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La cortina de humo catalana
¿Y si uno confiesa que le aburre el debate sobre “el desafío soberanista” de Cataluña? Seguro que no está solo, seguro que muchas manos se alzarían para decir “A mí también”. ¿Cuántos somos quienes vemos en ese debate una cortina de humo de cara a las elecciones generales? Multitud, sin duda, y no se nos escapa que ese burdo desplazamiento de la agenda mediática solo perjudica a las posibilidades reales de cambio.
Es un debate tan manipulado como que se pretende presentarlo en términos dicotómicos: o a favor o en en contra, independentista o españolista. En el fondo, el debate es otro: Régimen del 78 o ruptura.
Sabemos que el Régimen se ha sustentado en tres pilares: la lucha contra el terrorismo, la sacralización de la Constitución y la unidad de España. Desaparecida ETA, desacralizada la Carta Magna vía artículo 135, ya solo queda la cuestión nacional. En otras palabras, los términos en los que, a mes y medio de las generales, se sigue planteando el debate constituyen un intento de captura desesperada por no romper el consenso del Régimen, y ahí se desenvuelven cómodamente sus principales valedores: PSOE, CIU, PP y su epígono naranja. Romper ese debate mediante el sentido común (el del referéndum) es una opción, en buena lógica, que no puede tolerar el “establishment” mediático, y que, evidentemente, perjudica a Podemos.
¿Pero y si el tiro sale por la culata? Recientemente hemos visto a una periodista solvente como Ana Pastor caer en esa añagaza. Bostezando, vimos cómo insistía a Ada Colau sobre la cuestión catalana, mientras muchas y muchos espectadores esperábamos a que por fin entrara en asuntos que realmente nos preocupan ante el 20D: cómo se legislará contra los abusos de los bancos, de las oligarquía de las eléctricas, contra las puertas giratorias, a favor de un renta garantizada, de mejores condiciones laborales, de redistribución fiscal, contra la lacra del terrorismo machista y los desahucios, etc.
Pasadas las elecciones catalanas y fuera de la propia Cataluña, a la ciudadanía nos parece más relevante que Albert Rivera no considere el aborto un derecho, que su partido no condene el franquismo, tampoco investigue en Andalucía la corrupción ni tenga intención de gravar más a las grandes fortunas, antes que su posicionamiento españolista sobre la unidad del Estado y demás jerga vieja y desgastada. Y es que, si a eso vamos, ni Ciudadanos ni PP ni PSOE tienen modelo de Estado que no sea mirar hacia otro lado. Punto. No hay mucho más de dónde rascar.
La pregunta es si los medios seguirán estirando ese chicle babeado hasta el 20D, o si por el contrario, cuando las encuestas internas de los partidos les obliguen a entrar en otros debates, por fin la cortina de humo se disipe. Si alguien aún tenía dudas descubrirá que ese humo no es causante de sus problemas de visión, y que en efecto, el azul, el rojo y el naranja se le han amalgamado en una sola tonalidad, porque no solo coinciden en su no-modelo de Estado.
Eso no significa necesariamente que el sentido de las encuestas cambie sustancialmente a favor de Podemos, pues a fin de cuentas la nueva derecha cuenta con un candidato sólido, capaz de alzarse como representante del descontento social. Lo que significaría, en todo caso, es que ya no habría trampa ni cartón. Disipada la cortina de humo catalana, cada quien podría votar o abstenerse en conciencia. Y ahí, que cada uno cargue con la suya.
Eso, claro, si la cortina se disipa.
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