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Residencias, fiestas familiares y trabajos precarios: los escenarios de los brotes que preocupan a Sanidad

Varias personas en una terraza de un restaurante de Madrid (España)

Belén Remacha

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Hemos superado la primera ola de COVID-19 pero que la pandemia sigue hasta que haya vacuna es evidente: en España hay más de una decena de brotes activos en estos momentos. El objetivo de los rastreadores de Salud Pública es que sigan “acotados”, es decir, que los contagios no trasciendan el foco en el que han sido localizados. Por ejemplo, la medida de devolver a fase 2 a cuatro comarcas aragonesas busca que el brote se quede ahí durante al menos dos periodos de incubación. El de Huesca, uno en Málaga y otros recientes de los que están esperando “más información”, entre ellos uno en Cantabria, son los que más preocupan al Ministerio de Sanidad, según el director del Centro de Coordinación de Alertas, Fernando Simón.

“Hay brotes y seguirá habiendo”, porque la mayoría de la población es susceptible al contagio, “pero lo importante es detectarlos y actuar con prontitud”, ha repetido el ministro Salvador Illa. Este miércoles, en la comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados, contó que para ello están trabajando con las comunidades en lo que han llamado ‘Plan de preparación y respuesta frente a una segunda oleada de COVID-19’. La base es establecer tres niveles de riesgo, bajo, medio o alto. Todavía no se saben los criterios exactos para discernir qué brote incipiente es leve y cuál es grave.

Durante la desescalada Sanidad ha confirmado en total unos 40, procedentes de distintos escenarios. Según la Sociedad Española de Medicina Preventiva e Higiene (SEMPSPH), un factor a tener en cuenta para que supongan una amenaza es que “atraviesen las paredes del hogar”. Es decir, que surjan en un entorno concreto, como el laboral, y de ahí pasen a las casas de los trabajadores, es esperable. El problema es si luego saltan a la comunidad, que es cuando empiezan a “preocupar”. 

Centros sociosanitarios

En residencias de ancianos, muy golpeadas durante la primera ola de la pandemia, sigue habiendo brotes. Ahora mismo, según el portavoz Fernando Simón, al menos hay tres, el último el identificado en Lleida: “Sabemos que hay alguno más, aunque no tengamos datos”. Le daba el matiz de que “en residencias, con un único caso ya se está considerando brote. Y no tiene por qué ser un caso sintomático”. En otros entornos hace falta al menos una cadena de tres contagios para activar alertas. Desde el Ministerio, esto que él mismo ha llamado “sobrerreacción”, lo ven como algo “bueno y bienvenido”.  El motivo es no repetir “lo que se vivió hace unos meses”. 

Para Alberto García-Basteiro, investigador en epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, es normal aunque obviamente no deseable que siga ocurriendo esto en los centros sociosanitarios: “Siguen siendo lugares donde las personas están apiladas, interiores, y donde entra gente de fuera. En teoría en todos los niveles deberíamos aplicar todas las medidas, pero ya se ha visto lo que pasa con las residencias, y que además son lugares con menos trabajadores de lo que deberían. Se han adaptado mucho tras los primeros brotes de COVID-19, pero adaptarlas del todo conlleva cambios estructurales, relacionadas con la capacidad de separar a la gente, de aforo, de vigilancia... mucho más de lo que muchas han sido capaces aún de implementar”.

Además de en residencias, en algunos hospitales, como el de Basurto, en Vizkaya, también se han localizado brotes. Eso es más “llamativo” y señal de que algo importante ha fallado, en opinión de García-Basteiro, porque “ahora mismo tenemos equipos de protección, hay circuitos, todo el mundo lleva mascarillas, sabemos cómo son las medidas y no se han relajado”. Mario Fontán, coordinador de Ares  –Asociación de médicos residentes de Medicina Preventiva y Salud Pública–, indica que es así “por la manera en la que se trabaja en los hospitales, con más cuidado y control”, pero conviene no bajar la guardia porque “por definición, un brote en un hospital afecta a pacientes débiles”, y por tanto “propensos” a cursar la COVID-19 de forma grave.

Fiestas

Los primeros brotes que se registraron y que preocuparon a Salud Pública fueron en algunas fiestas familiares, como un cumpleaños de Lleida. Simón ha llamado a este tipo “sociales”, y esta semana han detectado tres distintos: en Galicia, en Euskadi y en Cantabria. Para Mario Fontán, al analizarlo hay que recordar los tres factores que favorecen el contagio: “Una mala ventilación, el contacto estrecho, y que no se cumplan ciertas medidas, como la higiene y las mascarillas todo el rato. Y en una fiesta en un entorno cerrado, es más difícil cumplirlo”. 

Se le añade otra cosa: “La gente tiende a asociar que con personas conocidas el riesgo es menor. Y es al revés, porque el contacto es más próximo. Si te relajas en estos eventos, hay riesgo”. Alberto García-Basteiro lo explica igual: “¿Cuándo no usas mascarilla fuera de casa? Cuando comemos, en fiestas, cuando te tomas una cerveza… basta que una persona sea asintomática en una fiesta privada en la que se han reunido 20 personas en una casa, como las que se han hecho ahora por San Juan, para que surja un brote. Nosotros creemos que con la mayoría de la ciudadanía respete las tres medidas más básicas –higiene, distancia física, y mascarillas– los brotes seguirán siendo controlables. Acompañado de un buen rastreo de contactos y cuarentenas y aislamientos si son necesarios”.

Fábricas, mataderos y temporeros

Las fábricas, mataderos y agrupaciones de temporeros se han destapado como sitios de alto riesgo en toda Europa. Ha sido foco de varios en España, también de Huesca, y el que ha obligado a volver a confinar a 340.000 ciudadanos alemanes. Son todos espacios y circunstancias en los que el contacto entre trabajadores, en muchos casos en condiciones precarias, es muy frecuente y próximo, y en los que es habitual que no se garanticen todas las medidas higiénicas recomendadas. El portavoz Fernando Simón se ha referido a este tema y ha ido más allá: muchas veces no son solo las prácticas laborales, sino que se le suman sus condiciones materiales asociadas, ya que muchas de estas personas contagiadas viven además en lugares insalubres.

“Desgraciadamente, los trabajadores de los mataderos son personas de grupos sociales desfavorecidos y mantienen unas condiciones de transmisión más fáciles, no solo en el matadero sino también fuera. Son grupos que conviven todo el día no solo en el trabajo sino fuera de él. Por eso es difícil discernir si los contagios son dentro o fuera del matadero. No podría valorar si las condiciones de los mataderos favorecen, pero sí es una opción”, decía Simón sobre ello.

A todos los expertos consultados les inquieta que no se estén cumpliendo las medidas en estos lugares de trabajo, responsabilidad de los empleadores. A Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, concretamente le preocupaba que en muchas fábricas se fíe todo a las mascarillas. Puede llegar a ser contraproducente: “Es imposible que alguien la lleve ocho horas sin quitársela en ningún momento, eso no lo hace ni un médico que la sabe utilizar perfectamente. Si las empresas no fomentan la higiene y la distancia interpersonal, y le dan un valor indiscriminado a las mascarillas, va a poder suceder esto. Es un error clarísimo”.

Hay un problema con los temporeros y fábricas con “mayor hacinamiento” donde hace falta “un refuerzo de las medidas de prevención”, opina Fontán. Porque además en muchos casos surge de gente asintomática o que contagia días antes de desarrollar síntomas, por tanto no hay otra manera de controlarlo. Para García-Basteiro, a diferencia de la transmisión social, donde entra más en juego la responsabilidad individual, en estos casos es una cuestión de “aplicar la ley dentro de la fábrica. Es responsabilidad del empleador que se cumplan las medidas. Igual que si voy a un hospital me deberían llamar la atención”.

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