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La batalla del Brexit

CC.OO. exige al Gobierno una mayor implicación en la defensa del empleo afectado por el Brexit

Javier Pérez Royo

La absorción de manera institucionalizada del principio de legitimidad propio del Estado Constitucional en el continente europeo ha consumido varios siglos. El proceso empezó a mediados del siglo XVII en Inglaterra con la detención, enjuiciamiento y ejecución del Rey Carlos I por “haber desatado la guerra al Parlamento y al pueblo representado en el Parlamento”. De esta manera se inició el tránsito de la soberanía de origen divino del monarca al principio de soberanía parlamentaria, con base en el cual se constituiría el Estado Constitucional en Inglaterra. Hasta 1927 en que se reconocería el sufragio femenino, dicho principio no se expresaría de manera inequívocamente democrática.

En la Europa continental el proceso arrancaría a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa. La soberanía de origen divino sería sustituida por la soberanía nacional. A través de las guerras napoleónicas dicho principio iniciaría un proceso de expansión por el continente europeo, que acabaría convirtiéndose en irresistible, pero que tardaría todo el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX para imponerse de manera definitiva. La tensión entre el principio de soberanía nacional y el principio monárquico-constitucional domina el constitucionalismo europeo hasta la Primera Guerra Mundial. El resultado de dicha tensión fue una forma política  aristocrático-oligárquica, con un sufragio fuertemente censitario, que convertía al Estado en una  suerte de “club de propietarios”.

Con el final de la Primera Guerra Mundial se inicia la transición del Estado Liberal oligárquico del XIX al Estado democrático, transición que encontrará resistencias múltiples, que únicamente acabarán siendo superadas en la parte occidental del continente (con las excepciones de Grecia, Portugal y España) con la Segunda Guerra Mundial y en la parte oriental con el final de la Guerra Fría en 1989.

A partir de la imposición del principio de legitimación democrática a escala continental se inicia la transición de las “Comunidades Europeas” de los años 50, constituidas inicialmente por seis países, en las que se van integrando los demás países occidentales, en la Unión Europea (Tratado de Maastricht). Se empieza a hablar de Constitución Europea. Se inicia el experimento de proyectar a escala continental el principio de legitimidad democrática que se ha impuesto en cada uno de los países que se integran en la Unión. Desde ese momento estamos viviendo el proceso de absorción institucionalizada de dicho principio de legitimación democrática a escala continental. Las resistencias están siendo diferentes de las que encontraron el principio de soberanía nacional en el “largo” siglo XIX, 1989-1914, y el de soberanía popular en el “corto” siglo XX, 1914-1989, pero no menos difíciles de superar. No se expresan en la forma de conflictos bélicos, sino de conflictos políticos, que pueden ser no menos paralizantes.

De entre todos los obstáculos que el proceso de construcción de la Unión Europea, entendiendo por tal el que se inicia después de la Segunda Guerra Mundial y no en 1992, la que podríamos denominar “La Batalla del Brexit”, es el más importante. Hasta el momento el proceso de construcción político-económica de Europa había tenido que enfrentarse con problemas de “integración”, con las dificultades de incorporación de nuevos países con un nivel más bajo de desarrollo económico y de menor cultura democrática. Con el Brexit tiene que enfrentarse a un problema de “desintegración”, del que es protagonista un país que fue el primero en hacer la transición del feudalismo al capitalismo y en construir el Estado Constitucional, del que hemos aprendido todos los demás sin excepción.

El resultado final de la batalla del Brexit está todavía por ver. Pero su proyección sobre la absorción institucionalizada del principio de legitimidad democrática en el continente europeo va a ser enorme. En negativo o en positivo.  A los alumnos, cuando les explicaba la tensión entre la democracia parlamentaria y el Estado nacional-socialista/fascista, les solía decir que antes de la batalla de Stalingrado no estaba claro cuál de las dos alternativas iba a acabar imponiéndose. Después, sí. Para la Unión Europea en su enfrentamiento con las opciones populistas internas con apoyo internacional que intentan hacerla saltar por los aires, el resultado final de la “Batalla del Brexit” puede suponer algo parecido.  

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