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Ignacio Molina, inmunólogo de la Universidad de Granada: “Lo que viene va a ser muy duro, porque bajar los contagios será muy difícil”

El catedrático asume que la tercera ola es consecuencia de la relajación de las restricciones durante la Navidad

Álvaro López

16 de enero de 2021 20:53 h

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La tercera ola de contagios por Covid-19 ya es una realidad en España. Las cifras de casos positivos, hospitalizaciones y fallecimientos siguen al alza y algunas zonas del país ya están en datos que recuerdan a los peores de la pandemia vividos el año pasado. Entender cómo hemos podido llegar a este punto, después de que el mundo se felicitase por la llegada de las vacunas, es posible a través del conocimiento que inmunólogos, epidemiólogos y expertos en este coronavirus ponen al servicio de la ciudadanía.

Ignacio Molina, catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada (UGR), es uno de ellos. Por su vasta experiencia en el terreno de la biomedicina, el inmunólogo es capaz de explicar cómo hemos llegado a la tercera ola de la pandemia y por qué tenemos que preocuparnos por ella. Molina atiende a elDiario.es Andalucía advirtiendo de que vienen días difíciles que son consecuencia de los errores que se han cometido.

“Que iba a haber una tercera ola, si se suavizaban las restricciones por Navidad, era evidente y lo dijimos todos los científicos una y otra vez”, sostiene tajante el inmunólogo. Ignacio Molina asume que esta nueva etapa de contagios va a ser “muy peligrosa, según se está confirmando, por una sencilla razón: cuando empezó la segunda ola en julio los contagios habían descendido tanto que estábamos prácticamente a cero, pero ahora hemos empezado con una tasa alrededor de 200”.

Es decir, explica el experto, no es lo mismo empezar desde 25 casos que empezar desde 200 “porque la dispersión del virus es exponencial y no aritmética”. Teniendo en cuenta ese principio, Molina cree que “los contagios van a ser muchísimo más rápidos que lo que teníamos antes”. Y el motivo, insiste, está bastante claro: “Se han relajado las restricciones en un momento en el que no estábamos preparados para ello”.

Un punto de partida diferente

De cara a lo que viene, el catedrático de la UGR asume que “controlar la tercera ola va a costar más trabajo porque estamos en un punto muy álgido de contagios”. Por eso, apuesta por “imponer restricciones más severas de las que hay ahora”, pero teniendo en cuenta que “aplanar la curva va a llevar bastante tiempo. Va a ser una tarea difícil”.

Sobre todo, apunta, porque “la segunda ola nunca se acabó, así que en lo que estamos ahora es en un rebrote descontrolado de esta”. Molina pone un ejemplo para visualizar por qué esta situación es peor que cuando se levantó el primer estado de alarma: “Debemos comparar y recordar en qué situación estábamos en julio y en qué situación estamos ahora. El verano fue bastante relajado, pero pasaban dos cosas: el nivel de contagio era mínimo y no conocíamos al virus tanto como lo conocemos ahora”.

Además, el experto señala que no se puede reducir el aumento de los contagios a una cuestión del clima, como apuntan algunas voces. “Las condiciones climáticas y todo lo que se habló en principio de la contaminación y las circunstancias que pudieran favorecer la dispersión son factores, pero no críticos”, indica. Por eso, insiste, “lo que ha ocurrido ahora es que se han relajado sustancialmente las medidas de aislamiento social en un momento muy prematuro”.

Según Molina, basta con mirar a nuestro entorno más próximo para ver en qué hemos fallado. “Estábamos en un nivel de partida extraordinariamente alto, superando lo que en Europa se considera nivel extremo, pero nosotros nos fuimos de vacaciones”. En ese contexto, indica el inmunólogo, no se debían haber relajado los comportamientos sociales al nivel que se hizo cuando el índice de transmisión era tan alto.

La variante británica “no es nuestro problema de momento”

Otra de las cuestiones que está encima de la mesa tiene que ver con las mutaciones del coronavirus. Justo antes de Navidad, el mundo se sobrecogió al saber que había una variante británica de la Covid-19 que preocupaba a las autoridades. Sobre esto, Ignacio Molina llama a la cautela. “Este virus tiene una tasa de mutación bastante más baja que otros como la gripe o infinitamente más baja que el sida”. Aunque en marzo hubo una cepa que colonizó y “sobrecreció a la original”, la variante británica “no es nuestro problema de momento”, según el experto.

“No se ha extendido con suficiente intensidad en España como para que le podamos echar la culpa de esta tercera ola. Nuestra cepa es la de marzo y abril”, explica. Además, por lo que se sabe de ella, tampoco es más virulenta que la que tenemos en nuestro país, por lo que el mayor peligro estribaría en el ritmo al que puede llegar a contagiar. De ahí que la situación epidemiológica actual de España tenga más que ver con las fiestas navideñas que con la capacidad de transmisión del coronavirus, según Ignacio Molina.

Medidas de contención

Con los datos en la mano, es evidente que en las próximas semanas continuarán endureciéndose las restricciones, como ya están haciendo regiones como Madrid, Castilla y León o Andalucía. En ese aspecto, Molina cree que lo que hizo la Junta en Granada el pasado otoño podría ser de nuevo una solución porque fueron medidas “útiles”. Además, apelar a un confinamiento domiciliario tampoco le parece una salida posible, ente otros motivos, porque “hay que ser muy prudentes y no terminar de destrozar la economía”.

El inmunólogo no quiere verse en ese escenario sobre todo por el agotamiento social que percibe. “Llevamos diez meses en los que, en mi modesta opinión, la gestión política de la pandemia ha sido catastrófica. Estoy profundamente irritado por la utilización política de un problema de salud pública. Esto hace que se manden mensajes cruzados a la población que no sabe a qué atenerse. También se dan mensajes demasiado optimistas antes de tiempo que hace que la gente crea que hay un horizonte cuando es otro”.

Ignacio Molina duda de si la gente sería capaz de volver a quedarse en casa como la pasada primavera. Por eso, afea la actitud de algunos gobiernos regionales que solicitan esa medida de gracia. “Las medidas que se pusieron en Granada suponían un confinamiento domiciliario en cubierto, que funcionó bien porque detuvo los contagios. Podría ser una medida factible. Insistiendo en el hecho de que es un brindis al sol que pidan el confinamiento domiciliario cuando no está en el decreto del estado de alarma. Son ganas de calentar al personal”, dice.

Tajante, el catedrático estima que “las semanas que vienen pueden ser peores que las de la primavera pasada porque el punto de partida es mucho peor”. Dado que se ha iniciado la tercera ola con un nivel de contagios considerable, “es incontrolable”. Por eso, prefiere no utilizar paños calientes: “Lo que viene va a ser muy duro porque bajar los contagios será muy difícil”.

Otro año complicado

De cara al año que acaba de empezar, en el que buena parte de la ciudadanía alberga esperanzas, Molina no las tiene todas consigo. “Nunca he pensado que llegásemos a la inmunidad de grupo antes del otoño del año 2021, entendiendo que el otoño acaba el 21 de diciembre”, asegura mientras fija su mirada en las vacunas como parte indudable de la solución.

“Para tener una inmunidad de grupo necesitamos tener al 70% de la población vacunada y eso en España es tener a 35 millones de personas vacunadas y, como se necesitan dos dosis, eso son 70 millones de pinchazos. En la situación de agotamiento en la que está la Atención Primaria, ¿cómo manejamos esas cifras? Haciendo esfuerzos heroicos como los que se están haciendo ahora, lo que lleva tiempo”, se pregunta el experto. “No creo que consigamos alcanzar la inmunidad de grupo antes de finales de 2021”.

Además, “en unos días vamos a empezar a poner la segunda vacuna -la de Moderna- y estarán poniéndose tanto esta como la de Pfizer y no te puedes confundir. Tienes que hacer las programaciones de citaciones teniendo eso en cuenta. Eso es un esfuerzo logístico muy importante en una situación importante”. Insiste en que existe un problema político de fondo cuando las comunidades, “que no están suministrando todas las vacunas, piden más al Gobierno central cuando estas llegan a través de una compra centralizada desde Europa. Al mismo tiempo ”nosotros estamos en esta situación y nos olvidamos de los países en desarrollo que no han visto una puñetera vacuna todavía. Es una actitud profundamente egoísta“.

 “Ahora tenemos unos 5 ó 6 millones de españoles inmunizados por haber pasado la enfermedad. Si a esas personas sumamos los que ya se van vacunando, iremos expandiendo el número de ciudadanos que ya son inmunes y la transmisión bajará de velocidad poco a poco”, apunta Molina. El inmunólogo de la UGR estima que “hasta que no lleguemos el 30-40% de inmunidad no veremos nada sustancial”, aunque espera equivocarse.

Huyendo de falsas expectativas, Ignacio Molina no cree que hasta noviembre o diciembre podamos ver un cambio significativo que nos alivie. “Estaremos todo el año usando las mascarillas”. Por eso, para evitar que todo vaya a peor, entiende que hace falta “rebajar la crispación que rodea la gestión de la pandemia y encararla desde una perspectiva realista”. Aunque abre una puerta a la esperanza al ver dos noticias positivas: “Las vacunas que tenemos son eficaces contra las variantes que hasta ahora conocemos y estudios recientes avalan que la inmunidad se mantiene de forma notable hasta ocho meses después del contagio. Algo que abre la puerta a quizá vacunas de recuerdo cada dos o cinco años y no cada año”. Aunque solo el tiempo podrá responder definitivamente a esas cuestiones.

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