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La nueva cepa del coronavirus, la curva al alza y la llegada del invierno ensombrecen el optimismo creado con las vacunas

Un hombre se somete a las pruebas PCR dentro del Plan COVID-19 de la Comunidad de Madrid. EFE/Mariscal/Archivo

Raúl Rejón / Marta Borraz

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La nueva cepa del coronavirus hallada en Gran Bretaña ha sido el último golpe. La mutación del SARS-CoV-2, un 70% más contagiosa, se ha unido a la inversión de la curva de casos en España y el resto de Europa y la nueva ronda de restricciones, internas e internacionales, impuesta por el repunte de la pandemia. Y todo esto en el inicio de la época del año más propicia para la transmisión de virus respiratorios, como demuestra cada temporada la gripe. El optimismo suscitado por los primeros anuncios de vacunas efectivas se ha diluido.

Para los expertos, lo que está ocurriendo demuestra la importancia de ser cautelosos con la evolución de la pandemia. No porque, por ejemplo, “la vacuna no vaya a funcionar”, en palabras de Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria de la OMS, sino porque “hay desafíos múltiples y frentes simultáneos que hay que ir cubriendo”.



Acuña insiste en que no se trata de un 'llegó la vacuna y ya está todo resuelto'“. Por un lado, apunta a que, aunque progresivamente el suero vaya administrándose a la población, ”nos tenemos que mentalizar de que hay que seguir manteniendo la guardia en alto con todas las medidas“ porque, si todo va bien, al menos hasta después del verano no habrá altos porcentajes de inmunización.

La oleada de anuncios vacunales

Hace poco más de un mes, la farmacéutica Moderna culminaba una semana luminosa al anunciar que su vacuna ofrecía un 94,5% de eficacia frente a la COVID-19. Siete días antes, Pfizer/Biontech afirmaba que su producto alcanzaba el 90%. Solo un día después la rusa Sputnik V subía su umbral de éxito al 92%. El optimismo se aceleró.

De manera casi inmediata las cotizaciones de los laboratorios pegaron subidones al rebufo de ese sentimiento positivo. Subidas vertiginosas para Pfizer (8%) y Moderna (11%) al publicar sus anuncios (no sus datos). Pero no ha quedado ahí la tendencia. Al aproximarse las campañas de vacunación se ha repetido un mensaje parecido que incluía la frase “luz al final del túnel”.

El primer ministro británico, Boris Johnson, afirmaba el 2 de diciembre al autorizarse el uso de la vacuna en el país que los sueros “en definitiva, nos permitirán reclamar nuestras vidas y poner la economía en movimiento otra vez”. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, tuiteaba: “Hay una luz al final del túnel”. Menos de 20 días después, una mutación del coronavirus ha aguado un poco estos presagios.


La evolución de la epidemia en España en comparación con los principales países

Evolución del número de nuevos casos y muertes notificados por cada millón de habitantes desde el inicio de la epidemia en los 48 países con más casos confirmados


Lo cierto es que la proximidad de sueros que consiguieran inmunizar a la población frente a este nuevo coronavirus no deja de ser una buena noticia. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, celebraba la ruleta de anuncios sobre vacunas efectivas el 25 de noviembre. Y aplicó la misma fórmula: “Con las últimas noticias positivas de los ensayos de vacunas, la luz al final de este túnel, largo y oscuro se está volviendo más brillante”.

La misma metáfora que la que utilizaba el presidente de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet y que el Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, que analizó que las noticias sobre los sueros permitirían a los empresarios vislumbrar esa misma luz en el mismo túnel. Incluso el ministro de Sanidad, Salvador Illa, decía el 6 de diciembre que los sueros serían la “puntilla” del virus aunque, advertía, “quedan meses muy duros”. Un análisis que esta semana parece más sólido.

Tras el hallazgo en Gran Bretaña de la mutación del virus, Fernando García, portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública apunta a “seguir el principio de precaución” porque “más vale pecar por exceso que por defecto ante esta situación de incertidumbre”. Si la mutación se instala “y se impone” en nuestro país, el experto cree que “habría que extremar mucho” el control y quizás revisar las medidas contra la pandemia y reitera la necesidad de reforzar el rastreo, la capacidad diagnóstica y los servicios de Salud Pública y Atención Primaria. López-Acuña celebra las limitaciones de vuelos con Reino Unido, pero “no alcanza solo con ello”, sino que “debemos hacer una vigilancia epidemiológica muy estrecha y un rastreo retrospectivo de las personas positivas que hayan venido de allí para determinar si obedecen a la nueva variante”.

La relajación alimentó la curva

Las cosas empezaron a torcerse al invertirse la tendencia de la curva de contagios en la segunda semana de diciembre. La COVID-19 se había disparado en España durante todo el mes de octubre hasta superar una incidencia acumulada a 14 días de 527 casos por 100.000 habitantes el 3 de noviembre. Las medidas al amparo de la declaración del estado de alarma redujo los contagios que llevaron esa incidencia por debajo de los 200 casos por primera vez desde agosto el pasado 9 de diciembre. Pero la pandemia había iniciado ya su rebote.

La “relajación” asociada al puente de la Constitución creó una nueva bolsa de contagios múltiples cuyos efectos se han ido constatando semanas después, según el análisis del Centro de Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad dirigido por Fernando Simón. La incidencia ha vuelto a crecer a más de 224 casos por 100.000 habitantes, 10 puntos por encima del 18 de diciembre. Algunas comunidades autónomas están más allá: Baleares rebasa los 400, Madrid los 300, la Comunidad Valenciana cuenta 276, Castilla-La Mancha, 277 y Euskadi 241 casos por cada 100.000 habitantes. La secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, ha advertido este lunes que lo esperable es todavía “una tendencia al alza en los próximos días”. Y, en la secuencia lógica, también se prevé un “empeoramiento” en los datos asistenciales: personas ingresadas en hospitales y pacientes en las UCI.



Todos estos reveses se han acumulado al inicio de la semana 51 de año. Fin del otoño y arranque del invierno. A partir de este momento comienza la época de mayor riesgo para la transmisión y contagio de virus respiratorios como evidencia la gripe una temporada tras otra. De hecho, en la campaña de vacunación contra la gripe de este año, el Ministerio de Sanidad recordaba que el modo de transmisión y los síntomas de esta patología y la COVID-19 “son muy similares”.

Los registros de las epidemias anuales de gripe muestran cómo su curva inicia el ascenso entorno a la semana 49 y 52 de cada año y alcanza sus máximos sobre las semanas 4 a 6 del siguiente curso. Esto es sobre finales de enero y comienzos de febrero, como ilustran los registros del Sistema de Vigilancia de la Gripe del Instituto de Salud Carlos III.

Así que este tridente de sombras ha eclipsado la recomendación de la Agencia Europea del Medicamento para autorizar la vacuna de Pfizer. Este visto bueno se daba por descontado y va a permitir iniciar la campaña de vacunación en España el próximo domingo 27 de diciembre. Con todo, Fernando García reflexiona que “hasta ahora se pensaba que no iba a ser lo mismo que con la vacuna de la gripe porque el SARS-CoV-2 muta mucho menos, pero el futuro no está escrito. Lo cierto es que no podemos esperar librarnos definitivamente de este virus, tendremos que convivir con él de un modo u otro”.

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