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El PP, ETA y las zancadillas a los gobiernos progresistas

Mariano Rajoy, Cayetana Álvarez de Toledo, Astarloa y Rajoy en el eterno PP. EFE

Rosa María Artal

Cayetana Álvarez de Toledo, la lenguaraz portavoz del PP de Pablo Casado, ha irritado a un buen número de ciudadanos al opinar que “el momento político es más difícil que cuando ETA mataba”. Desde un intolerable desprecio a la gran herida que el terrorismo infligió a nuestro pueblo, al enorme esfuerzo hecho para lograr finalmente la paz, a las víctimas de su propia formación política, la voz en el Congreso del Partido Popular vuelve a usar el terrorismo para sus fines electorales. Es ya una larga historia con unos soportes potentes que tiene en ETA uno de los principales, aunque no el único. Lo que está pasando ahora, lo que pasará si la cordura de la sociedad no lo impide, ha ocurrido ya antes. Muchas veces. Y se apoya en la desmemoria de los votantes.

Se recuerdan a menudo, como evidencia del más puro cinismo, las negociaciones del propio PP con los etarras partiendo de José María Aznar a los que llamó “movimiento vasco de liberación”, pero han sido tantas las mentiras, los renuncios y los torpedos a las políticas progresistas que convendrá refrescar la memoria con algunos hechos puntuales, constatados y perfectamente documentados. En los anales de la más absoluta ignominia está el haber usado la Fundación Miguel Ángel Blanco para, en datos de la policía, financiarse con la Gürtel. Y hay más.

La derecha mediática publica este martes un artículo con este titular que atribuye a una víctima de ETA: «A Pedro Sánchez se le han olvidado todos los muertos de ETA por seguir en La Moncloa». Esto es, además de mentira, una auténtica vileza. Incluye declaraciones del alcalde Almeida en la misma línea o peor, con afirmaciones falsas de grueso calibre. Con un PP que anda metiendo a Vox y a Házte oir en las instituciones para completar ese mapa de ultraderecha e integrismo religioso que amenaza ya en varios países la estabilidad democrática.

El PP y sus extensiones solo entienden el poder si lo ostentan ellos. El 14 de Marzo de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero, candidato del PSOE, gana las elecciones generales frente a Mariano Rajoy. Solo han pasado cuatro días de los atentados de Atocha, Santa Eugenia y el Pozo con un aterrador balance de víctimas. La manipulación del gobierno de Aznar para desviar la atención de la autoría hacia ETA –que piensa puede favorecerle más electoralmente que la yihadista que ya conocen- le cuesta las elecciones.

La prensa internacional lo destaca ampliamente, aquí pasa algo más tapada, pero el dolor y la indignación provocan desafección ante el PP. A partir de ese momento, Zapatero es considerado por los populares un presidente ilegítimo, porque les ha salido mal la jugada.

La lista de insultos que Mariano Rajoy dedicó a Zapatero -hoy tan añorado por su presunta prudencia y señorío-, es toda una ya histórica letanía del oprobio. Le llamó acomplejado, agitador, ambiguo, antojadizo, aprendiz de brujo, bobo solemne, chisgarabís, cobarde, débil, frívolo, grotesco, hooligan, impreciso, imprudente, incapaz, inconsecuente, indigno, inestable, inexperto, insensato, insolvente, irresponsable, maniobrero, manipulador, mentiroso, oscuro, perdedor complacido, radical, rastrero, sectario, taimado, traidor, turbio, veleidoso y zafio. En el Congreso le dijo: “traiciona a los muertos y ha revigorizado a una ETA moribunda”. Cuando fue con el gobierno de Zapatero cuando cesaron los atentados terroristas, a pesar de las trabas puestas por el PP.

En las manifestaciones contra el gobierno del PSOE gritaban al presidente: asesino, mentiroso, anticristo. Incluso querían mandarlo “con su abuelo”…. que fue ejecutado en el paredón franquista. La vieja guardia socialista también les apoyaba desde la banda. Uno me dice que elegir entre Zapatero y Rajoy es hacerlo entre despeñarse por un acantilado o tomarse una botella de cianuro. ¿Les va sonando el parecido?

ETA es una baza esencial para el PP. El 19 de abril, poco más de un mes después de los atentados, el Partido Popular presenta 215 preguntas al gobierno, basadas en la teoría de la conspiración urdida por el diario El Mundo dirigido por Pedro J. Ramírez y que sigue impune profesionalmente. El diputado Jaime Ignacio Del Burgo publica un libro titulado: “11M, demasiadas preguntas sin respuesta”. Cuando saben de sobra lo ocurrido. Rajoy a la cabeza, acude el PP a manifestaciones de la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) con el lema “queremos saber la verdad”. Todo ello acompañado de manifestaciones en la calle, con sus banderas y sus aguiluchos como es de rigor en la derecha española. Ultra, apenas hay otra. Con el rojigualda en gorros y gafas de sol. Cantando el “Cara al sol”. Vox ya estaba en el PP.

Unas veces protestan contra la política antiterrorista del PSOE y otras contra sus leyes, en algunos casos de la mano de la jerarquía católica. Desde 2004, se suceden no menos de 13 protestas masivas en la calle, fletando autobuses para traer a Madrid gente de fuera. Un clásico. Rajoy acude y cierra con discurso por ejemplo en las de AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo) con el lema “queremos saber la verdad”. Tan despistado el hombre que nunca se entera de nada.

El PP sabe la verdad, pero eso no importa. Rajoy llega a pedir la anulación del juicio –y por tanto la puesta en libertad de los detenidos- según lo que lee en la prensa, y no precisamente en el Marca. En El Mundo, que sigue presionando con las dudas sobre la Mochila de Vallecas, táctica que tan graves consecuencias tuvo para el valiente comisario que con su actuación encauzó las investigaciones. Zaplana apuntó la posibilidad de desenterrar a los muertos para comprobar el tipo de explosivos utilizado. Francamente lo que se hizo aquellos días es uno de los más terribles atropellos que quepa imaginar en un país democrático, perpetrado además desde el partido que estaba en el gobierno cuando se produjeron los atentados. Con consecuencias desestabilizadoras porque mentes débiles u obtusas aún siguen manteniendo dudas que el PP no se molestó en disipar.

De ETA, a las guerras de la codicia y a las protestas positivas o despreciables según les convenga. José María Aznar, sobrevoló por las masivas manifestaciones del NO a la Guerra de Irak, a las que no hizo caso alguno, acusando al líder del PSOE de “pancartero”. Luego el PP le pilló gusto a echarse a la calle para protestar contra Zapatero, como hemos visto. En la táctica habitual, los populares quitaron importancia, después, a la Guerra de Irak porque “es algo del pasado”, aunque siguiera estallando la violencia todos los días.

Cuando el PP ve flaquear la baza del terrorismo, acude a la unidad de España. Por aquellos días –y ya andamos ante la segunda legislatura de Zapatero- se nos andaba rompiendo el idioma. De ahí que salga un manifiesto de intelectuales “por una lengua común”. Esto sucede ya cada poco ya. Y por cierto, Cayetana Álvarez de Toledo suele pasar por intelectual cuando va de la mano de Vargas Llosa, y encabeza esas listas del ultranacionalismo español. Desde las Argentina y el Perú de sus nacimientos, que no deja de ser curioso.

Para ir constatando la dimensión de las zancadillas del PP a toda política progresista, es imprescindible recordar algunas de sus abstenciones señaladas y recursos de inconstitucionalidad. Su precedente Alianza Popular se opuso a la Constitución, a la Ley de amnistía para los represaliados del franquismo, al divorcio –al igual que lo haría UCD que también nutrió las filas de los populares en su momento-. Por cierto, la destrucción del Memorial a las víctimas del franquismo en el cementerio de la Almudena por el Ayuntamiento de Almeida y Villacís, es equiparable a los que suelen llevar a cabo los talibanes en otros lugares del mundo.

El PP de Rajoy, por su parte, rechazó varias leyes progresistas del PSOE de Zapatero. La Ley de Igualdad y de Conciliación de la vida laboral, conocida también por algunos otros de sus apéndices. Se abstuvo en la votación y ya en vigor la recurrió al TC. También la Ley que reguló los matrimonios entre personas del mismo sexo, que fue una de las que echó a la calle a gritar contra Zapatero al PP y votantes del PP y a los fieles Obispos a los que jamás hemos visto manifestarse por la pobreza o la desigualdad, y siguen poniendo el “cepillo” a nuestros impuestos.

El PP de Rajoy hizo campaña y presentó recurso de inconstitucionalidad al Estatuto de Catalunya, y a la ley de Educación de Catalunya. Hechos que están el germen del conflicto actual, que, sin duda, el PP exacerbó. El TC avaló la ley de Educación y en líneas generales, con algún recorte, el Estatut.

El mayor traspiés de Zapatero fue aceptar el mandato de la conjura internacional –porque prácticamente fue eso- en Mayo de 2010 para que redujera el gasto público. Hasta Obama le llamó, además evidentemente de la Troika y media Europa. Aquí le dejaron solo. Había intentado ponernos al nivel de nuestros vecinos en la inversión en los ciudadanos (como ocurría en Alemania, Francia o los países nórdicos que llegaba al 30% del presupuesto total) y le hicieron echar marcha atrás, cuando las culpas fundamentales eran de los agujeros negros de la economía y las finanzas españolas. En pugna con su ministro de economía Pedro Solbes, el PP, y una legión de comentaristas que ya apoyaban “la austeridad”, Zapatero llegó incluso a excusarse: “sólo restan unas dos décimas al superávit actual del 1,8% del PIB” (…) “no van a costar ni un euro al bolsillo de los españoles”. Y esta vez era mucho más verdad que el rescate bancario que nos vendió Rajoy.

El PP le hacía campaña en contra del gobierno del PSOE en la UE. Pablo Casado se animó a seguir esa senda y, apenas nombrado presidente del PP, se fue a Bruselas, a colocarse al lado del entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, mientras caminaba y soltarle que España era un desastre. A mí personalmente todavía me produce vergüenza ajena este episodio. Y pavor que este tipo de personas tengan en sus manos asuntos serios de los ciudadanos.

Nada nuevo pues. Un gobierno de PSOE y Unidas Podemos no se librará de esa lacra. Hay que estar prevenidos. El pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla, se dice desde antiguo porque es una verdad rotunda. Y hoy una batalla principal es, recordando al escritor checo Milan Kundera, la lucha de la memoria contra el olvido. Porque lo que está por llegar, se libra en ese terreno.

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