E de España y E de estreno en 1975, para los actores significaba no cobrar ensayos, no cotizar, hacer doble función cada día y a veces triple, ser despedido sin aviso previo ni causa justificada, no ingresar el sueldo si la función iba mal, trabajar con textos censurados, tener un Carnet de teatro, circo y variedades, pertenecer a un sindicato vertical denominado Sindicato Nacional del Espectáculo. Y comprobar si te estaban vigilando minutos antes del inicio de cada función introduciendo un ojo en el agujerito abierto en el telón, por si los dos policías que tenían sitio reservado en la sala habían ocupado, o no, sus butacas.
Hasta que las actrices y actores se hartaron de que lo suyo no fuera considerado un trabajo, del halo romántico que a día de hoy pervive y sigue haciendo mucho daño, y de la precariedad que también persiste como un chicle americano pegado a los zapatos. Y se cansaron de no descansar: “Si todo el mundo descansa ¿por qué no vamos a descansar nosotros? Si lo dice hasta Franco, coño” dijo Juan Diego un día del año 1972. Los actores españoles estaban tan cansados que se hartaron incluso de estar hartos y de no hacer nada para dejar de estarlo. Entonces empezaron a hacer cosas por su causa (y no solo).
Algún año y pocos meses antes de la huelga
En 1972, Concha Velasco y Juan Diego, que estaban en el teatro Lara de Madrid representando ‘La llegada de los dioses’, de Buero Vallejo, tuvieron la valentía de solicitar al empresario un día de libranza. Resultado: los despidieron. Fueron sustituidos, la función siguió representándose, pero en el día libre se consiguió poco después tras muchas complicaciones, gracias a esos actores que habían roto el silencio y el telón de miedo gris que todo lo embadurnaba. La profesión unida se solidarizó en la lucha por no seguir en la mierda, por mucha suerte que la mierda pueda darnos.
En 1974 Franco seguía casi vivo y la profesión se reunía en asambleas, unas reuniones clandestinas bastante caóticas donde fueron tomando conciencia de que podían poner en jaque las imposiciones del régimen sobre los artistas: trabajadores como todos los demás, pero cuyas reivindicaciones tendrían más visibilidad que las luchas de otros colectivos. Para Tina Sainz significaba “vivir una emoción constante de esperanza en que las cosas iban a ser mejores, de confianza en una profesión que crecía en conciencia y en dignidad”.
La noche antes del día de la mítica asamblea programada en la sede del sindicato vertical, el día 16 de diciembre del 74, en la que se creó la comisión de los 11, los actores fueron a casa de Juan Margallo y Petra Martínez a “ensayar”, porque, tal y como afirma Enriqueta Carballeira, “la huelga era política, se hace contra una representación sindical que nosotros no queríamos, la del sindicato vertical, donde estaban actores y productores en la misma cesta”.
El día de descanso se había conseguido dos años antes, ahora lo relevante era poder discutir un convenio colectivo y plantar cara al sindicato franquista. Al día siguiente, los actores fueron a la sede del Sindicato Nacional del Espectáculo presidido por Jaime Campmany y en poco tiempo la sala quedó abarrotada, hasta los topes de humo de cigarro, nervios, ilusión, reivindicaciones y expectativas. Los nombres de los compañeros propuestos para ser los nuevos representantes se gritaban y los asistentes alzaban la mano, se contaban los brazos en el aire y se apuntaban los más votados en una lista. La comisión de los 11 quedó conformada por José M.ª Escuer, Jesús Sastre, Alberto Alonso, Gloria Berrocal, Lola Gaos, Vicente Cuesta, Juan Margallo, Luis Prendes (que fue sustituido por Germán Cobos), Jaime Blanch, Pedro del Río y José M.ª Rodero.
La movilización de los famosos
Cuando casi estaba prohibida la palabra huelga, los actores lograron llevarla a las portadas de los periódicos. La revista Fotogramas, toda una leyenda de ayer y de hoy entre las revistas especializadas en cine, llevó a su primera página a Rocío Dúrcal, que acabó en la DGS por apoyar el paro. Era febrero de 1975. https://www.fotogramas.es/
Todos unidos: de Juan Diego a Lina Morgan
Llegaron las navidades previas al año 75 y aunque en los escaparates se vislumbraban cambios, la gente fue a Misa del Gallo mientras en la DGS seguían interrogando y torturando. El día 2 de febrero, más de 900 actores celebraron asamblea en la Delegación Nacional de Sindicatos y, tras corroborar que ninguna negociación anterior había servido, votaron ir a la huelga. La decisión fue unánime y emocionante estar en medio de la palabra libertad gritada a coro.
Dos días después empezaba la primera huelga de actores de la historia de España, que duró hasta el 12 de febrero, secundada por artistas unidos, aun siendo aparentemente muy dispares. ¿Qué tenían que ver Juan Diego, Vicente Cuesta, José Sacristán o Marisa Paredes con Juanito Navarro y Lina Morgan? ¿O Rocío Dúrcal, Sara Montiel y Lola Flores con Lola Gaos, Lola Herrera e Irene Gutiérrez Caba? Poco y nada o todo y mucho, porque, tal y como cuenta Carballeira: “Lo más importante era la emoción colectiva, nos sentimos abrigados, apoyados, estábamos juntos y todos”.
Se cerraron 15 teatros en Madrid que luego fueron 21, a los que se unieron los de Barcelona y otras muchas ciudades el 6 de febrero; pararon los actores en los platós de RTVE y en rodajes de cine, la radio, los cafés cantantes y salas de fiesta. Para Carballeira “lo más impresionante es que donde había un actor español se paraba, incluso Nuria Espert y Julieta Serrano, que estaban en Argentina de gira, pararon”. Cuenta Tina Sainz que “en Grecia, Melina Mercouri organizó colectas y manifestaciones; en Italia lo mismo Monica Vitti, y en París Jorge Semprún. Fue un enorme movimiento solidario de toda Europa porque el meollo de todo era político, estábamos reivindicando las comisiones obreras. Y era una cuestión de dignidad”.
Llegó la adhesión por escrito de los presos sindicalistas, directores, dramaturgos, escenógrafos, cantantes como Rosa León, Pepa Flores, Sara Montiel y Lola Flores, cineastas, técnicos, artistas plásticos como Genovés. Al acercarse el fin de semana se crearon las comisiones informativas, grupos de actores que se repartían los teatros y rodajes para explicar a los compañeros lo importante de ir a la huelga.
El día 8 de febrero la cosa se puso seria, fueron detenidos los miembros de la comisión informativa que había acudido al teatro Bellas Artes de Madrid. Cuando estaban en el hall aparecieron “las lecheras”, se llevaron a José Carlos Plaza, Antonio Malonda, Enriqueta Carballeira, Yolanda Monreal, Tina Sainz, Flora María Álvaro, Pedro Mari Sánchez y Rocío Dúrcal. El asunto trascendió a los medios, toda España supo que los actores y “estrellas” habían sido trasladados a la Dirección General de Seguridad.
Para el más joven de ellos, Pedro Mari Sánchez, “fue una experiencia asustante, ser detenido en la época por la Brigada Político Social y estar en la DGS era para echarse a temblar, y para mí fue la primera vez que estuve vinculado a un movimiento colectivo con una dimensión histórica”. Carballeira lo vivió de otra manera: “Nos detuvieron a las seis de la tarde y salimos en el telediario de la noche, diciendo, el locutor, que éramos un comando maoísta que había entrado en el Bellas Artes amenazando. Lo cual era mentira. Entramos diciendo: ‘Hola compañeros, por favor no trabajéis, hemos ido a la huelga juntos y hay que terminarla juntos’. Yo no pasé miedo. Éramos un colectivo con el que había que tener cuidado porque estábamos en primera página de los periódicos y además en nuestro grupo venía Rocío Dúrcal, que era una súper estrella”.
Algunos permanecieron horas detenidos; otros, días enteros. Los fueron soltando gracias a la intervención de una comisión de la que formaban parte Adolfo Marsillach y Fernando Fernán Gómez, además de la aparición estelar de Lola Flores que, como relata Carballeira, “se presentó en la puerta de la DGS de noche, gritando: ‘¡Han detenido a mi comadre la Marieta!’. Es decir, Rocío Dúrcal, a la que soltaron la primera, aunque ella no quería salir si no era con todos. Esas cosas hacía el franquismo, dividir”.
Los detenidos recibieron distinto trato. “A José Carlos Plaza y a mí nos llevaron a la cárcel porque éramos del PCE”, afirma Tina Sainz. Con otros el trato fue distinto. Fueron interrogados y se les aplicó la Ley de Orden Público, pero con multas que también eran de diversas cuantías. “Muy altas para la época. A mí me la pusieron de 250.000 pesetas”, recuerda Carballeira. Se les acusó de estar vinculados con el FRAP y, tal y como cuenta Pedro Mari Sánchez, “en los interrogatorios intentaban vincularnos con la bomba de la calle Correos. Yo estaba alucinado con el disparate”.
Yeserías aplaudiendo: “Un mutis impagable”
José Carlos Plaza y Antonio Malonda fueron encarcelados durante días en Carabanchel; mientras Tina Sainz y Yolanda Monreal fueron trasladadas a Yeserías, donde permanecieron tres días. Tina retiene un cúmulo de emociones de sus 72 horas en prisión preventiva: “El oficial de policía al que le entregué mis cosas personales en el ingreso casi se echa a llorar y dice ‘¡Pero usted aquí...!’. Recuerdo el encuentro y los abrazos en el patio de la cárcel con Genoveva Forest”.
El 12 de febrero de 1975, la puesta en libertad de todos los huelguistas acabó con las movilizaciones. “Juan Diego entró a recogerme con el coche hasta el patio central de Yeserías y cuando salí todas las ventanas se llenaron de reclusas aplaudiendo –recuerda Tina Sainz–. Ese mutis es impagable”. Los teatros se reabrieron y se reanudaron los rodajes. Cuando la misma tarde de su liberación salió al escenario, el público rompió en aplausos.
En ese momento no se consiguieron las reivindicaciones, que sí llegaron con la democracia, pero el objetivo político de la huelga se alcanzó al deslegitimar la estructura del sindicato franquista oficial. Sus dirigentes dimitieron y se logró que la comisión de los 11 quedara instaurada como interlocutora en las posteriores negociaciones. “La huelga marcó mi vida, como las de todos los que participamos”, afirma Pedro Mari Sánchez. “Nuestro colectivo luchó, como los otros, para que se acabara la dictadura”, sostiene Enriqueta Carballeira. Mientras para Tina Sainz “lo más importante fue sentir la solidaridad, no solo de los compañeros sino mundial”.
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