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Reducir la desigualdad, aumentar las oportunidades

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Ramón perdió su empleo. La crisis económica fue especialmente cruel con las familias de menor renta y los frutos de cinco años de crecimiento económico posterior no han llegado a su hogar ni al de otros muchos. Ramón, en 'Los platos rotos', salía cada mañana a buscar trabajo, pero todo era infructuoso. De repente se vio en la cola del paro de la oficina donde antes pasaba indiferente. Pasaba el tiempo, todo se deterioraba y se rompía su autoestima, su pareja, sus relaciones sociales. Son los platos rotos, los que pagaron aquellas personas a las que la crisis económica trajo consigo una caída desproporcionada de ingresos, de oportunidades, de igualdad. Ramón es aquí un personaje ficticio, pero esta historia es real para miles de personas.

Ramón tuvo que emigrar, tuvo que buscarse la vida lejos, tuvo que hacer las maletas para sobrevivir. España es un país altamente desigual. La distancia que separa a quienes hemos dejado por el camino del resto de la sociedad es inmensa. La diferencia entre el 10% más pobre y la media de ingresos es la tercera más grande de la OCDE, sólo por detrás de EE.UU. y Costa Rica. La reducción de la desigualdad debe ser una prioridad política de primer nivel y añadir medidas ambiciosas en empleo, protección social y fiscalidad para distribuir ingresos y oportunidades vitales de forma equitativa entre quienes más tienen y quienes no tienen nada.

Así consta en el informe 'Hacia un país más equitativo en un mundo desigual', donde Oxfam recoge que en España, 9,9 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, de los cuales 2,3 millones son niños y niñas. Los votos de la población adulta viviendo en pobreza equivalen a más de un centenar de parlamentarios y parlamentarias. Se trata de un número más que significativo como para decantar una acción de gobierno pero, lamentablemente, no parece que cuente lo suficiente. De lo contrario, la gran bolsa de pobreza española no sería la quinta proporcionalmente más grande de la Unión Europea.

Para Ramón, el protagonista de nuestra historia, ya nada fue igual. La suya es una de las muchas historias que se llevó por delante 'la crisis'. Su aventura lejos de su tierra natal le hizo darse cuenta de que ya nada iba a ser igual, de que el mundo se había transformado. Un ambiente cambiante y desequilibrado que precisa una nueva concepción de la economía y de los recursos para poder tener acceso a derechos fundamentales.

Dinero... y otras muchas cosas

Porque la pobreza no es sólo la ausencia de dinero, es la incapacidad de disfrutar de la salud (siete de cada 10 personas diagnosticadas con un problema crónico en Madrid vive en los barrios de menos renta), o carecer de opciones de futuro (uno de cada dos chicos y chicas que deja de estudiar prematuramente vive en el 20% de los hogares más pobres). Es, además, estrés e incertidumbre. No en vano, si perteneces a la clase social más baja tienes cuatro veces más probabilidades de padecer una depresión que si se eres parte de la clase más alta.

Mientras tanto, al otro lado de la distribución de ingresos, las cosas no les fueron tan mal. No sólo se tuvieron que apretar el cinturón mucho menos durante la recesión, sino que ya recuperaron lo perdido. El 10% de los hogares más pobres tiene que conformarse con una porción hoy más pequeña que antes de la crisis que no llega ni a 2 de cada 100 euros de la renta nacional. Mientras, el pedazo del que disfruta el 10% más rico es hoy mayor y se llevan 1 de cada 4 euros disponibles. Si nos fijamos en la cúspide de la pirámide, las personas más ricas de entre los ricas (el 1% con más ingresos) ha visto crecer su pastel en los últimos 10 años un 9%.

La cuestión es que el crecimiento económico no es suficiente si no se toman las medidas oportunas para que sea equitativo. A pesar de que nuestro PIB alcanzó niveles pre-crisis en 2016, la masa salarial sigue siendo 4,3 puntos menor de lo que lo era en 2008, lo que supone unos 13.000 millones de euros menos en manos de las personas trabajadoras. Hay un millón personas más viviendo en la pobreza, y la presión fiscal sobre el PIB es 2,6 puntos más baja que la que teníamos en 2007.

La desigualdad no sólo aumenta en España; la acumulación de ingresos o de riqueza es una tendencia recurrente en muchas partes del planeta. La riqueza de tan sólo 26 personas es igual a la de 3.500 millones de los y las habitantes más pobres. Según el Banco Mundial, si no somos capaces de revertir la desigualdad no podremos lograr, tal y como establecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible, acabar con la pobreza extrema en 2030. Es más, la importancia de la reducción de la desigualdad es tal que merece un ODS propio; el objetivo 10 que compromete a los estados a 'reducir la desigualdad en y entre los países'.

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