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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Ahora que viene la Diada

Ferran Martínez i Coma

La situación política catalana despierta muchos titulares. A partir del jueves –celebración de la Diada- serán más. Hay convocada una manifestación que, con las previsiones actuales, será mayor que la multitudinaria del pasado año. Antes de que suceda esto, es interesante ver dónde y cómo se ubica la opinión pública catalana –aquí entendida como la de los que viven en Cataluña (y excluimos a los que vivimos fuera)- con respecto a la independencia.

El Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), equivalente al Centro de Investigaciones Sociológicas catalán –creado por el primer gobierno progresista liderado por Pasqual Maragall- lleva años preguntando por las relaciones de Cataluña con el resto del país. En concreto, fijémonos en las respuestas sobre cómo debería ser la relación de Cataluña con el resto de España. Se ofrecen varias opciones: un estado independiente; un Estado dentro de una España federal; una comunidad autónoma; y una región.

El gráfico sobre las preferencias de las relaciones entre Cataluña y el Estado es muestra la evolución de las preferencias de la opinión pública catalana desde junio de 2005 hasta el primer cuatrimestre de 2014. El gráfico muestra la evolución de algunas tendencias:

–El independentismo ‘despega’ en Cataluña entre el segundo y tercer trimestre de 2010: antes no llega al 20% de apoyo. El primer gobierno bipartito –Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y Unió Democrática de Catalunya (UDC)- de Artur Mas tomo posesión a finales de diciembre de 2010. Durante casi un año (hasta el segundo cuatrimestre de 2011) el apoyo a la opción independentista aumenta y se mantiene alrededor del 25%. A partir de entonces, la escalada es incesante superando con claridad el 40%.

–La opción del mantenimiento del statu quo –una comunidad autónoma- se ha erosionado de forma considerable y si bien se trataba de la opción preferida por aproximadamente un 40% de la población catalana desde 2005 hasta bien entrado 2011, ahora solo son alrededor de la mitad.

–Desde los inicio de la serie hasta el segundo cuatrimestre de 2012, la opción federalista -promovida por el PSC desde hace tiempo pero en especial en la última campaña -la apoyaba un 30%. Desde entonces ha caído al 20%. No es un porcentaje despreciable, por mucho que se acuse a los socialistas de falta de definición de dichas propuestas.

El CEO también indaga sobre qué harían los catalanes en caso de convocarse una consulta. Esta es la pregunta: “El próximo 9 de noviembre, una mayoría del Parlamento quiere realizar una consulta para decidir el futuro de Catalunya en la cual la primera pregunta es ”¡Quiere que Cataluña se convierta en un Estado?“ (pregunta 31a).

Si bien el fraseo de las preguntas del referéndum es francamente mejorable –de confusas y manipuladas las ha tildado el profesor Josep Maria Colomer en una brillante columna– también lo es en el caso de la pregunta del CEO. Términos como “decidir el futuro de Cataluña” no son neutrales ni claros. No es neutral porque es difícil argumentar en contra de que un Parlamento tome sus propias decisiones. De la misma forma que dos y dos son cuatro, los Parlamentos deciden sobre el futuro. El que sea: sobre los recortes en sanidad, en educación o los acuerdos pesqueros. No es claro porque “decidir el futuro de Cataluña” puede querer decir mucho o poco. Es algo abstracto. La literatura académica ha escrito mucho sobre efectos de fraseo y sobre condicionamiento a los encuestados.

Ahora bien, a pesar de la confusión en las preguntas y de los problemas del cuestionario del CEO, el gráfico que presenta las respuestas a esas preguntas sigue siendo incontestable: desde 2012 por cada catalán que no quiere que Cataluña se convierta en un Estado, hay dos que sí.

Así las cosas, cabe preguntarse, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que más del 40% -casi el 50% en algunos momentos- de los catalanes no quieran seguir en España cuando, hace cinco años, ésta era una opción minoritaria? Hay muchas explicaciones, muchas aciertan en algo y se complementan. Por una parte, es obvio, que la crisis económica ha hecho crecer el número de independentistas puesto que para algunos la independencia puede ser una alternativa a la lamentable situación en el resto de España. En efecto, las razones económicas emergen como una parte importante de la explicación que dan los propios encuestados del CEO para apoyar la independencia.

Sin embargo, el problema es político. Todo empezó después del recurso del PP al Estatuto catalán, recurso que luego este partido no replicó en otras Comunidades (como Murcia) que copiaban literalmente varios artículos del Estatut (raro esto de que algo sea constitucional en Lorca pero no en Viladecans)-, su recogida de firmas, y aquella foto, impagable, de los jueces del Tribunal Constitucional fumándose un puro en la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla en abril del 2010. Después, ya se sabe, grandes manifestaciones y la de 2012 superando el millón de habitantes. Y la próxima de este jueves posiblemente sea masiva.

En resumen, con independencia de lo que nos cuenten nuestros representantes sobre la constitución, la legalidad de la consulta, etc., en Cataluña hay un problema político serio: una parte importante de los catalanes no quieren seguir en España. El problema se ha construido, prácticamente, en solo cinco años–por las acciones u omisiones de casi todos los actores relevantes- pero mucho me temo que no se solventará en igual tiempo. Y en Escocia votan la semana que viene.

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