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El año de Juanma Moreno: un líder accidental en tiempos de hiperliderazgos

Juan Manuel Moreno, presidente andaluz, se mira al espejo antes de ser entrevistado en Canal Sur Televisión.

Daniel Cela

Uno de los protagonistas del año 2019 que ahora termina es Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970), un líder accidental para un tiempo político marcado por  los hiperliderazgos. Juanma, como pide que le llamen, se ha convertido en el primer presidente de derechas de Andalucía, rompiendo la hegemonía del socialismo durante 37 años. Moreno es una rara avis de la política contemporánea: no ha ganado el poder que ostenta gracias a su liderazgo, al contrario, ha ganado el liderazgo después y gracias a ese poder.

Eso le distingue de otros dirigentes con los que comparte la escena pública de hoy. Por ejemplo, Pablo Casado y Pedro Sánchez, dos hiperlíderes que se ganaron los galones a costa de doblegar a los poderes fácticos que controlaban sus respectivos partidos antes de que ellos llegaran. Pablo Iglesias, Albert Rivera, Santiago Abascal, Alberto Núñez Feijóo, Teresa Rodríguez... son líderes innatos, incluso cuando no logran sus objetivos, siguen ejerciendo un control férreo de sus organizaciones y rara vez tuercen el rumbo de sus estrategias políticas.

En Andalucía, el hiperliderazgo por antonomasia lo representa Susana Díaz, secretaria general del PSOE andaluz y ex presidenta de la Junta. Díaz tiene el carisma que a Moreno le falta. Esa ausencia de chispa que tanto torturaba al malagueño cuando estaba en la oposición, ahora forma parte de su estrategia para preservar el poder en momento de gran debilidad electoral para el PP. “Yo lo que tengo que hacer es no molestar. Centrarme en el trabajo y no molestar”, dice en petit comité, como quien descubre una carta bajo la manga. 

Los pies en la tierra

Moreno es muy consciente de las circunstancias excepcionales que le han hecho presidente de la Junta de Andalucía. La clave del “Gobierno del cambio” no está en los votantes del PP, que hoy ostenta el peor resultado de su historia, sino en “la mayoría social”. La mayoría social es la alineación de los planetas, la pócima mágica de Asterix. No hay un solo diputado que no tenga aprehendida esta idea-fuerza para, dicen, “mantener los pies en la tierra”. La mayoría social es la masa del voto conservador andaluz, fraccionada en tres partidos -PP, Ciudadanos y Vox- que al interactuar ha conseguido lo que los populares no lograron por sí mismos en 40 años ejerciendo la oposición: arrebatar el Gobierno al PSOE andaluz.

Juanma es un presidente de derechas en una comunidad con el eje sociopolítico fuertemente arraigado en el centro izquierda. Así lo han corroborado todas las encuestas de intención de voto durante las últimas cuatro décadas. Incluso después del ascenso de la derecha al poder, los andaluces seguían ubicándose mayoritariamente en el centro izquierda. 

Moreno siempre fue consciente de que la realidad sociopolítica de esta comunidad era un muro más alto para el PP que la de otros territorios. “Hay zonas de Andalucía donde no es fácil decir que eres del PP porque estás en minoría social”, reconoció en una entrevista con El Correo de Andalucía, durante su primera campaña electoral como candidato a la Presidencia de la Junta, en 2015. Los populares buscaban penetrar en las zonas de interior, pero “el socialismo lo ocupaba todo”. “Conocían a todos y daban trabajo desde los ayuntamientos a muchas familias”, dicen. La derecha andaluza siempre ha dedicado más palabras para explicar el clientelismo y el voto cautivo que mantenía al PSOE en el poder, que para hacer autocrítica. ¿Por qué en más de tres décadas el PP no ha sabido superar al socialismo como alternativa de Gobierno?

Andalucía, ex bastión socialista

Andalucía ha sido la última región de España en vivir la alternancia de partidos en el Gobierno. Hasta este año. La crisis económica e institucional, la irrupción de nuevos partidos, la fragmentación del voto y el desgaste acumulado de un PSOE sin más perspectiva que los balcones de San Telmo. Los socialistas andaluces admiten hoy que perdieron el pulso de la calle, lo que antaño les susurraban las agrupaciones que pueblan el mapa andaluz, lo que se cocía en las escuelas, en los centros de salud, en los hospitales, en los sindicatos. El gran valor político del PSOE andaluz siempre fue su capacidad para tomar el pulso de la realidad, para ver venir los problemas mucho antes de que le estallaran al Gobierno.

Un buen día vieron desfilar con pancartas de protesta a 50.000 personas en Granada, 40.000 en Málaga y 15.000 en Huelva, clamando contra el deterioro de la sanidad pública, “la joya de la corona de la Junta”, y al día siguiente estaban fuera del poder. La mayoría social del PSOE se había esfumado y la aritmética le dio una oportunidad de oro a Juanma Moreno. En su partido hay quien se preocupa mucho por la debilidad interna del PP. Estar en el poder no ha fortalecido la marca de los populares en las cuatro citas con las urnas posteriores al 2D. En las elecciones generales de abril, sufrieron el sorpasso de Ciudadanos; en las generales del 10 de noviembre, Vox se quedó a 7.000 votos del PP.

Pero entre los preocupados porque el partido no remonte, no está el presidente andaluz. “Por ahora, no me preocupa que los votos del PP estén en Vox mientras esté garantizada la mayoría social de derechas. Muchos de ellos son votantes nuestros que coyunturalmente se han marchado a Vox. Pero otros muchos son votantes que nunca habían votado al PP, y eso para nosotros ha sido fundamental: Vox llega adónde nosotros no llegamos en las autonómicas”, reflexiona Moreno.

Se refiere a ese porcentaje crónico, entre el 8 y el 10%, que separaba el resultado del PP entre las andaluzas y las generales. Los populares siempre han logrado movilizar a más andaluces para ser decisivos en el Gobierno de España que en la Junta de Andalucía. Así ha sido siempre y así es, aunque ahora la irrupción de Vox en el escenario político ha sumado a gente que antes no estaba. De ahí nace la mayoría social de Moreno, que no es tan mayor como para vencer al PSOE de 2008, pero sí lo fue para derrotar al PSOE de 2018.

Tan imbuido está el presidente en su rol institucional, que no muestra síntomas de preocupación por el desplome rotundo de Ciudadanos, el otro pilar de su Gobierno. Los naranjas se han quedado con 10 diputados en el Congreso y sin su líder carismático. En términos aritméticos, han dejado de ser una pieza clave para la gobernabilidad del país, y eso tiene cierto riesgo de extrapolación para Andalucía. El presidente de la Junta guarda muy buena sintonía con sus socios, cree que han sido “injustamente castigados” en las urnas, pero piensa que su mayoría social no peligra por la caída de Cs. “Los que han dejado Ciudadanos se han ido a Vox”, asegura.

La “lluvia fina” de Aznar

En el horizonte político de Andalucía podría mantenerse esa mayoría social de derechas pero con un cambio notable en el equilibrio interno de poderes: el grupo de Santiago Abascal, si se repitiera el resultado del 10N, podría ocupar los sillones naranjas en el Consejo de Gobierno andaluz de la próxima legislatura. Es precipitado saberlo ahora. Vox ha firmado los Presupuestos de PP y Cs para 2020, permitiendo a Moreno agotar el mandato sin necesidad de apoyarse en ellos para las cuentas del año que viene. De un modo u otro, 2021 será un año preelectoral. 

Para entonces, Moreno espera que en los andaluces haya calado, “como lluvia fina”, la imagen de una nueva Andalucía y una nueva Junta. El presidente andaluz confía en que su gestión, la estabilidad política, la confianza de los mercados y la promesa de prosperidad económica devuelvan músculo a su partido. Será el momento en el que el PP capitalice ese reconocimiento, el momento de recuperar músculo para la marca. Esa “lluvia fina” de la que hablaba José María Aznar en 1997, con los sondeos en contra, y que se consolidó como un aguacero que empapó a la sociedad española años después, cuando el Gobierno del PP logró mayoría absoluta y dejó de necesitar los apoyos de PNV y CiU. Ese es el futuro que augura Moreno en Andalucía.

Para mantenerse en el poder, los gurús de Juanma le susurran que no haga gestos bruscos, que mantenga un perfil bajo, que no despierte al millón largo de votantes de izquierdas que ha abandonado al PSOE andaluz desde 2008, último año que obtuvo mayoría absoluta. “Gobernar desde el sentido común”, dicen. El sentido común es el nuevo espacio de confort de liberales y conservadores, el mejor punto de confluencia entre PP y Ciudadanos, antes rivales, ahora aliados. El sentido común o la gestión aparentemente desprovista de ideología es el paradigma político del nuevo Gobierno andaluz.

En realidad, se utiliza ideología como sinónimo oculto de socialismo o de izquierdas. PP, Ciudadanos y Vox han firmado dos acuerdos presupuestarios -junio y octubre de 2019- que reabren debates ideológicos y rompen los consensos que existían en torno a ellos: la lucha contra la violencia machista, la igualdad de género, las políticas de inmigración, el concepto tradicional de familia, el derecho al aborto, la memoria histórica, la coeducación en las aulas... Son los imponderables de Vox los que más alejan a PP y Cs de su espacio de confort -la gestión del sentido común-, los que más agitan a la izquierda dormida y ponen en riesgo la mayoría social de Moreno.

El grupo de extrema derecha ha inundado el debate público con estas propuestas, pero no el BOJA (Boletín Oficial de la Junta de Andalucía). Sus ideas, sus propuestas, tienen escaso o nulo recorrido, a veces son planteamientos sin encaje en el orden legislativo actual, y otras veces ni siquiera tienen soporte presupuestario. Eso sí, inundan titulares, tertulias, programas de radio y televisión, y eso crispa a parte de la sociedad andaluza, y pone en tensión a los miembros del Consejo de Gobierno.

Moreno-Feijóo, el eje norte-sur del PP

Hace un año, la nueva cúpula del PP nacional le tomaba a Juanma Moreno las medias al traje de “muerto político”, y lo hacían de forma pública, indisimulada y ostentosa: Pablo Casado le imponía las listas electorales y hacía una campaña en Andalucía en paralelo a la suya, ensombreciendo al candidato, pregonando un discurso duro alejado del perfil de Moreno. Ahora el presidente de la Junta está entre los barones del PP más consolidados y con más peso en la dirección estatal, junto a Alberto Núñez Feijóo. El andaluz y el gallego tienen muy buena relación, es habitual que Feijóo ande por Sevilla junto a Moreno fuera de la agenda oficial. Juntos conforman un eje norte-sur que, según allegados, ha sido fundamental para devolver el rumbo del PP de Casado a la moderación, al centro.

En 2020, y sin abandonar su mantra de “no molestar”, Moreno estrenará otro traje heredado del PSOE: Andalucía va liderar un frente común de las comunidades hostiles al Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, con apoyo de los independentistas catalanes. La Junta hará palanca desde el sur para defender una España sin asimetrías. El discurso del agravio en todas sus variantes -la falta de financiación autonómica, las prebendas a Cataluña, el castigo a los andaluces que no votan al PSOE- servirá de pegamento para los tres partidos que sostienen el Gobierno andaluz. Enfrente, tiene a una Susana Díaz de ruta por Andalucía, reuniéndose con colectivos cada día, simulando una agenda institucional paralela a la oficial. A Moreno le falta el carisma de Díaz, pero tampoco lo necesita. Es el presidente.

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