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Montemayor, zona cero de la silicosis andaluza

Juan Fernando Moreno | N.C.

Néstor Cenizo

Hubo un tiempo en que los chavales de Montemayor dejaban la escuela para ir a cortar piedra. El país era un festín de obras, había que vestir las casas por dentro, y en Montemayor se cortaban las encimeras de Silestone, un producto que empezaba a triunfar. De las marmolerías de este pueblo cordobés salieron las cocinas de media Andalucía. Veinte años después, aquellos muchachos tienen los pulmones carcomidos. Es el efecto de la silicosis. Nadie les advirtió de que el polvo que tragaban cada día es potencialmente mortal. En muchos casos, ni siquiera estaban cotizando. Ahora, su lucha es que la Seguridad Social reconozca su incapacidad y las mutuas les indemnicen por no detectar el problema y ponerle remedio.

A principios de siglo, cortar piedra era un negocio boyante en Montemayor. A un ritmo frenético, unas 30 marmolerías surtían a media España de encimeras de granito y Silestone. Cada día podían salir 20 encimeras de cada taller. “Había más trabajo que gente para trabajar. Se ganaban buenos dineros”, admite Antonio Jesús Urbano, con casi dos décadas de experiencia en el sector.

“Terminabas la ESO, te ibas directo al mármol y tenías para lo que quisieras. Entraron por lo menos 20 ó 30 chavales de mi año o el siguiente”, añade Rafael Suanes. Salvador Naranjo fue dueño de su propia empresa: “No necesitabas un gran capital. Comprabas tu cortadora, la furgoneta, dos radiales y a trabajar”.

Inicialmente era granito, pero conforme fue avanzando la década, el Silestone se hizo el rey. El Silestone es el gran invento de la multinacional almeriense Cosentino, que venía de fracasar con el marmolestone, su anterior apuesta. Casi por casualidad, a alguien se le ocurrió sustituir el mármol por sílice y fabricar un nuevo compuesto comprimiendo resina de poliéster y sílice. El resultado es un aglomerado de cuarzo con el 70-90% de sílice libre cristalina. Cuando comercializaron el blanco Zeus, el producto triunfó.

Como ocurrió en las marmolerías de Chiclana (Cádiz), muchos en Montemayor se pasaron años trabajando el Silestone: cortándolo, perfilando los rebordes y distribuyéndolo por toda Andalucía. Cosentino y Levantina (que importaba de Israel un producto similar) instalaron aquí un centro de distribución, de modo que las marmolerías pudieran acceder fácilmente al producto en bruto.

“En la empresa nunca me hicieron pruebas”

Los primeros casos de silicosis se detectaron en 2013 y pronto muchos recibieron un diagnóstico similar.

Antonio Jesús Urbano tiene silicosis diagnosticada desde 2016. Había superado pocos meses antes un reconocimiento médico de la empresa, “el único que me hicieron en diez años”, pero no se fiaba: “Me ahogaba, me hice otro reconocimiento y me dijo un neumólogo de la sanidad pública, en Montilla, que de bien nada, que tenía silicosis”. Desde entonces hasta comienzos de 2019 siguió trabajando. A pesar de tener reconocida la enfermedad profesional por el Instituto Nacional de Silicosis, tiene una baja por enfermedad común, después de un largo tira y afloja con la mutua. “Me han dado de baja porque me puse serio”, dice.

Los enfermos con los que ha hablado eldiario.es/Andalucía se quejan de que no había controles médicos y de que para obtener la baja por enfermedad profesional tenían y tienen que sortear múltiples trabas.

Juan Fernando Moreno, que empezó a cortar piedra con 16 años, tiene silicosis complicada con fibrosis pulmonar. “En la empresa nunca me hicieron pruebas, pero como trabajaba con Antonio, fui por mi cuenta”. Las marmolerías están sujetas a un protocolo que incluye pruebas para detectar la silicosis.

Su informe de vida laboral revela otra práctica fraudulenta: apenas contempla cuatro años y once meses trabajados, insuficientes para desarrollar silicosis. La realidad es que ha trabajado más de catorce años, pero sus empleadores le dieron de alta y de baja a conveniencia.

Muchos han trabajado sin cotizar, cotizando menos horas o siendo dados de alta y baja para que el empresario ahorre días de cotización. Rafael Suanes, tras diecisiete años de trabajo, tiene tres cotizados: “Ha habido días que salía a las cinco de la mañana y volvía a las 10 de la noche. Me han echado a la calle sin finiquito, dándome de baja y ya está”.

“Funciona así en casi todas las empresas. Con las puertas cerradas para que no llegue nadie…”, comenta Urbano. “Hay trabajadores con años de tajo que no tienen ni un día cotizado y que están a la espera de un trasplante de pulmón”.

Sin medidas de seguridad

Cortaban muchas veces sin agua, o con un agua tan sucia que al evaporarse sólo eleva el polvo. En recintos cerrados, sin adoptar ninguna medida para lavar su ropa o ducharse, aseguran. “Podíamos estar a tres metros y no nos veíamos el uno al otro”, dice Urbano.

El polvo de sílice que se libera al cortar las encimeras de aglomerados de cuarzo tiene un tamaño inferior a cinco micras y aguanta en suspensión de 24 a 48 horas. Se cuela por cualquier rendija y es, potencialmente, una cuchilla que se clava en los pulmones. Sin embargo, aquí se cortaba piedra con mascarilla de papel, en el mejor de los casos.

“Y algunos se las siguen poniendo...”, asegura Rafael Suanes. “Ahora dicen que a las buenas hay que cambiar los filtros todos los días, pero nosotros nos tirábamos con el mismo filtro casi un año”.

Los métodos de producción no cambiaron ni siquiera cuando, en 2004, Cosentino empezó a incorporar a sus tablas de Silestone una etiqueta en la que advertía del riesgo del corte en seco equiparándolo a los riesgos de tratar “productos de piedra natural como el mármol o el granito”.

Cosentino estima que el corte, elaboración e instalación de las tablas de aglomerado de cuarzo puede hacerse de forma “totalmente segura” si se siguen las medidas de seguridad de la legislación vigente y las indicadas en las etiquetas de seguridad de cada tabla, la Ficha de Datos de Seguridad y la Guía de Buenas Prácticas “divulgadas por Cosentino entre todas las empresas que hubieran adquirido algún artículo de nuestra compañía”. “Desafortunadamente, la implantación y continuidad de las medidas de seguridad existentes en cada marmolería es competencia exclusiva del propietario de la misma”, respondió en su momento a eldiario.es/Andalucía.

Información “tardía e insuficiente”

“Venían los representantes y te decían: 'Esto se corta igual que el granito'”, cuenta hoy Salvador Naranjo. Se corta igual pero no es lo mismo, y la inhalación continuada del polvo de sílice cristalino genera un altísimo riesgo de contraer silicosis. Por eso, la Audiencia Provincial de Vizcaya dictaminó en 2017 que las empresas fabricantes fueron corresponsables de la silicosis de varios trabajadores de una pequeña marmolería porque informaron “tardía, insuficiente y confusamente” de los riesgos de manipular el aglomerado de cuarzo.

La justicia también ha empezado a exigir responsabilidades a los servicios de prevención: en julio, un juzgado de Huelva condenó al técnico de prevención de riesgos laborales, al médico del servicio de prevención y a los dueños de una pequeña marmolería culpables de homicidio y lesiones imprudentes de varios trabajadores que inhalaron el polvo de sílice del aglomerado de cuarzo de las encimeras Silestone.

Hoy, la silicosis es la principal enfermedad profesional de Andalucía, precisamente por el daño colateral de trabajar sin protección este tipo de encimeras.

“Temo que las cifras crezcan”

Naranjo dice con alivio que, “por ahora”, los dos trabajadores que empleó no tienen silicosis. Él sí: silicosis complicada en grado C con fibrosis masiva.

Hay quien cree que en el pueblo, de 4.000 habitantes, hay hasta 70 u 80 enfermos. “Me temo que las cifras crezcan respecto a los datos que tenemos”, dice Antonio García, alcalde de Montemayor (IU). Algunos prefieren no hablar, por miedo a cargar con una losa para encontrar nuevos empleos, mientras otros siguen trabajando en las marmolerías, tengan o no silicosis, porque es lo único que saben hacer.

“La gente necesita trabajar, el que no está afectado a un punto que le impida el trabajo intenta ocultarlo”, admite el regidor, que ha tenido que afrontar a muchos afectados o sus madres, que se acercaban a darle la mala nueva. Ahora lamenta las dificultades para lograr el reconocimiento pleno de la enfermedad: “Alguien tendrá que hacerse cargo, hablamos de chicos con veintipocos años”. De todo aquello cree que se ha aprendido y que las cosas han cambiado. “La gente sabe que eso mata. Creo, espero y deseo que no esté ocurriendo”, dice.

“Ahora nadie te quiere para trabajar”

La Asociación de Empresarios del Mármol de Andalucía (AEMA) asegura que sus miembros están implicados en la prevención de la silicosis, una “enfermedad profesional prevenible”.

Sin embargo, los trabajadores aseguran que las malas prácticas perviven. Mientras, su enfermedad se agrava y los problemas burocráticos para lograr una incapacidad total se enquistan. “Ahora nadie te quiere para trabajar. Llevo 20 años en esto, y no puedo trabajar en el mármol, en albañilería, ni la madera, porque creen que les vas a buscar las vueltas. Cuando se acabe el paro, ¿de qué vivo yo?”, se pregunta Urbano. “Yo lo único que sé es cortar piedras, así que volví a trabajar. Cuando la neumóloga me hizo otra vez el TAC me preguntó si estaba loco”, cuenta Naranjo.

Quince años después, muchos de aquellos chavales siguen cortando piedra, aunque sepan que les puede matar.

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