Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Isaac Rosa: “Nos quejamos de los jóvenes, pero los adultos somos los primeros que leemos menos que antes”

Isaac Rosa ha escrito la novela juvenil "W" junto a su hija Olivia

Alejandro Luque

Como muchos padres, Isaac Rosa (Sevilla, 1973) veía como su hija mayor, Olivia, de 13 años, que había sido siempre una ávida lectora, se alejaba de los libros al llegar a la adolescencia. Entonces decidió hacerle una propuesta insólita: escribir un libro juntos. El resultado de ese desafío –que al final lo fue para ambos– es W, una novela juvenil escrita a cuatro manos que acaba de ver la luz en Edebé.

“No sé si llamarla juvenil”, corrige el escritor, “o novela para todos los públicos, o novela también para los jóvenes. Lo seguro es que yo tenía ganas de hacerlo, llevo muchos años visitando institutos y los chavales leen cosas mías, sobre todo cuentos y los dos cómics que he publicado, pero me apetecía brindarles otra cosa: no una obra juvenil por ser más accesible, sino que tuviera que ver más con sus vidas”.

Esto, sumado, a la motivación personal de evitar que Olivia “entrara en barrena, y tratar de mantener ese hilo con la lectura”, hizo que Isaac Rosa se pusiera de inmediato manos a la obra. Su hija demoró un poco más. “La verdad es que tardó unas semanas en implicarse; al principio lo vio con muchas reticencias. A esa edad, una propuesta de tu padre es casi siempre lo peor”, bromea el autor de títulos como El vano ayer, El país del miedo, La mano invisible, La habitación oscura o el más reciente Feliz final.

Crear para comunicarse

Como es lógico, la experiencia del novelista profesional pesó en el proceso de elaboración de W. “Yo iba escribiendo capítulos, luego los poníamos en común y pensábamos cómo podía continuar la historia. El desarrollo fue todo lo democrático e igualitario que puede ser la relación padre-hija y escritor-lector”, apunta. Y no duda en recomendar la fórmula a los padres que quieran vencer la clásica resistencia comunicativa de los jóvenes. “Evidentemente, cualquier proyecto creativo es una forma de comunicación. Tal vez sea indirecta, lateral, pero acaba siendo un intercambio muy rico. Nos dimos cuenta de que, cuando hablábamos del libro, en realidad lo estábamos haciendo de nosotros mismos. Y si no quieren o pueden escribir con ellos, también vale leer juntos. Me gusta saber que los lectores de mis novelas que han cogido el libro han acabado leyéndolo con sus hijos”.

¿Y de qué va W? Pues de una chica que un buen día descubre que tiene una doble idéntica, y de su reacción ante ese descubrimiento. Un tema que, bien mirado, se inserta en una tradición que va de la Grecia clásica hasta Borges, pero que el tándem Isaac-Olivia quería llevarse a su terreno. “Lo que suele hacer la figura del doble es activar muchas preguntas que tienen que ver con la identidad: ¿Quién soy? ¿Tengo la posibilidad de vivir otras vidas? ¿Qué pasaría si otro ocupara mi lugar? Es un asunto que está lleno de preguntas, dudas, deseos y miedos que siempre rodean a estas historias, y que tienen mucho que ver con esa edad en la que, precisamente, se está formando nuestra identidad”.

Por otro lado, cabía preguntarse si también en esta obra a cuatro manos asoma el aliento social que suele acompañar las obras del sevillano. “Algo aparece, pero tampoco quería resultar demasiado previsible”, admite. “Puesto que se habla de la entrada en la adolescencia, queríamos que empezara en un registro infantil y que fuera evolucionando hacia algo más maduro. Se trata de asomarse a ese mundo adulto desconocido, y empezar a ver lo que no veías cuando eras pequeño”.

El “bache” de la lectura

Como padre, él también ha padecido ese momento en que los jóvenes dejan de leer y se refugian en los vídeojuegos, o simplemente en actividades colectivas. “Intento desdramatizar, es solo una etapa. Cuando entras en el instituto las relaciones son más de grupo, no hay espacio ni gente con la que compartir lo leído. Lo de pasar de leer mucho a no tocar un libro en toda la semana al principio me preocupaba, pero tampoco me puse a perseguir a Olivia. Le dejaba algún libro a su alcance que pudiera gustarle, y ya está. Cuando se ha sido muy lectora de niña, tengo la confianza de que se pase el bache y luego vuelvan”.

En todo caso, Isaac Rosa no cree “que sea un problema solo de niñas o adolescentes, los adultos somos los primeros que leemos menos que antes. Y a la hora de repartir responsabilidades, los propios escritores, que repetimos cosas como que la mejor literatura de hoy está en la tele, y que si Shakespeare viviera escribiría para la HBO. Primamos otras formas de consumo cultural, y satisfacemos la necesidad de que nos cuenten historias con la tele. Eso deja poco espacio a los libros. Y sin embargo, crecen los clubes de lectura, gente que lee y busca una comunidad con la que compartirlo”, agrega.

El escritor, que se declara seguidor de autores supuestamente juveniles como Gianni Rodari, Christine Nostlinger o Roald Dahl, cree que tampoco los youtubers que ahora provocan largas colas en las ferias del libro son ninguna amenaza. “Es un fenómeno similar al que antes representaban los famosos de la tele. Esos ‘intrusos’ siempre han estado ahí, y hemos convivido bien con ellos”.

A propósito de intrusismo, cabe preguntarle a Isaac Rosa si se ha sentido como tal en esta incursión en las letras juveniles. Y si ha sido tan difícil el cambio. “Desde luego me he sentido entrando en un terreno que no era el mío, pero he escrito con la misma exigencia con que lo hago para cualquiera. Y he sentido también una presión mayor, quería ver si era capaz de interesar, de emocionar a lectores a los que no conozco, porque no sé nada de los adolescentes de ahora. Y cuanto más jóvenes, será peor. Creo que lo más difícil debe de ser hacer álbumes ilustrados de los que apenas tienen texto, y conectar con niños de cinco o seis años. Eso no está al alcance de cualquiera”, apostilla.

Etiquetas
stats