucho para conseguir tan poco a cambio; hacemos balance y en un plato de la balanza ponemos lo logrado con esas protestas y en el otro todo lo perdido en estos años, y entonces nos entra esa fatiga, se nos van las fuerzas, se nos quitan las ganas de levantarnos.

Hasta que llegan las columnas a Madrid y comprobamos que no están cansados, que al contrario, parecen más fuertes, llevan días tomando carrerilla y ahora no les basta con llegar y recorrer un par de calles, el cuerpo les pide mucho más, por el camino han encontrado durante días todo eso que quienes no marchamos solo hemos conocido a ráfagas, en manifestaciones breves y sin continuidad en el tiempo: solidaridad, unidad, dignidad, fuerza colectiva.

Y quizá esa carrerilla de días y kilómetros, ese impulso de quienes han empujado en cada pueblo, haga que ya no se detengan, que sigan marchando, que su rebeldía no se agote mañana, que esta marcha no sea una más, otra pegatina para la colección de los últimos años, sino que nos arrastre a su paso, también a nosotros, los cansados, y sea la buena, la definitiva, la que buscábamos y no esperábamos ya.

Por eso nosotros, los que nos hemos cansado demasiado pronto, deberíamos estar con ellos mañana en la calle. A ver si andando a su lado, aunque sean solo unos cientos de metros, se nos quita este cansancio, recuperamos las fuerzas.

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