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Atticus Finch se llama Patricia Ramírez
Hace unos días, volví a ver la maravillosa película Matar a un ruiseñor, cinta basada en novela igualmente maravillosa de la escritora Harper Lee. En esta historia, el abogado Atticus Finch defiende a un presunto violador en una población del sur de los EEUU. Atticus tiene que enfrentarse a las críticas, a la masa enardecida por la rabia y la furia para hacer valer el poder y el valor de la justicia. Para poner un poco de cordura en medio del dolor y el miedo. Cuando un drama sacude un pueblo, una provincia, un país como lo ha hecho la desaparición y asesinato de Gabriel Cruz, nos hacen falta muchos Atticus Finch.
Y esta semana Atticus cambió de nombre. Ahora se llama Patricia Ramírez. Es la madre de Gabriel Cruz. Una de las personas que más razones tendría para revolverse, abandonarse a la rabia, al ruido, al dolor. Y sin embargo, ha enfriado la candela que peligrosamente se estaba encendiendo a la puerta de la Comandancia de la Guardia Civil en Almería en una exhibición que se acercaba a la petición de linchamiento. Patricia ha lanzado varios mensajes. Uno de gratitud, a los que han ayudado a buscar a su hijo, a los que les han mandado mensajes de apoyo; un mensaje para que esta historia termine todo lo bien que puede terminar una historia tan triste; y otro, pidiendo que no se lancen mensajes de “rabia”. Porque “ese no era él y no soy yo”.
Es una buena frase. Es un buen momento para preguntarnos cómo somos y qué queremos ser. ¿Queremos potenciar la solidaridad? ¿Queremos alimentar la venganza? ¿Damos violencia por violencia (que es lo primero que nos sale de las tripas)? ¿Es el momento de hablar de cadenas perpetuas en medio de la vorágine de dolor? ¿Hablamos de su verdadera utilidad? ¿Hablamos de sus escasos efectos disuasorios aquí y en otros países? ¿Queremos una democracia del miedo o una democracia que busque recuperar a las personas?¿Queremos en realidad que haya más presupuesto para que la justicia sea más rápida, más eficaz?
Asesinatos como el de Gabriel, que nos golpean con fuerza, nos dan la oportunidad de preguntarnos cuál es la mejor respuesta que podemos dar en un caso como este. Los medios también. Cuál de todas nuestras opciones es la mejor para hacernos mejores como personas y como sociedad. Para hacernos útiles. Por eso, porque yo al menos en la mayoría de las ocasiones no logro dar la mejor contestación a los problemas, en momentos como estos necesitamos muchos Atticus Finch, necesitamos Patricias que nos recuerden lo que significa la palabra humanidad.