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El Hospital Virgen de las Nieves de Granada logra curar una grave arritmia a un bebé prematuro

Marina Álvarez, consejera de Salud, junto a profesionales que han curado al bebé

Álvaro López

La vida del pequeño Max es la vida de un bebé normal de nueve meses. Pero a su corta edad, el niño no es consciente de que su vida pendió de un hilo nada más nacer. A las pocas semanas de gestación, apenas 32, los médicos que hacían el seguimiento del embarazo a su madre, de origen francés, Maud Roseline, detectaron que algo no marchaba bien en el feto. Fue en ese momento cuando empezó una carrera contrarreloj en el Hospital público Virgen de las Nieves de Granada con final feliz para salvar el corazón dañado de Max. Una operación que consistió en la ablación del corazón del bebé cuyo peso de apenas 2,5 kilos y el hecho de haber nacido prematuro, se ha convertido en un hito de la medicina andaluza y española. Solo hay un precedente similar en España y tuvo lugar en el Hospital Clinic de Barcelona en 2013.

Con una rueda de prensa en la que ha estado presente la consejera de Salud, Marina Álvarez, se ha puesto de manifiesto que todo salió bien. El equipo de cardiólogos que operaron a Max hace ahora nueve meses, han detallado el procedimiento por ablación capitaneado por Luis Tercedor. Un médico que junto con los demás profesionales que intervinieron en este proceso, demostraron que es posible llevar al límite las posibilidades de una operación que nunca se lleva a cabo en niños que pesen menos de 15 kilos. Debido en parte a la rareza de la dolencia que tenía Max. Padecía una arritmia incesante que solo se da en 1 de cada 5.000 embarazos. Mientras que la ablación cardíaca solo se da en un 3% de los casos en pacientes pediátricos que además suelen tener entre 7 y 15 años.

Un procedimiento extremo

La rápida actuación de los obstetricias que llevaban el seguimiento del embarazo permitió que se pudiera detectar la arritmia a las 32 semanas de gestación y provocar un parto prematuro que permitiera curar al bebé. No obstante, los médicos empezaron a administrar fármacos intrauterinos a la madre antes del nacimiento de Max para tratar de evitar una intervención quirúrgica muy complicada en un bebé tan pequeño. La cardióloga pediátrica del Hospital Materno Infantil de Granada, Francesca Perin, confirma que la clave del éxito ha estado en la coordinación de los médicos: “Todos sabemos que disponemos de una tecnología de altísimo nivel pero lo prioritario es juntarse todos los profesionales y ver qué podemos hacer”.

Si bien tuvo que llevarse a cabo la ablación del corazón enfermo del bebé, la intervención inicial con fármacos resultó decisiva pues la frecuencia cardíaca bajó -hasta ese momento estaba habitualmente por encima de las 200 pulsaciones- y la insuficiencia desapareció. Eso permitió que Max pudiese nacer ya que de no haber usado fármacos probablemente el bebé no habría sobrevivido en el momento del parto. “Fueron momentos de gran tensión para los profesionales”, ha confesado Perin.

Desde el mismo momento en que el bebé nació, estuvo en cuidados intensivos. Luis Tercedor no ha dudado en calificar la dureza de la situación a la que se enfrentaron. Su sinceridad se explica con números porque solo en 2016 él y sus compañeros tuvieron que atender 426 ablaciones de las que solo 23 fueron en niños. Tras hablar con los padres de los riegos que corría el bebé, decidieron llevar la única salida viable aunque compleja que quedaba: llevar a cabo la operación en un corazón que tenía apenas el tamaño de una nuez y unas venas de milímetros. La ablación consiste en la creación de pequeñas cicatrices en zonas del corazón que pueden estar involucradas en problemas con el ritmo cardíaco de la persona.

La intervención quirúrgica fue prolongada, cercana a las cinco horas con catéteres que están pensados para actuar en cuerpos adultos. De hecho, la quemadura que provoca la ablación es de unos 5 milímetros que en un cuerpo adulto es pequeña pero que en este caso, al tratarse de un bebé prematuro, podía producir daños en otras zonas del cuerpo. Por fortuna para Max, su familia y el equipo de médicos que le atendió, la operación fue un éxito. No obstante, el bebé tuvo que permanecer ingresado aún cerca de un mes más para controlar que el ritmo cardíaco se estabilizaba y que la salud de Max mejoraba.

Para los padres, todo el proceso fue muy duro de vivir. Maud Roseline, madre de Max, ha querido agradecer a los médicos su trabajo y su esfuerzo para poder permitir la vida de su hijo. Sin embargo, pese al trago que tuvieron que padecer, ha afirmado que durante la operación “sentimos esperanza porque todo pudiera salir bien”. Y la realidad apoyó sus deseos. Max sobrevivió a una ablación casi imposible en un bebé prematuro y hoy es un niño sano. Tal y como explican los profesionales que le atendieron, “Max tiene un corazón totalmente normal”. Basta ver al bebé para comprobar que efectivamente es un niño como cualquier otro. Sorprende ver su calma y la ausencia de llanto, quizá porque en su inconsciencia algo le hace sentir que la vida es, sin duda, un auténtico regalo.

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