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La marca PP: chantajistas contra guarros

Ruth Toledano

Luis Salom Andrés ha solicitado el registro de las marcas y el logo de Guanyem Barcelona y Guanyem València en la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM). Una jugarreta infantiloide que reafirma la paupérrima situación política en la que se encuentra nuestro país. Y Rita Barberá (alcaldesa –se diría que vitalicia por voluntad popular- de la ciudad de Valencia), ante las reacciones a la tontería de su asesor –que no ante la tontería en sí-, se pregunta si es que “estamos en el colegio”. La respuesta es sí, señora. Pues el asesor Salom podría haber encarado un debate público sobre las propuestas políticas de Guanyem, sobre los recursos y las posibilidades de Guanyem, sobre la representación de Guanyem. Y habría podido contribuír así a elevar el nivel general del discurso, habría podido aportar algo positivo. Podría, incluso, haber utilizado un poco de mala baba para poner en evidencia a Guanyem por no haber cumplido con el trámite administrativo de ese registro. Pero tratar de apropiarse de ello es como quitarle al compañero su pelota a empujones. Ciertamente, una suerte de desprecio definitivo del honor, político y humano, una falta de respeto al tablero del juego en el que estamos todos, un proceder grotesco que sonroja a cualquier demócrata, un hecho ridículo del que se deduce que Salom y el PP están bastante asustados y reaccionan con pataletas, como niños que son muy mal educados por repeinados que vayan al cole: la derecha fascistoide española sigue comportándose como esos niñatos que llaman “guarros” a los demás, algo que ha hecho el propio Salom.

Podemos extraer alguna conclusión (no por consabida menos interesante y que conviene no perder de vista) de las tonterías de Salom, así como del hecho de que su partido, el PP, no se haya pronunciado ante ellas y de que su jefa, Rita Barberá, lejos de desmarcarse de alguien que, en circunstancias políticas normales, desprestigiaría a su consistorio, a su ciudad, a su partido y a sí misma, todo lo que haya dicho es “no entender cómo se critica a un señor por ejercer su libertad dentro de la ley”.

La primera conclusión tiene que ver con el hecho de que una persona capaz de actuar como lo ha hecho Salom ocupe un cargo de asesor político. Es algo que se ha convertido en habitual, pero que supone un atentado a la cosa pública, un abuso de los recursos de todos. Los 4.000 euros brutos que cobra Salom, siendo indignantes, no son lo más grave: lo peor es que hoy nos hemos enterado de la clase de acciones a las que se dedica ese tipo a semejante precio, pero él ejerce de asesor todos los días, por lo que cabe preguntarse cuántas otras cosas deshonestas habrá hecho sin que hayamos llegado a enterarnos. Y, como él, cientos de asesores, más o menos ruidosos (Botella ha llegado a tener en el Ayuntamiento de Madrid cerca de 200).

Es decir, que la política municipal de ciudades como Valencia está en manos de esa peligrosa clase de políticos. Peligrosa, más que por costosa, por, cuando menos, de un infantilismo estúpido que tiende a obstaculizar, a boicotear los procesos democráticos. Una clase, cuando más, corrupta, prevaricadora, despótica, mentirosa, chulesca y, en una infame y vergonzosa vuelta de tuerca, chantajista. No son calificativos gratuitos, como es bien sabido, y no debemos acostumbrarnos a ellos. Si prestamos atención a su verdadero y grave significado, tendremos un más que preocupante retrato de la política que ha normalizado el PP.

Sin embargo, en una cínica tergiversación de esa realidad, la alcaldesa Barberá sale en defensa de su asesor diciendo que lo que Salom ha pretendido es sacar a la superficie las “debilidades” de ciertos colectivos. Es decir, que debilidad política no sería (como ha sucedido en su partido y, de forma sangrante, en su Comunidad) robar, engañar, prevaricar, especular, destruir o apropiarse del espacio y los recursos públicos, sino no haber registrado una marca y un logo. Esa es la altura de miras políticas de esta señora, el listón al que, al parecer, aspiran sus reiterados votantes. Añade Barberá que “lo único que ha hecho Salom” es poner en evidencia la falta de “preparación” de estos grupos, y al método, de corte mafioso, de Salom lo ha llamado “ardid”. Salom, el preparado (¡otro más!).

Se deduce, pues, que estar preparado para hacer política no supone reunir una serie de nobles valores destinados a la búsqueda y el ejercicio del bien común, sino la cualidad del matón de patio de colegio. La política como un sucio juego. Como un burdo cachondeo. Como el repugnante chantaje que Salom ha hecho a Ada Colau y a Pablo Iglesias. No es de extrañar, por otra parte, pues frivolizando ese chantaje, lo que hacen los políticos del PP es legitimar métodos gansteriles que les son propios, y disculpar una manera de estar y de actuar en el contexto político e institucional: las comisiones por permisos y concesiones de obras irregulares son una forma de chantaje, de la que los políticos valencianos del PP son masters del universo; utilizar el título de Duque de Palma para recibir contratos millonarios se puede entender como una forma de chantaje, por mucho que la ley le ponga nombres menos escabrosos. Pero, claro, todos ellos podrían haberse inspirado en ejemplos máximos: los obligados porcentajes que por grandes contratos han engrosado, presuntamente, la fortuna del rey Juan Carlos (uno de los dos reyes que tenemos en España, incluida Valencia la republicana): sería una forma, regia, de chantaje.

Legitimado, pues, por los suyos como chantajista, Salom se crece y, con sonrisa gamberra, aprovecha los minutos de espuria gloria que le proporciona su “ardid” para reafirmarse en nuevas amenazas tuiteras. Y días después de su chistosa jugarreta insiste en su bajeza con tuits de esta calaña política: “en estos momentos cualquiera puede registrar como marca ‘ganemos Madrid’ en esta web” (y la enlaza, el lumbrera 4.0); “sencillo, verdad? parece q no tengan interés en usar ese nombre, Ganemos Madrid, Sevilla, etc siguen sin estar registradas”, “tú preocúpate de q tus amigos de Ganemos Madrid registren la marca antes de q les desaparezca ;-)”, “mira si son burros o prepotentes que la marca ‘Ganemos Madrid’ sigue sin estar registrada. Luego patalean”, “jeje, pero no aprenden, sigue la marca ‘Ganemos Madrid’ sin registrar en la OEPM. ¿Chulos o ineptos?”.

Salom ha resumido la ruindad que le está dando unos días de ocupación como asesor del PP calificando de “pardillos” a quienes no han registrado las marcas y logo de Guanyem Barcelona y Guanyem València. Recurre a un calificativo tontorrón para desviar la atención de lo verdaderamente significativo de su artimaña, tal y como la describe Colau: “Una mamarrachada que guarda relación con el Partido Popular, un síntoma perfecto de cómo la política neoliberal consiste en la privatización indebida de los bienes comunes, una prepotencia que se ampara muchas veces en una pretendida legalidad, violentando la ley a su favor”. En efecto, pretender privatizar la marca Guanyem es la caricatura quintaesencial del afán privatizador del PP y de su estilo siciliano: secuestrar un logo y una marca, y pedir rescate en forma de donación es, lisa y llanamente, extorsión. Un burdo impuesto revolucionario que tendría que haber puesto a Salom de patitas en la albufera. Pero no.

Por cierto, nada ha dicho al respecto de esa extorsión la ONG, católica y presuntamente sin ánimo de lucro, a la que el asesor de patio de colegio quiere destinar el impuesto revolucionario: Sant Joan de Déu (creo que Salom dice San Juan de Dios). Podemos también sacar nuestras conclusiones, son fáciles. Y nada han dicho, tampoco, los correligionarios de Nuevas Generaciones del PP, de las que procede el “preparado” Salom, pues deben de estar muy ocupados levantando el brazo para saludar como nazis y, acaso, jaleando en la sombra a quienes queman “trapos separatistas” y, consecuentemente, maltratan vaquillas.

En fin, una muestra más de la miseria política que, precisamente, Guanyem viene con intención de combatir. Lo preocupante de la tontería a la que ha recurrido Salom ante el avance de esa alternativa política no es siquiera lo que pueda pasar con la marca y el logo de Guanyem, sino que el más burdo chantaje público se sume a la ya putrefacta marca PP. El colmo de los colmos, que ya era difícil.

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