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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aina Gallego - @ainagallego

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Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

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El 8-M y el túnel del desempleo

Javier Mato

Hace 45 años que Albert O. Hirschman acuñó el llamado “efecto túnel” para referirse a la tolerancia a la desigualdad. Si usted está parado en un atasco durante mucho tiempo, dentro de un túnel con dos carriles en el mismo sentido, y de repente nota cómo empiezan a avanzar en el otro carril, se alegrará al pensar en que se acaba el atasco y en que pronto se va a despejar también su carril. Pasado algún tiempo más, si usted sigue atascado, pasará de la alegría al enfado y empezará a pensar en otras alternativas, como saltarse la línea continua para invadir el carril que funciona. Es decir, la tolerancia a la desigualdad puede mantenerse temporalmente sobre la base de las expectativas, pero tiene límites. Pasando del túnel a los procesos de crecimiento económico y desarrollo, se acepta socialmente que estos traigan consigo un aumento inicial de la desigualdad, pero se espera también que con el tiempo funcionen diversos mecanismos correctores y toda la sociedad se acabará beneficiando o, de otro modo, habrá contestación y conflicto.

En el caso de las movilizaciones del Día Internacional de la Mujer en España, podría llamar la atención que el enorme éxito de las convocatorias de huelgas y, sobre todo, de las movilizaciones públicas, se produzca en un contexto de recuperación. Esta, aunque muy lenta, ha significado casi cuatro años de crecimiento del empleo. Desde 2014 se han recuperado cerca de la mitad de los tres millones y medio de puestos de trabajo destruidos en los seis años anteriores. ¿Por qué no se produjeron movilizaciones históricas de las mujeres durante una crisis que también era histórica? ¿Por qué es ahora cuando se agota su paciencia, y también la de muchos hombres, y disminuye su tolerancia a la desigualdad?

Los gráficos que acompañan esta entrada ofrecen algunas pistas para responder a estas preguntas. El primero muestra las tasas de paro por sexos desde 2009 y refleja con claridad como la caída del desempleo está abriendo una brecha creciente entre las tasas de paro masculinas y femeninas. La crisis había igualado al alza las tasas de paro, que ahora se distancian de nuevo en cerca de cuatro puntos. A finales de 2017 esta diferencia equivale a señalar que los hombres llevan a las mujeres una ventaja cercana a un año en el ritmo de recuperación del empleo.

El segundo gráfico recoge las tasas de temporalidad, que cayeron durante la crisis y están repuntando desde mediados de 2013. Durante la crisis salieron del mercado laboral más personas con contrato temporal que con indefinido y bajo la recuperación volvieron en mayor medida con contratos temporales. Pero durante 2016 y 2017 la temporalidad de los hombres se está desacelerando, mientras que la de las mujeres continúa creciendo, de forma que la brecha entre ambos sexos, sin alcanzar las magnitudes anteriores a la crisis, equivale ya a la que existía a principios de 2014.

Una interpretación del éxito histórico del 8-M es que una gran parte de la sociedad, especialmente las mujeres, percibe el riesgo de retornar a un pasado de desigualdad inaceptable. Se habla mucho de la brecha salarial, que apenas ha cambiado en los últimos años, también de la pertinaz escasez de directivas y del techo de cristal. Pero lo que está cambiando recientemente, lo que puede haber sido la gota que colma el vaso, es el empleo. El esfuerzo de muchas mujeres de este país -en el estudio, en el trabajo no remunerado, en los cuidados- no se ve suficientemente recompensado por el mercado de trabajo. Se percibe que las ventajas de la recuperación del empleo se están repartiendo, desde hace ya demasiado tiempo, de forma inaceptablemente desigual. En definitiva, las mujeres, que se esforzaron más que los hombres durante el atasco de la crisis, se han cansado de no ver la luz al final del túnel.

 

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