Jordi Roca es uno de los mayores reposteros del mundo. Miembro del Celler de Can Roca junto con sus hermanos Josep y Joan, conforman un equipo de alto nivel. Yo no conocía más que el nombre de este magnífico repostero, pero no había visto nada suyo. Vi que recomendaban mucho su capítulo en la serie de Netflix The Chef’s Table, así que me dispuse a verlo. La historia de Jordi es un peculiar. Siempre ha sido una persona muy ajena a todos, como si viviera en su mundo, muy tímido y casi siempre a la sombra de sus hermanos. Nunca quiso ser el lebrel de los mayores, así que se desmarcó de los fogones.
Su historia personal cambió el año pasado cuando, afectado por una laringitis, perdió la voz. Parecía que era algo transitorio pero se quedó, parece ser que relacionada con la distonía cervical que padece desde hace años. Una de las cosas que más me llamó la atención del documental fue el arranque. En él, Jordi contaba el problema de su afonía y cómo lo había enfocado. Hay dos maneras de enfocar los problemas: una quejándose y otra aprendiendo de ello. Sé que generalmente hablo de las condiciones materiales y de que la discapacidad siempre es una mierda, pero hay veces que un cambio de perspectiva te hace mejor persona.
Suelo enfocar las cuestiones desde el realismo, pero esta vez el testimonio de Jordi Roca me dejó muy pensativo: “Esto tiene una doble manera de verlo: para mí es una limitación, pero la parte buena es que no hablar te ayuda a aprender muchísimo. Digo solo cosas que creo que son importantes. Hablo cuando hace falta. Ha sido un hándicap pero estoy creciendo como persona”.
Estas palabras resonaban en mi cabeza como una bola de pinball. La optimización de recursos es algo realmente importante y es algo en lo que estoy muy de acuerdo. Y no dejo de pensar lo sencillo que es cruzar la línea y entrar en las personas con discapacidad, aunque esta sea, por suerte, transitoria.
Me resulta maravilloso que, lejos de amedrentarse, le diera la vuelta a la situación y demuestra que la gente se crece ante las dificultades, también es cierto que es una discapacidad temporal, esperemos, y eso se afronta de otra manera, pero aún así es digno de valorar. Las personas somos entes complejos, con un montón de aristas y un montón de puntos positivos y no tan positivos. Hay que saber manejar las cartas que nos dan.
Me encanta la cocina, me encanta el talento y me encanta saber que somos todos frágiles a pesar de todo, aunque parezca contradictorio. Son cosas que entre sí se dan en determinadas personas y, por separado, seguro que en todas.
Saberse frágil es fundamental para ser empático, para entender al prójimo, porque supone asumir que todos lo somos, que más allá de ese cascarón que muchos tienen somos un amasijo de carne y sentimientos.
Me encanta saber que los artistas que más admiramos, muchas veces, son pura sensibilidad y la manejan de la mejor manera que pueden. Ya sea Django Reinhardt o Jordi Roca.