El voto del miedo
Hasta en cuatro ocasiones le preguntó Susana Díaz, con gesto intenso y dramático, a los candidatos de Partido Popular y Ciudadanos si estarían dispuestos a pactar con Vox. No menos veces, ni con menos dramatismo, inquirió Juan Marín a la candidata socialista si pensaba entregar la Consejería de Economía a Podemos mientras Juan Moreno, también muy melodramático, lo daba por hecho y le planteaba si era respetable enaltecer el terrorismo o quemar la bandera de España. En el último debate de la campaña de las elecciones andaluzas la única que no tenía historias de terror para asustar a la audiencia con populistas asaltacarteras y ultraderechistas comeniños era Teresa Rodríguez; de hecho, la candidata de Adelante Andalucía fue quien más interpeló a los espectadores como adultos racionales y razonables.
En los pocos días que restan de campaña no se extrañen si alguien empieza a avisar a los andaluces que escondan su dinero en el pozo y manden a sus hijos lejos, porque vienen los comunistas a expropiarles todo; o alguien les aconseja que escondan sus libros de García Lorca o sus posters de Juego de Tronos, porque vienen los fascistas a matar a la inteligencia. Nada parece imposible en estos malos tiempos para la política.
Lo único bueno de tanto terror es que acabará pronto. La noche del domingo, cuando se abran las urnas, además de saber quién ha ganado y quién ha perdido, quién ha salido elegido y quién no, podremos comprobar si, como aseguran tantos estrategas, el discurso del miedo funciona y llena de votos las urnas de quienes lo practican.
Podremos comprobar si sigue funcionando entre los votantes de derechas meter miedo en sus corazones y sus carteras agitando el fantasma populista-chavista-iraní de Podemos, resucitando como sea el terrible espectro de la violencia y el terrorismo y rompiendo España más veces que Fernando Alonso su motor. Podremos verificar también si funciona entre los votantes de izquierdas convertir a Vox en un gigante amenazador y temible, con sus grandes dientes, esculpidos en el mármol del Valle de los Caídos, listos para engullir todo el espacio de una derecha llena de votantes que, al parecer, no saben distinguir a un charlatán de feria cuando lo escuchan.
Si Susana Díaz gana pero, como pronostican las encuestas, con el peor resultado de la historia del PSOE en Andalucía puede no ser del todo disparatado concluir que la izquierda ya no se moviliza cuando se sueltan los dóberman. Si a PP y Cs, con independencia de cuál acabe segundo, se les acaba colando Vox por la extrema derecha, puede que no sea del todo baladí concluir que, como en la izquierda, existen muchos votantes de derechas que sí saben reconocer a los charlatanes de feria cuando los oyen y prefieren quedarse en su casa, hasta que venga alguien con algo sensato que decirles.