Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
El euro puede que sea un fracaso económico, pero es, en cierto sentido, un éxito político. Es así como podemos entender la tranquilidad con la que los mercados están recibiendo la cada vez más probable victoria de Syriza el domingo.
El próximo domingo, si los pronósticos no fallan, un partido abiertamente crítico con las políticas económicas aplicadas en la periferia de la Eurozona ganará por primera vez unas elecciones legislativas. En un primer momento, la convocatoria de elecciones anticipadas pareció que iba a desatar una vez más las tensiones e incertidumbres en el continente. ¿De verdad puede ganar Syriza? ¿Y si el nuevo gobierno rompe los compromisos e impaga la deuda? ¿Se verán obligados los griegos a abandonar el euro? ¿Y si son ciertos los rumores que aseguran que Alemania está deseando tener una excusa para provocar esa salida?
Quizá lo más sorprendente es que, desde la convocatoria de elecciones, no ha sucedido nada. Syriza ha consolidado su liderazgo en las encuestas, y la incertidumbre parece ser ahora sólo si logrará o no una mayoría absoluta de escaños (cosa que dependerá muy probablemente no sólo de Syriza, sino de cuántos de los pequeños partidos se quedarán fuera del Parlamento al no alcanzar el umbral del 3% de los votos). Segundo, Europa (y Alemania) parece poco preocupada por dicha victoria. Y tercero, y quizá lo más importante, los mercados no han entrado en pánico y parecen estar más pendientes de la concreción de las medidas de estímulo cuantitativo prometidas por Draghi que por el resultado electoral del domingo, que ya deberían tener descontado.
¿Por qué esta tranquilidad? ¿No estamos en vísperas del fin del ajuste, del abandono de las únicas políticas fiscales posibles, de la quiebra del euro, de la madre de todas las crisis financieras posibles? Va a ser que no.
Ni el (probable) futuro gobierno de Syriza quiere salirse el euro, ni el resto de países de la eurozona y las instituciones comunitarias están dispuestas a dejar que se vaya. Para unos y para otros, el coste de dicha decisión y sobre todo la incertidumbre asociada a ella son demasiado grandes como para evitar a toda costa que ese escenario suceda. Eso es lo que parecen haber concluido los mercados, y creo que tienen buenos motivos para pensar así.
Y es que estos mercados pueden tener dudas sobre las bondades económicas del euro (que la creación de una unión monetaria sin una unión económica y política ha sido una mala idea es algo que cada vez defienden más economistas), pero tienen pocas respecto a su robustez política. Incluso en presencia de una crisis sólo comparable a la gran depresión de los años 30, la demanda política por salir de la moneda única es muy limitada. Romper el euro podría tener inciertos beneficios en el largo plazo, pero tiene seguros costes en el corto. En momentos de crisis como los actuales, ¿qué gobierno osará dar ese paso?
Es en esta sencilla idea donde radica la solidez de la moneda única. Cuando sus padres fundadores decidieron evitar crisis cambiarias en el contiente como la que se llevó por delante el sistema monetario europeo en los 90, lo que diseñaron fue una forma “extrema” de fijar los tipos de cambio de los países que hiciera políticamente indeseable alterarlos, incluso en situaciones en las que podría tener sentido desde un punto de vista económico. Ese es a mi juicio el gran “genio” de los creadores del euro. La invención de un régimen monetario económicamente discutible, pero políticamente invulnerable.
Esta invulnerabilidad de la moneda única viene reforzada, paradójicamente, por el mantenimiento de competiciones electorales casi exclusivamente nacionales, que contribuyen a magnificar en las opiniones públicas el peso de los factores puramente domésticos en la crisis. Como los partidos griegos, españoles y portugueses han de ganar las elecciones no a Merkel, la troika, o el BCE, sino a otros políticos griegos, españoles y portugueses, los políticos de estos partidos se pasan la vida mostrando cómo el partido que tienen enfrente es el culpable de todos los males que aquejan al país. Si le preguntan a un observador no europeo con algunos conocimientos de política y economía sobre las causas de los problemas en la periferia europea, es muy probable que les mencione el imperfecto diseño imperfecto de la unión monetaria. Pero si le preguntan a un elector español, portugués o griego, lo más probable es que le cuente una versión según la cual los malvados políticos del partido de enfrente (o directamente “la casta”) nos trajeron las diez plagas. No se trata de que unos tengan más o menos razón que los otros. Lo único que señalo es que cuando las elecciones se hacen en clave nacional, la crisis económica encona el debate político doméstico, exonerando de responsabilidades al entorno macroeconómico supranacional en general, y a la moneda única en particular.
Son estos dos factores -el miedo a la consecuencias de la ruptura, y la nacionalización de los debates sobre política económica- los que creo que explican la “tranquilidad” con la que los mercados reciben la llegada de la izquierda radical al gobierno de un país de la eurozona. Los griegos odian a sus partidos, aborrecen las instituciones europeas que se han aliado con ellos para imponerles políticas indeseadas, pero siguen pensando que fuera del euro hace mucho frío. Como muestra el gráfico, el apoyo a la moneda única es hoy incluso mayor en Grecia que en la UE en su conjunto (sí, la pregunta que Eurobarómetro usa para medir apoyo a la moneda única es, por decirlo suavemente, “problemática”, pero es lo que tenemos).
Gráfico 1. Apoyo a la moneda única en Grecia y la UE durante la crisis. Fuente: Eurobarómetro.
¿Significa todo esto que la llegada de Syriza al gobierno será irrelevante? En absoluto. Una unión monetaria es compatible con muchas formas diferentes de gobernarla, y en particular con muchas formas diferentes de repartir los costes del ajuste entre países, sectores económicos, y grupos sociales. Si me preguntan, creo que la posición negociadora de los ciudadanos de la periferia de la eurozona mejora con gobiernos como el de Syriza, en principio más sensibles a las consecuencias sociales de las políticas de ajuste. Pero eso es ya otra historia...
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