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Las otras Malomas suman un centenar

Darya Embarek Selma

Alejandro Ávila

Retención contra su voluntad. Privación ilegal de la libertad. Hay muchos eufemismos para referirse al delito de secuestro. El caso de Maloma Morales, la mujer de 22 años que permanece retenida por su familia biológica en el Sáhara desde diciembre, no sólo ha servido para descubrir el amplio abanico de sinónimos de la palabra, sino para destapar una práctica habitual en las relaciones entre España y el Sáhara: el secuestro de mujeres adultas que, tras pasar una década conviviendo y estudiando con familias de acogida españolas, se ven retenidas contra su voluntad en el Sáhara durante unas vacaciones de visita a sus familias biológicas.

Darya Embarek Selma es una de ellas. Esta mujer, que cumple 27 años este miércoles, vivió entre los 12 y los 24 años en Canarias. Su acento, un auténtico torbellino que entremezcla el deje canario con los sonidos árabes, la delata. Cuenta Darya que, aprovechando unas vacaciones, fue a visitar a su familia saharaui. “Todo iba bien hasta la semana antes de irme. Jugando con mi sobrino, mi tía me soltó entre risas que no iba a volver a España. Yo me lo tomé de broma, pero cuando le pregunté a mi madre, me dijo que no iba a volver hasta que no aprendiera a hablar árabe y me hiciera de nuevo con mi cultura. No me lo podía esperar, me despertaba todos los días llorando”.

Cuentan que es lo habitual: poco antes de partir de vuelta, les quitan la documentación con la que han viajado desde España hasta los campamentos saharauis en Argelia y les dicen que no podrán volver hasta que se hagan de nuevo con su idioma y su cultura. Es sólo una manera de ganar tiempo para que volver a España termine “dándonos igual”.

“Lo que más echa de menos es su libertad”

Ángeles Deniz, la madre española de Darya, invita a imaginarse a una chica que llegó con 12 años a las Islas Canarias y durante 13 años se educó y crió allí. No sólo estudió administración y comercio, sino que estaba a punto de entrar en la Universidad, cuando su familia saharaui la llamó hace dos años para que visitara a su padre que, supuestamente, tenía una enfermedad de gravedad.

“Ella siempre decía que era de allí y que respetaba su religión, pero que se había educado aquí en Canarias y que ésta era su isla. A una mujer hecha y derecha le dijeron allí que no volvería nunca más a España. Allí no es dueña de nada, no decide por ella, todo el mundo decide por ella… y eso no es. Cuando se tiene una mayoría de edad, hay que respetar a esa persona y preguntarle al menos dónde quiere vivir. Lo que Darya echa de menos no son las comodidades de aquí, lo que ella echa más de menos es su libertad”.

“Es como si se la hubiera tragado la tierra”

Darya cuenta con un trabajo por la mañana y “disfruta” de una cierta libertad de movimiento para visitar a familiares y amigas de otros campamentos de Tinduf (Argelia), llamar por teléfono a España o comunicarse a través de redes sociales.

El caso de Koria Badbad es dolorosamente diferente. “Llevamos cinco años sin saber si Koria está viva o muerta. No nos han dejado ni verla ni llamarla por teléfono. Es como si se la hubiera tragado la tierra”, explica Bienvenida Campillo con un pesar más que palpable durante la hora de charla telefónica que mantiene con eldiario.es/andalucia.

Tras permanecer diez años en España, Koria visitó a su familia en el Sáhara. Era diciembre de 2010 y estaba a punto de cumplir los 18 años. Con una salud muy delicada, que la mantuvo durante una década en España para someterse a operaciones y controles médicos, Koria desapareció. Cuenta Bienvenida que la familia hizo “un teatro espectacular para que no sospecháramos nada. Le compraron regalos para la vuelta, le preguntaban por la selectividad a la que se iba a presentar, pero el 5 de enero de 2011 la mandaron a la tienda y nunca más supimos de ella”.

La madre de acogida de Koria culpa a las autoridades saharauis del Frente Polisario, y no a su familia, de la tragedia que vienen sufriendo desde hace un lustro. “El Polisario les mete miedo, diciéndoles que a partir de cierta edad se pueden volver drogadictas o prostitutas en Españas y, claro, las familias actúan en consecuencia por ese miedo que les induce el propio Polisario y son víctimas de él. Yo no culpo a la familia, soy madre y me pongo en su piel”.

El caso Maloma ha visibilizado un problema social que va más allá de casos aislados o de “guerra entre familias”, como le ha manifestado Abidin Bucharaya, representante del Frente Polisario en Andalucía, a este diario. Aunque no hay datos oficiales, porque no existe una organización que se ocupe de este problema, cada caso denunciado públicamente actúa como un aglutinante de otros nuevos. Es así como las familias de acogida españolas han llegado a contabilizar más de 100 mujeres que han sido secuestradas por sus propias familias saharauis, en datos no oficiales.

“Antes sólo se sabían dos o tres casos, porque las familias españolas tienen miedo a denunciar. Las asociaciones de amistad con el pueblo saharaui y los representantes del Polisario nos recomiendan que no lo saquemos a la luz, porque nos dicen que si no, no van a volver. Pero es justo al revés: no conozco ningún caso que haya vuelto sin que haya salido a la luz pública, a no ser que se haya escapado”, abunda Bienvenida.

Tienen miedo las familias de acogida y tienen miedo las mujeres saharauis, a las que se doblega, muchas veces, “con maltrato físico y psicológico”. Es el mismo miedo que sienten Hurria y Jesús. Cuando Hurria, después de más de diez años viviendo en España, fue de visita al Sáhara, la historia se repitió. “Recibimos una presión horrorosa, porque Hurria tenía que asistir a una celebración familiar. Era mentira. A la semana de llegar, el padre le quitó el pasaporte y el permiso de residencia en España. La dejaron sufriendo durante días. Le pedí a las autoridades que intercedieran por mí, pero jamás hicieron nada. Logré hablar con su padre y me dijo que iba a estar varios meses más porque tenía que recuperar su idioma y sus costumbres”, narra Jesús.

A Hurria (que significa libertad en árabe), se la llevaron a los territorios liberados, donde el Frente Polisario tiene su cuartel general. “Es un sitio más verde, con animales, pero también aislado y sin cobertura telefónica. Ahí es donde estaba Maloma y donde está mi hija. Allí le han reseteado el cerebro y, aunque aquí era atea convencida, ahora me habla de Dios”, abunda Jesús.

Reconoce este padre de familia que no le desea a nadie el padecimiento que él y su familia están sufriendo con esta situación.

La historia se repite con otras familias: la propia Bienvenida cuenta que tanto ella como su marido y el resto de su familia han tenido que recibir tratamiento psicológico. Una psicóloga, especializada en este tipo de casos y que prefiere mantener el anonimato, asegura que “esto afecta más que la muerte de un ser querido. Cuando alguien muere, pasas un duelo y puedes seguir con tu vida, pero en estos casos se les arrebata a las familias la posibilidad de poder seguir viviendo con normalidad”. La depresión, la soledad y las tentativas de suicidio son moneda común entre las mujeres saharauis a las que se priva de libertad.

En el punto de mira de Human Rights Watch

Human Rights Watch ha puesto en el punto de mira esta violación de los derechos humanos. Eric Goldstein, subdirector de Human Rights Watch en Oriente Medio y África del Norte, le afirma a eldiario.es/andalucia, mediante llamada telefónica desde Nueva York, que el Frente Polisario no es capaz de hacer respetar los derechos de la mujer.

“Los derechos humanos tienen que ver con la toma individual de decisiones y con un Gobierno que los protege, y que no los intenta contextualizar afirmando que son una sociedad patriarcal o tradicional, para luego venir a Occidente y decir que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres y que son una sociedad progresista. Este es un caso en el que demostrar que eso es así”, señala Goldstein.

En ese sentido, Goldstein asegura que “Maloma es una adulta y tiene el derecho absoluto a decidir dónde quiere estar, si quiere quedarse en el Sáhara o prefiere regresar a España. No importa su nacionalidad, el cometido del Polisario es garantizar ese derecho. Si el Polisario no lo puede garantizar, debería dejar de hablar de los derechos de las mujeres, que han de tener los mismos que los hombres. Está secuestrada por su familia. No tenemos nada en contra de su familia, pero ella tiene derecho a decidir y queremos escucharla sin la presión de nadie. Es la obligación del Polisario garantizar dicho derecho”. En los próximos días, con la liberación de Maloma, la autoridad saharaui podrá demostrar si cumple con los derechos humanos o no.

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