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28F en Andalucía. Otra farsa para hipócritas

El consejero y portavoz del Gobierno andaluz, Elías Bendodo.

Javier Aroca

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La primera vez que fui a la casa de Blas Infante en Coria del Río, me llevó mi amigo José Luis Ortiz de Lanzagorta, a cuyas órdenes trabajaba y aprendía en la revista Andalucía Libre. Parece que la estoy viendo; en la puerta estaba, sentada al 'solito', la hija mayor de don Blas, María Luisa. Ten cuidado, Javier, sube, pero esa azotea se va a caer. ¡Mira!, por esta puerta de la cocina se llevaron a mi padre el día que vinieron a por él para fusilarlo.

El azar quiso que muchos años después formara parte del Gobierno de coalición en el que el Partido Andalucista tomó la decisión de adquirir para el pueblo andaluz su casa y restaurarla.

La casa está en lo alto de un cabezo o leve alcor en las afueras de Coria, lindando con La Puebla. En la ladera de su suave pendiente, se construyó el Museo de la Autonomía de Andalucía y el Centro de Estudios Andaluces. En ese edificio, el Gobierno de la Junta de Andalucía ha anunciado que se reunirá este lunes con motivo del próximo 28-F, Día de Andalucía, y algún aniversario de esos que hay siempre para solaz de los hipócritas.

Uno podría pensar que el Gobierno de Andalucía lo hace porque va a anunciar que renuncia al apoyo de la extrema derecha, que le da vida y respiración, pero no, PP y Ciudadanos pretenden lavar sus conciencias y, de camino, normalizar una situación que con la presencia de la extrema derecha no es posible. Ni por mucha bandera, hasta al revés, que exhiba el presidente Moreno Bonilla. En el acuerdo de Gobierno con la extrema derecha, la ley de la Memoria Histórica amenaza con quedar en algo relativo a la concordia o algo así, nada de justicia con los asesinados por la represión franquista, ningún reconocimiento a los que dieron su vida por el orden constitucional. Decenas de miles de andaluces.

Pretenden reescribir la historia, como si no hubiéramos sido testigos siempre dispuestos a molestar, insobornables y pejigueras. No estamos dispuestos a guardar un silencio cómplice y culpable.

En esa casa, que la sentencia del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas contra Blas Infante, años después de haber sido asesinado, valoró en 30.000 pesetas, se constituyó uno de los primeros lugares de la Memoria Histórica de Andalucía, ley que ahora, ayunos de vergüenza y con la hipocresía de reunirse allí, quieren cambiar.

Por la puerta de la cocina, que da a un huerto donde hubo una alberca –me dijo un día María de los Ángeles, su hija menor–, se llevaron a don Blas en una camioneta un pelotón de falangistas, a bayoneta calada, al mando del sargento Crespo, golpista de extrema derecha. A apenas cincuenta metros de donde hará su performance el Consejo de Gobierno.

La autoridad confiscó un gramófono con el que decían –analfabetos– que se comunicaba don Blas con Moscú, muchos de sus libros y dos jamones de Jabugo, liados en papel de El Liberal, un periódico de los dignos (aún dicen otros que era musulmán, pecador, en todo caso). Lo pasearon por Coria, donde hasta le escupieron. Uno de los falangistas, que era de Coria, comentó que tenían órdenes de que no llegara vivo a Sevilla.

Pero llegó y estuvo preso, primero en el cuartel de la Falange de la calle Trajano de Sevilla, luego, en el Cine Jáuregui, entre decenas de republicanos y defensores de la libertad que se hacinaban sin mejor suerte, hasta que una madrugada lo volvieron a montar en una camioneta para fusilarlo, un 11 de agosto de 1936, en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona.

En su sentencia, firmada en 1940, cuatro años después de su asesinato, se dice que Infante formó parte de una candidatura revolucionaria en las elecciones de 1931: la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza; es verdad, quería una Andalucía libre en una República federal igualitaria para todos los pueblos de España. También decía que Infante se destacó como propagandista para la constitución de un partido andalucista.

En estos días de carnaval, el Gobierno de Andalucía, de PP y Ciudadanos, con el apoyo de la extrema derecha, y todo el mundo, proclaman que son andalucistas, hasta Moreno Bonilla dice que lo es y, por eso, para dar una mano de cal y otra de blanco y verde a su gobierno, se reúnen en Coria y así extienden su farsa por los confines de una Andalucía complaciente.

Cuando Moreno Bonilla se reúna con los suyos en la casa de Blas Infante, Villa Alegría, que no olvide que es un lugar de la Memoria Histórica, que desde allí se perpetró un asesinato vil contra un hombre de paz que solo quería que Andalucía fuera mejor aunque abominada del fascismo; nunca pactaría con ellos.

Tampoco debe olvidar que su verdugo está enterrado, sin juicio, en la basílica de la Macarena, y Blas Infante, con juicio póstumo e ilegítimo, su víctima –asesinado bajo sus órdenes– yace, dicen, en la fosa común de Pico Reja del Cementerio de San Fernando.

Por cierto, cuando lo fusilaron, gritó hasta tres veces, antes de morir: “¡Viva Andalucía Libre!”. A ver si tienen lo que hay que tener para gritar lo mismo: VIVA ANDALUCÍA LIBRE. Por usted, don Blas, no lo olvidamos.

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