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Un nuevo estudio vincula las siestas prolongadas y frecuentes con un mayor riesgo de padecer Alzheimer

Una mujer durante un taller para evitar el deterioro cognitivo

Toño Fraguas

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Echar una cabezadita a lo largo del día es una práctica común entre los adultos mayores (y no tan mayores). Un estudio realizado por investigadores del Brigham and Women's Hospital de Boston (EEUU) ha aportado nuevas pruebas de que las siestas excesivas predicen un mayor riesgo de padecer Alzheimer en el futuro. Además, y de manera recíproca, sufrir Alzheimer aumenta la duración de las siestas durante el envejecimiento. Las conclusiones de la investigación se publican este jueves en Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association.

“Nuestros resultados no sólo sugieren que una siesta excesiva puede indicar un riesgo elevado de demencia de Alzheimer, sino que también muestran que un rápido incremento anual de las siestas puede ser un signo de deterioro o de progresión clínica desfavorable de la enfermedad”, afirma Peng Li, miembro del Programa de Biodinámica Médica en la División de Sueño y Trastornos Circadianos del Hospital Brigham, en declaraciones recogidas en una nota de prensa.

“Con nuestro estudio –añade– solicitamos que, para vigilar la salud de las personas mayores, se preste más atención a los patrones de sueño durante las 24 horas y no sólo el sueño nocturno”. El trabajo es fruto de la colaboración con el Rush Alzheimer's Disease Center y la Universidad de California en San Francisco.

Resultados contradictorios

No es la primera vez que se apunta a la relación entre las siestas, la calidad del sueño y la incidencia de Alzheimer y otros tipos de demencias. Existen resultados contradictorios sobre los efectos de las siestas en la cognición de los adultos mayores. Mientras que algunas investigaciones han demostrado que la siesta tiene beneficios sobre el rendimiento cognitivo agudo, el estado de ánimo y el estado de alerta, otros estudios han destacado los resultados adversos sobre el rendimiento cognitivo.

Sin embargo, los investigadores del Hospital Brigham reconocen que todos los estudios anteriores sobre la enfermedad de Alzheimer evaluaban la siesta en un participante y sólo una vez, la mayoría de ellos eran subjetivos y se basaban en un cuestionario. Por eso ahora han realizado una evaluación objetiva de las siestas para determinar su relación con el Alzheimer. El estudio, además, es longitudinal, es decir: mide al mismo grupo de personas a lo largo del tiempo. Los cerca de mil sujetos estudiados pertenecen, además, a una misma cohorte (un grupo personas que comparten una característica, en este caso, una edad media de 81 años).

Independientemente de factores de riesgo conocidos, como la edad, la duración y fragmentación del sueño nocturno, las siestas más largas y frecuentes son un factor de riesgo para desarrollar Alzheimer en hombres y mujeres mayores, cognitivamente normales

El presente estudio puso a prueba dos hipótesis. Primero, que los participantes, al envejecer, duermen la siesta durante más tiempo y/o con más frecuencia, siendo los cambios aún más rápidos con la progresión del mal de Alzheimer. Segundo, que los participantes que duermen siestas excesivas tienen un mayor riesgo de desarrollar demencia de Alzheimer.

El equipo ha estudiado a más de mil personas, con una edad media de 81 años, a las que se les dio un dispositivo llamado Actical, similar a un reloj, para que lo llevaran en la muñeca durante un máximo de 14 días. El equipo identificó los episodios de sueño mediante un algoritmo de puntuación del sueño previamente validado que tiene en cuenta el recuento de la actividad de la muñeca. Una vez identificados los episodios de siesta, se calculó su duración y frecuencia.

Los investigadores descubrieron que la duración y la frecuencia de las siestas estaban correlacionadas con la edad y encontraron también una relación bidireccional entre el sueño diurno y la demencia de Alzheimer: independientemente de factores de riesgo conocidos, como la edad, la duración y fragmentación del sueño nocturno, las siestas más largas y frecuentes se revelan como un factor de riesgo en el desarrollo de Alzheimer en hombres y mujeres mayores y cognitivamente normales.

Un ‘círculo vicioso’

Además, según la investigación, los incrementos anuales de la duración y la frecuencia de las siestas se aceleran a medida que progresa la enfermedad, especialmente después de la manifestación clínica del Alzheimer. En definitiva, los autores describen la relación entre la siestas y el deterioro cognitivo como un “círculo vicioso”.

“El círculo vicioso que observamos entre el sueño diurno y la enfermedad de Alzheimer ofrece una base para comprender mejor el papel del sueño en el desarrollo y la progresión del Alzheimer en los adultos mayores”, afirma Li.

Los autores reconocen, sin embargo, tres limitaciones principales del estudio. En primer lugar, aunque la actigrafía (el uso de aparatos medidores en la muñeca) se ha utilizado ampliamente en los estudios del campo del sueño y se ha validado, los investigadores reconocen que la polisomnografía (el uso de electrodos en la cabeza y otras zonas del cuerpo) es el estándar para el análisis del sueño. En segundo lugar, los participantes estudiados son mayores y, por lo tanto, los resultados pueden no ser fácilmente trasladados a cohortes más jóvenes. En tercer lugar, los estudios futuros deberían comprobar si una intervención directa en las siestas puede reducir el riesgo de sufrir Alzheimer o deterioro cognitivo.

Observar nuestras rutinas

“Nuestra esperanza es llamar más la atención sobre los patrones de sueño diurno y la importancia de que los pacientes observen si su horario de sueño está cambiando con el tiempo”, dijo el coautor principal Kun Hu, miembro del Programa de Biodinámica Médica en la División de Sueño y Trastornos Circadianos del Hospital Brigham. “Los cambios en el sueño son fundamentales para configurar los cambios internos del cerebro relacionados con los relojes circadianos, el deterioro cognitivo y el riesgo de demencia”. 

La Sociedad Española de Neurología calcula que en España hay unas 800.000 personas que sufren esta enfermedad. Por su parte, la OMS la considera una de las 10 principales causas de discapacidad, dependencia y mortalidad en el mundo.

El número de adultos –de 40 años o más– que viven con algún tipo de demencia –no solo Alzheimer– en todo el mundo se triplicará de aquí a 2050. El incremento en España será del 83% (de los casi 827.000 casos que se detectan anualmente ahora, a los 1,5 millones en 2050). Esta es la predicción del estudio multinacional 'Global Burden of Disease', el primero que ofrece estimaciones de previsión para 204 países de todo el mundo, y que se publicó en enero en 'The Lancet'.

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