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Podemos, los corsarios y el Bundesbank

Antón Baamonde

El hándicap que tiene Podemos está claro: su enorme éxito electoral no se corresponde con la extensión de sus bases. Siendo una marca blanca en buena parte del territorio el mayor peligro radica en que manadas de corsarios intenten hacerse con su control allí donde su dirección es más débil. También el PSOE en los años ochenta fue un gran chollo para piratas de diverso pelaje.

Las municipales y autónomicas de Mayo de 2015 representan, por ese motivo, un gran riesgo, tanto como una oportunidad.

El mejor escenario para Podemos -y el peor para el PSOE- sería que Mariano Rajoy se decidiese a convocar elecciones generales a fin de año. Ello le depararía un gran éxito a la hora de comparecer en ayuntamientos y comunidades autónomas. Sea como quiera, la recluta de cuadros es, para Podemos, una necesidad impostergable. En el plazo de dos años Podemos podría pasar de la nada a formar parte del gobierno de grandes ayuntamientos y, tal vez, del gobierno central.

Sin embargo, no es probable que Mariano se decida a convocar esas elecciones. La experiencia comparada nos sugiere que los partidos no tienden a suicidarse antes de que llegue su hora. Y si hoy hubiese elecciones, el PP las perdería. Sería la minoría mayoritaria. Tal vez podría gobernar. Pero carecería de apoyos parlamentarios para aprobar sus leyes.

La otra posibilidad sería un gobierno de izquierda de amplio espectro, apoyado por nacionalistas desde el exterior. En ese gobierno el PSOE tendría un peso mucho menor al que está acostumbrado. Tanto que Podemos podría marcar el paso. Por supuesto, ese gobierno tendría que abordar una reforma constitucional para solventar el encaje catalán puesto en cuestión por la irresponsable decisión del Tribunal Constitucional en 2010. No faltarían los que plantearían que ese sería el momento para plantear también la discusión acerca de la forma de Estado. La disyuntiva Monarquía/República sería una dificultad añadida a la labor del gobierno.

En realidad, ese es el horizonte de España. Su próximo Parlamento va a ser el más fragmentado y plural desde la transición. A partir del año que viene, la estabilidad política va a ser sustituída por un periodo de grandes turbulencias.

La impredicibilidad va a aumentar. Va a parecerse a la Transición en el sentido de que todo va a ser más lábil, dúctil, incierto. No es extraño que a Felipe González y a la generalidad del establecimiento le dé un vahído pensando en ese panorama. Sería, a sus ojos, el caos.

FG, Botín&Co. -esos tipos geniales que se han quedado con el negocio de las cajas, ante nuestras santas narices- tendrían que poner a funcionar el caletre. No como hoy, que lo tienen chupado.

Véase, sino, el caso Catalunya Caixa. Visto en perspectiva, uno no puede dejar de reflexionar sobre la venalidad, incluso la estupidez, de las elites españolas que no han dudado en dejar que se acumulasen los problemas, hasta tal punto que cabe que las diversas crisis se enreden en una bola de nieve que se lleve al actual régimen por delante. Alguien tendrá que hacer de Lampedusa, pero, de momento, ni se sabe quien es ni lo que habría de proponer.

Por cierto, ¿ Merkel lo habrá pensado también? Una Gran Coalición PP-PSOE sería maravillosa para la portentosa alemana: sería el eficaz instrumento ejecutor de las políticas de la troika. Los acreedores alemanes, esos que le dejaron irreflexivamente el dinero a los Ninjas del Sur -resulta que nosotros, sin sospecharlo, eramos los pobres negros sin un duro de Alabama- podrían seguir tranquilos, descansando en un hotel de Canarias, mientras los deudores le sirven el daikiri. Estaría asegurado el cobro de la deuda y seguiría sobre ruedas el reparto actual de papeles entre un norte exportador y un yermo industrial al sur. Puede usted estar seguro: los alemanes, que no son tontos, tienen una agenda oculta.

Pero, de ser imposible esa coalición, Achtung ¡ ACHTUNG!. Un parlamento que no trague las ruedas de molino del neoliberalismo, primera opción, o, ya no digamos, segunda posibilidad, un gobierno en que Podemos tenga influencia y ponga en práctica cuarto y mitad de su programa -la auditoría de la deuda, etcétera- significaría tal revés para el diseño actual de Europa que hay muy pocas dudas de que la maquinaria de hacer chantaje volvería a funcionar a pleno rendimiento. España, hay que entenderlo, no es Grecia: si nosotros caemos se viene abajo el tinglado. Volveríamos a hablar de la prima de riesgo y tendríamos noticias frescas del Bundesbank y del pijo de su presidente, Weidmann, ese burócrata de la CDU apadrinado desde siempre por su jefa. No descarten que esto suceda.

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