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Moreno Bonilla y la silla vacía
La imagen es del pasado sábado en Antequera. Los alcaldes del PP de las capitales de provincia reunidos alrededor de una mesa. En la cabecera, presidiendo el encuentro, una silla vacía. Al fondo podemos distinguir al presidente popular, Juan Manuel Moreno Bonilla, junto a su número dos. Esa silla sin ocupar y todo el misterio que la rodea son protagonistas absolutos de la escena. El eje a partir del cual parece haberse trazado ese lienzo de rostros graves, pesados faldones y viejas enciclopedias.
La imagen está cuidadosamente diseñada. Con ella se pretende dejar en evidencia a la presidenta andaluza, ausente en la reunión, y denunciar de este modo el maltrato de la Junta hacia las grandes ciudades, aquellas que generan más riqueza y dinamismo a Andalucía. Sin embargo, al volver a mirarla, algo no acaba de encajar.
Para empezar, el espacio elegido, esa biblioteca algo vetusta y mal iluminada, hace que más que una cumbre de alcaldes de capitales uno crea asistir a la reunión de un claustro de profesores al final del cuatrimestre, o del patronato de un ateneo de provincias convocado al caer la tarde.
Luego están esos siete alcaldes (faltó el de Granada, convaleciente) sentados en silencio. Seguramente quien concibió la fotografía pensó que transmitirían una imagen de fuerza, de bloque unido frente a la desatención del Gobierno de Susana Díaz. Pero la impresión final resulta quizá la opuesta: la de un grupo de personas con aire perdido, dispuestas a esperar lo que haga falta hasta que la dueña de esa silla vacía la ocupe y tome el mando de la reunión.
Las imágenes son un instrumento enormemente poderoso en el márketing político. Una simple instantánea puede muchas veces condensar, mejor que ningún discurso, un mensaje, una emoción, una ilusión compartida. Mal empleada, puede convertirse en un boomerang que te atiza en plena cara justo cuando estás sonriendo para el flash.
Esta fotografía de Antequera de la que hablo posee esta última cualidad. Y lo más preocupante es que no parece un error aislado, sino que forma parte de una estrategia del PP andaluz -tan deliberada como insensata- consistente en no dejar ni un momento de hablar de Susana Díaz.
Que un líder recién elegido y con evidentes problemas de conocimiento ciudadano se concentre no en hablar de sí mismo sino de su adversario parece, digamos, poco recomendable. Que consumiera toda la campaña de las europeas pidiendo sin éxito un debate en televisión con la presidenta llegó por momentos a rozar lo embarazoso y recordaba a aquel “se va a romper los nudillos de tanto llamar” con el que Manuel Chaves despachó las ofertas de pacto de Antonio Romero (IU) en el debate de las autonómicas del año 2000.
Resulta difícil de entender por qué cree el presidente del PP andaluz que la mejor manera de socavar a la líder socialista es dedicarle los titulares de prácticamente todas las entrevistas que ha concedido desde que fue elegido por Rajoy en febrero. Por qué decide que su primera comparecencia ante prensa en la calle Génova, sede nacional del PP, sea para hablar de... Susana Díaz, sus intenciones políticas o si adelantará las elecciones. Moreno Bonilla rara vez dejar escapar una ocasión para reconocer implícitamente a la presidenta, aunque sea para criticarla, su mano para conseguirse “buenas fotos” o discursos con gancho.
El último desatino estratégico ha sido anunciar, un día después de criticar el “bloqueo” de la Junta a los proyectos municipales, que los ayuntamientos del PP paralizarán la puesta en marcha de los planes de empleo y contra la exclusión aprobados por el Gobierno andaluz, dando justamente la imagen de boicot que habían afeado al contrario.
El PP andaluz necesita llenar cuanto antes esa silla vacía, pero no con Susana Díaz, sino con un liderazgo que Javier Arenas dejó vacante tras la amarga victoria de las autonómicas de 2012. Juan Manuel Moreno Bonilla aún tiene pendiente construir su propia imagen, su propia voz y su propio relato político. Y no lo conseguirá si sigue confortablemente escondido detrás de su rival.
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