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Moción de propaganda

El presidente de VOX, Santiago Abascal, es aplaudido a su llegada al Congreso donde registrará su moción de censura contra Pedro Sánchez

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Lo llaman moción de censura, pero es una oportunidad inigualable de propaganda gratuita. No tiene ninguna posibilidad de prosperar en la votación, pero hay un entramado que facilitará sus planes. El show de Vox en el Congreso no tiene otro fin que publicitar la doctrina ultraderechista de la formación y ver de socavar a los rivales ( socios incluidos).

Un cúmulo de despropósitos llevaron a la extrema derecha franquista al Congreso en número suficiente de diputados para poder organizar estos saraos. La repetición de las elecciones de abril de 2019, a ver si el PSOE lograba por fin una mayoría que le librara de apoyos molestos. Cosa que no iba a ocurrir en seis meses, pero que consiguió doblar los diputados ultras. Un desnortado PP en manos de Pablo Casado, tutelado por Aznar, con un plantel de figuras de derribo, mentiroso hasta el sonrojo, y tan radical que resulta indistinguible de Vox.

Como factor esencial de la propagación del virus ultraderechista en España está el brazo mediático que, por ideología o en busca de audiencia sin escrúpulos, apoyó y apoya al partido de Abascal. Hay diarios que estos días actúan como oficinas de prensa de Vox mientras radios y televisiones, con TVE a la cabeza, los tienen casi a diario en pantalla. En general, la apuesta por los conservadores es abrumadora en los medios convencionales.

Demostración fehaciente, este martes. La hora de La 1, tras entrevistar en los últimos días a Esperanza Aguirre, Cayetana Álvarez de Toledo, Rocío Monasterio o Espinosa de los Monteros, ha protagonizado esta escandalosa entrevista a Cuca Gabarra, portavoz del PP de Casado, en un alarde de extremismo descarado como para competir con Vox.

Aún ha caldeado más el ambiente el PP por la tarde a través de la senadora Adela Pedrosa, al interpelar con inusitada violencia a la ministra de Igualdad, Irene Montero, en un ataque personal inadmisible. El PP ha establecido una pugna con Vox a ver quién insultaba con peores modos, dado que el partido de Abascal también ha vejado a Pablo Iglesias.

Por supuesto el auge de los fascismos en una tendencia mundial que se aprovecha de las crisis, causando alta preocupación en las democracias. La ultraderecha preside países tan potentes como EEUU y Brasil. En Europa la tenemos en cinco gobiernos y 22 parlamentos, incluido el de la UE. Se encuentra en declive sin embargo en Alemania o Italia con datos actualizados. Grecia ha juzgado y sentenciado hasta con 13 años de cárcel a la cúpula de los neonazis de Amanecer Dorado, claro que este caso se han probado incluso cargos de asesinato.

La ultraderecha ha llegado a manipular la historia. El fascismo es el responsable de la II Guerra mundial y toda su carga de destrucción y muerte. Y le han dado la vuelta al punto de meter en cabezas poco exigentes que fueron otras ideologías las culpables. Los nuevos fascismos no son iguales que aquellos, admiten de base las reglas de juego que les llevan a los parlamentos, pero su doctrina preconiza ideas incompatibles con la democracia y los DDHH. Sobre todo la desigualdad entre las personas, racismo, machismo. Ése es el problema y es muy grave, la democracia no debería dar cabida a quienes la atacan en contra del conjunto de la sociedad y el fascismo es la única ideología que lo propugna.

Los métodos de la ultraderecha actual son explícitos: usan la manipulación de las emociones que suscitan irracionalidad y odio, y los bulos y fake news como método de desestabilización. Ese cóctel que hace saltar a sus adeptos como una plaga de pirañas hambrientas. Tener que explicar a estas alturas qué es el fascismo o qué fue la dictadura franquista es realmente trágico. “Los pueblos que desconocen su historia se condenan a repetirla”, dice el viejo adagio. Y el nuestro es un ejemplo sin igual.

Se toman a broma las bravuconadas de Vox, del PP tan cercano, pero, como escribía aquí Olga Rodríguez, hay que desechar la tentación de jugar con el fuego de Vox porque “cuando la crispación se enciende existe el riesgo de que traspase los límites previstos”. Así ha venido haciendo. Porque, de hecho, no es solo Vox quien hoy actúa en el Congreso, son los brazos mediáticos y del poder judicial a favor de una derecha extrema, poco escrupulosa con los instrumentos a emplear.

La derecha española no tiene nada que ver con la alemana, la francesa o la sueca, no es inequívocamente antifascista como ellas. Algunos países europeos han establecido un cordón sanitario que evita las alianzas con los ultras a costa de perder gobiernos en ocasiones. Por el contrario, en España, el PP y Ciudadanos gobiernan con el apoyo de Vox en Madrid, Andalucía y Murcia. España tiene una derecha claramente antifascista sin embargo: el PNV. Las fuerzas democráticas unidas mantienen en el País Vasco un cordón sanitario a Vox que entró con un escaño en su parlamento, “una pica en Flandes” dijo Abascal. Han reducido sus tiempos de intervención y de presentación de iniciativas, algunos no debaten siquiera con ellos. Se cuenta poco, casualmente. Algunos priman las reacciones de Vox convertido en sujeto de la noticia. Y no nos equivoquemos, no es “fascista” frenar al fascismo, lo hacen países muy serios y convencidos de su daño.

Porque luego está la propaganda mediática: “No es verdad que como la ultraderecha tiene 52 diputados haya que darle amplia presencia en la televisión pública. Salvo Hungría, en pocos países se otorga tanta cancha a los mensajes de la ultraderecha en los medios del Estado”, escribía Juan Tortosa, hace meses, basado en informes internacionales.

La ambigüedad mantenida por el PP sobre la propia moción le dañará en favor de sus socios de Vox. El gobierno progresista saldrá reforzado, dicen, a un alto precio en crispación social. Con una pandemia que se reactiva, con una crisis económica fruto de múltiples errores de pasado y presente, hemos de soportar esta astracanada que quita tiempo y energías. Convertido ya el Congreso en un circo, el show de Vox tendrá un eco desmedido los medios afines. Habrá risas de superioridad y reforzamiento de fans poco amantes de la reflexión y la democracia. Superar el enorme emplasto de impunidades fascistas durante décadas, de deseducación de una parte de la sociedad, no se logra en un día. La democracia se mama como la vida y se la cuida como algo valioso.

Ahora bien, si Vox ha crecido con la propaganda, si su moción es propaganda, la medicina que hay que aplicar es algo muy cercano al silencio: respuestas mínimas, información escueta. Y no va a ser así. En las actitudes mantenidas tendrán los ciudadanos la guía de en qué lugar están todos..

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