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La piel y las entrañas

Beatriz Gimeno

“Quizá nos ha faltado piel”, decía Floriano en un vídeo en el que él mismo hacía de José Mota y que, aunque nos parezca mentira, iba en serio. Se supone que esa falta de piel les exigía poner más énfasis en lo social, en lo que preocupa a la gente, en lo que le duele a la gente. Como las elecciones andaluzas han sido un desastre para el PP, ahora vienen las prisas y como las inauguraciones ya no convencen -al fin y al cabo, se trata de cemento- algún asesor les ha debido explicar que la piel hay que ponerla en las cosas que determinan la vida y en las que se demuestra empatía y humanidad; como además Ciudadanos es, al igual que ellos, defensor de que las personas que estén en situación irregular no tengan derecho a atención sanitaria y como, por si fuera poco, los inmigrantes sí pueden votar en las municipales… pues han decidido reformar (un poco) el maldito decreto de abril de 2012 que dejó a miles de personas sin derecho a recibir dicha atención médica.

Ya advirtieron entonces los profesionales de la sanidad que aquella medida era un disparate desde el punto de vista de la salud pública y ya advertimos todos y todas, además, que era inhumana y una violación de los derechos humanos. Dicha medida no tenía nada que ver con el ahorro (los especialistas advertían que sería más caro), sino con esa ideología que Esperanza Aguirre no se cansa de mencionar que hay que reivindicar: que la sanidad no es un derecho, sino un privilegio y que la que cada uno/a reciba dependerá de lo que pueda pagar, como la educación.

En todo caso, desde aquel día la parte decente (la mayor parte) de la sociedad española no se ha cansado de recordar que la prestación sanitaria es un derecho humano y que debe ser universal. Miles de personas se han organizado dentro y fuera de la sanidad para ofrecer a las personas sin tarjeta sanitaria atención médica, y muchas otras no hemos dejado de manifestarnos y de recordar que esa ley era una de las primeras a derogar en cuanto el PP saliera del Ministerio de Sanidad. En estos dos años tres personas han muerto y miles de ellas han tenido que convivir con enfermedades y dolores remediables. Ahora, con la urgencia electoral, y con la cosa de la piel, el PP anunció el martes pasado que va a permitir que los inmigrantes en situación irregular puedan acceder a la atención primaria.

Me alegré mucho en un primer momento porque, sea por la razón que sea, lo que más importa es eso: que todas las personas puedan ir al médico y recibir el tratamiento que necesiten; pero según avanzaba el día y escuchaba a los responsables políticos del Partido Popular, desde el presidente del Gobierno hasta el ministro de Sanidad, la inicial alegría daba paso a una enorme indignación. No es verdad que no tengan piel, lo que tienen es una piel tan dura como una armadura, a prueba de empatía y humanidad (de justicia social ni hablamos porque lo mismo descubren que me gustaría cambiar este régimen económico y social y me meten en la cárcel). Los del PP no tienen de eso. Para darse cuenta no hay más que escuchar las declaraciones que hicieron para justificar que devuelven “un poco” de atención sanitaria a los inmigrantes irregulares.

Desde el principio dejaron claro que las personas privadas de tarjeta sanitaria no van a volver a tenerla. Podrán ser atendidos en los ambulatorios, pero nada más. No van a tener derechos, no van a tener la posibilidad de acudir al especialista, ni de hacerse pruebas diagnósticas, ni tampoco van a poder acceder a los medicamentos subvencionados; es decir, se les va a tratar un poco, se les podrá diagnosticar, quizá, pero no más allá de un tratamiento básico.

Por si la cosa no estuviera clara, había que escuchar al presidente del Gobierno y al ministro de Sanidad hablar de salud pública únicamente, es decir que no nos contagien a los demás, hablar de “utilidad” y de “eficacia” y de que es “más práctico”. Resultaba incluso chocante que no se refirieran ni una sola vez a las vidas de las más de 800.000 personas que dejaron privadas de un derecho básico.

Es verdad que da un poco lo mismo lo que el Gobierno diga porque podían haber mentido como mienten en casi todo lo que dicen; también da un poco igual lo que sientan o dejen de sentir porque lo importante es lo que hagan y los resultados de sus acciones, pero resulta llamativo que ni siquiera cuando pretenden comunicar “algo de piel” y parecer menos descarnados e inhumanos de lo que son lo consiguen. Eso es porque los derechos humanos, la dignidad de las personas o su valor son conceptos completamente ajenos a estos políticos del Partido Popular que, continuando con el símil que ellos mismos han comenzado a utilizar, tienen la piel muy dura y les faltan entrañas.

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