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Totus tuus Yolanda

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, junto al Papa Francisco en el Vaticano.

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La visita de la vicepresidenta Yolanda Díaz al Papa Francisco le ha alegrado definitivamente el fin de semana a la derecha española, a la extrema y a la centrista; puede que algunos hayan alcanzado incluso el orgasmo. Sumen al pobre niño de Canet, transmutado para Pablo Casado en el niño del pijama de rayas en ese gigantesco campo de concentración que es Catalunya, añadan las manifestaciones de los antivacunas gritando libertad, mientras Santiago Abascal pide respeto para ellos seguramente porque la inmensa mayoría de los que nos hemos vacunado no lo merecemos, y tendrán el cóctel perfecto para la indignación de un español que merezca tal nombre: comunistas, curas rojos, nacionalistas y científicos; lo peor de lo peor.

Si a alguien le quedaba la duda sobre cómo podía recibir su potencial electorado la visita al Vaticano y la vívida emoción transmitida al salir por la vicepresidenta, ya la ha despejado la derecha. Para alguien de izquierdas, nada más seguro y amortizable hoy mismo que acercarse al Pontífice que la derecha señala como una mezcla entre el anticristo que anuncian las profecías, el hijo secreto de Stalin y el fantasma de Durruti. Una vez más se confirma que a la derecha española no es preciso ganarle, basta con cabrearla y ya se derrota sola.

La vicepresidenta Díaz prosigue firme y hábil en ese camino de perfección que inició cuando marcó su perfil como la socia de gobierno que acogía con santa paciencia y benevolencia infinita las jugarretas del socio mayoritario. Luego supo labrarse un prestigio como buena negociadora y reforzar su perfil como gestora durante la pandemia, sin dejarse quemar por los intentos de socialistas y derechas para santificarla como la “buena” de Podemos en el Ejecutivo y sembrar la discordia con los suyos. 

Ha sabido manejarse también con sosiego y pericia cuando ha tenido que marcar distancias con ciertas posiciones de su socio, su partido y otros ministros y ministras; hasta llegar a ese momento maestro cuando doblega a Nadia Calviño armada con un correo electrónico y una sonrisa. Acabar obsequiándole un ejemplar del Follas Novas de Rosalía de Castro al Santo Padre representa un paso más en ese camino; aunque personalmente, como gallego, yo soy más de llevar una empanada a las visitas.

Que algo políticamente relevante y de peso está aconteciendo en torno a Yolanda Díaz resulta a estas alturas una evidencia innegable para cualquiera que viva en este planeta. En apenas unos meses ha logrado lo que parecía imposible cuando Pablo Iglesias se fue para salvarnos a todos, otra vez. Ha pasado de pelear por sobrevivir y mantener a duras penas su actual peso y representación, a competir por crecer y a generar amplias expectativas entre electores y competidores. Eso ya supone un éxito en sí mismo. Su siguiente movimiento debía ser exactamente este que anda haciendo: salirse de la esquina donde unos y otros querrían mantenerla arrinconada.

En un escenario donde la derecha compite cada vez en el extremo y deja mucho hueco hacia el centro, dos socios conscientes de que no pueden gobernar el uno sin el otro, harían lo más inteligente: los socialistas irían a por el voto moderado y de centro y Díaz y Podemos se concentrarían en mantener seguro el espacio a la izquierda y recoger a los inevitables decepcionados con aquella moderación socialista. La duda reside en determinar si eso es lo que están haciendo o sólo compiten entre sí a ver quién gana.  

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