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ENTREVISTA | Mònica Nadal, investigadora

“Cuando las familias se implican en la educación de sus hijos, consiguen mejores resultados académicos”

Mònica Nadal, investigadora de la Fundación Jaume Bofill / Foto cedida

Laura Galaup

La participación de las familias en la educación de sus hijos está relacionada con los resultados académicos, es una de las conclusiones a las que llega la Fundación Jaume Bofill. Esta institución ha publicado el Libro Blanco de la participación de las familias en la escuela, en el que varios expertos han encuestado a AMPAS y familias para conocer cómo está evolucionando la presencia de los progenitores. La directora del departamento de investigación es Mònica Nadal.

¿Es importante que las familias se impliquen la escuela?

La participación de las familias en la escuela es buena por muchos motivos. Uno, porque su participación crea cohesión en los centros educativos, percepción de comunidad, más gente aportando sus conocimientos e ideas y más calidad educativa. Además añade presión sobre el equipo directivo para que se pongan las pilas y no se relajen.

Luego, hay investigación extensa que pone de manifiesto que cuando los padres están implicados en la escolaridad, les ayudan a hacer los deberes, se aseguran de que llevan el material a la escuela, asisten a las reuniones cuando son convocados por los tutores; consiguen más éxito académico.

Los niños y las niñas perciben la continuidad entre la escuela y su casa, sienten que hay alguien que vela para que puedan cumplir con las rutinas de la escuela. Estos estudios aseguran que cuando los padres hablan con sus hijos sobre la escuela, [los alumnos] tienden a tener mejores resultados. Las familias que se aseguran de que sus hijos lean, también consiguen una mejora en el rendimiento académica. Está bastante avalado.

¿Cuentan todas las familias con información para saber acompañar a sus hijos? ¿conocen cómo funciona el sistema educativo?

Cuando los padres pueden seguir la escolaridad y entienden qué sucede en la escuela, a sus hijos les va mejor. Ahí aparecen las diferencias. Muchas veces la escuela no explica claramente qué pide a los padres o les piden cosas que ellos no pueden aportar. Los centros educativos deberían trabajar mucho más qué les pide a las familias y darles herramientas para poder hacer ese trabajo, sin generarles culpas ni presiones que no les corresponden.

Por ejemplo, si esperan que las familias ayuden a sus hijos a hacer los deberes puede ser un error porque algunos padres sí que tienen los conocimientos pero otros, no. Sin embargo, lo que ayuda a los niños y las niñas es que los padres aporten las condiciones para que puedan hacer los deberes y no que las familias les ayuden a hacerlos.

En sus estudios aluden a la brecha socioeconómica, ¿los centros educativos cuentan con herramientas para incorporar a esas dinámicas de los colegios a familias inmigrantes o en riesgo de exclusión social?

Con muy pocas. Hay más recursos en Primaria que en Secundaria, pero en general muy pocos. La mayoría de las familias inmigrantes tienen expectativas muy altas en el futuro de sus hijos, quieren que sean médicos, abogados o profesiones así. Pero no saben qué es lo que tiene que pasar entre medias, eso depende de las decisiones que se van tomando a lo largo del camino, de asegurarse que tienen hábitos de estudios. Culturalmente su relación con la escuela es de distancia absoluta.

En muchas ocasiones no saben cómo acompañar esas expectativas y la escuela no les explica de qué va, qué hacen ahí los niños, cómo transcurre el día a día o para qué sirven los deberes que van a hacer. En cambio aquí hay una expectativa de que las familias pregunten, participen, pero que nadie explica. O se termina explicitando con un reproche porque no participan. Creo que faltan muchos instrumentos.

¿Con qué recursos se podría dotar a los centros para mejorar la participación de esas comunidades?

Hay una gama de actividades que los padres podrían hacer en las escuelas y que seguramente se adecuarían mucho más a lo que pueden ofrecer. Por ejemplo, invitar a algunas familias a dar una charla para explicar a qué se dedican, hacer un taller de algo que los padres y madres saben hacer. Muchas escuelas que lo han hecho con familias inmigrantes, les ha salido muy bien. Con talleres de repostería típica de su país, es una forma informal de implicar a las familias en la escuela. Bajo ese contexto pueden iniciar una conversación con los maestros y encontrarse en un ámbito distinto del formal en el que acude a una reunión para que le expliquen cómo va su hijo. Se crean relaciones de confianza.

Eso se ha visto en las comunidades de aprendizaje. Son escuelas que las que el eje central es una comunidad formada por padres, maestros, personal de apoyo – como monitores de comedores – y alumnos.

¿Cómo participan las familias en la escuela?

La participación en la escuela no es lo mismo que en la escolaridad. La participación en la escuela tiene un efecto indirecto sobre los resultados. No se puede decir que cuando los padres participan en el AMPA los niños sacan mejores notas. No hay tanta causa efecto. Lo que hemos visto es que una vida asociativa rica en el centro educativo tiene un efecto en la calidad educativa. Los niños tienen más extraescolares, más excursiones interesantes, más actividades de calidad.

Hicimos una encuesta a 1.500 asociaciones de Catalunya, una de las conclusiones era que cuando hay un AMPA en el centro se mejora la experiencia educativa de aquellos niños y niñas que tienen menos posibilidades. Si las familias están bien organizadas consiguen destinar parte de sus recursos a becas para las excursiones de estos alumnos.

El paso de Primaria a Secundaria es uno de los momentos clave que algunos alumnos entrevistados por Unicef, para un informe sobre abandono escolar, destacaron como punto de inflexión en el que comenzaron a desengancharse y a repetir curso. Su fundación también destaca la desaparición de la participación familiar en la ESO, ¿a qué se debe? alumnos entrevistados por Unicef,

Afecta mucho porque de repente hay una discontinuidad entre la vida escolar y la familiar, coincidiendo con un momento de desorientación de los estudiantes. En este punto los padres no saben quién es el referente, con quién tienen que hablar. Desconocen si en el instituto pueden entrevistarse con algún profesional para explicarles lo que les inquieta sobre sus hijos. Los chicos en la adolescencia tratan de aprovechar lo mejor de los dos mundos. Si sus padres no les molestan, piensan que es lo mejor.

En la escuela la comunicación con la familia es fundamentales para que los progenitores sepan qué es lo normal, qué debería estar haciendo su hijo en el instituto. ¿Tendría que estar estudiando? ¿tiene examen cada quince días o cada semana? La mayoría de las familias no tienen esa información, no se lo han explicado con claridad, nadie les ha interpelado.

¿Cómo se refleja esa brecha socioeconómica?

A mayor nivel de estudios de las familias, mayor participación escolar. Se ve de forma clara en la composición de las AMPAS. En las juntas directivas hay sobrerrepresentación de estos padres y una representación reducida de progenitores de origen inmigrante o bajo capital cultural. Hay una parte que se entiende perfectamente, formar parte de la junta de un AMPA requiere un tipo de socialización política que tiene que ver con la participación anterior en asociaciones de algún tipo. Sabemos que las familias de clase media, las familias con más capital cultural, han participado en otras organizaciones cuando estaban en la universidad o en entidades de barrio.

¿Las familias se implican en la escuela y en la escolarización?

Los datos son positivos, la mayoría de las familias participan. La inmensa mayoría acude a las reuniones cuando se les convoca y a los eventos de la escuela. Me refiero a Catalunya, que es donde hemos hecho una encuesta a 1.500 familias, entre los datos destacados el 84% de las familias está asociada al AMPA. Es verdad que pude ser para que sus hijos participen en el comedor y en las extraescolares, depende de lo que la asociación les ofrezca.

Creemos que las familias sí que participan en la escuela, que participarían más si supieran cómo hacerlo y de qué modo es eficaz su participación. Una de las cosas que vimos nosotros es que o participan a tope y son miembros de la junta del AMPA, de las comisiones, del consejo escolar; o tienen una participación muy pasiva, acuden solo cuando se les llama.

¿De qué depende que las escuelas evolucionen a nuevos modelos de participación familiar? ¿cómo lo podrían potenciar las administraciones públicas?

No es fácil por una razón que los psicólogos conocen como gramática escolar. Es por decirlo así, la cultura tácita de los centros educativos. En el fondo muchos colegios sienten, viven y se organizan de tal modo que las familias entregan al niño, los docentes hacen su trabajo, lo devuelven a los padres y al día siguiente se lo vuelven a traer.

Ahí las administraciones locales pueden jugar un papel importante, ayudando en la formación de las AMPAS en escuelas que no tienen, acompañando a aquellas asociaciones que son más débiles a fortalecerse e implicando a las familias. Una de las tragedias de los recortes fue que la mayor parte de las subvenciones que recibían desaparecieron, eso dejó a las AMPAS, sobre todo de escuelas más pobres, sin recursos para proponer actividades.

Normalmente los centros funcionan de modo aislado. Donde serían más necesarias esas dinámicas de participación es donde menos se producen porque no hay recursos culturales, ni económicos para hacerlo posible; y donde hay AMPAS más activas, hay más recursos.

En uno de sus informes aseguran que la Lomce hace menos democráticas las escuelas, ¿por qué? ¿Cree que se está notando el impacto?uno de sus informes

La Lomce limita la participación institucional porque reforzaba el rol del equipo directivo y dejaba a los consejos escolares como un órgano consultivo. Por lo tanto, en ese sentido en la práctica dependerá de si el centro educativo quiere tomarse en serio a las familias o no. Al final, aquí en Catalunya la mayor parte de los centros educativos decidieron seguir tratando al consejo escolar como lo que es, un espacio de toma de decisiones consensuadas y de trabajo compartido.

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