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Frigiliana, blanco, verde y azul

Frigiliana.

Néstor Cenizo

Reportaje fotográfico de Miguel Heredia

Entre el azul y el verde del mar y de la sierra está el blanco de la cal. Frigiliana es un pueblo de la Axarquía malagueña, y es de ese color blanco casi brillante de los pueblos blancos andaluces que en los días luminosos deslumbra.

Un cartel de bienvenida lo anuncia: este es uno de los “pueblos bonitos de España”. Tan cuidado por sus vecinos que varias veces han recibido la distinción de ser ellos quienes mejor cuidan y embellecen su pueblo. Pero una distinción no basta. Y aquí hablan las calles empedradas, las casas encaladas, las puertas azules, y las buganvillas moradas y las flores rojas de claveles y geranios. Este un cuadro de colores puros sin mancha.

El casco antiguo es sinuoso y empinado, trazado sin la matemática de la ciudad moderna. No hay escuadra y cartabón y sí recovecos, voladizos y escondites, patios y escaleras, esquinas y chaflanes. No hay cuadrícula aquí, y sí casas que se adaptan a la pendiente y a la casa del vecino.

La trama urbana es legado nazarí. Después de años soportando humillaciones y el incumplimiento de las Capitulaciones de Santa Fe, los moriscos se levantaron en armas en las Alpujarras, en el Andarax de Almería y en Guadix.

La rebelión en la Axarquía terminó en 1570 con la derrota de los acantonados en el Peñón de Frigiliana y la expulsión de los sublevados. El municipio fue repoblado entonces por “cristianos viejos” traídos de todo el país, pero en las casas y en las calles quedó para siempre ese aire de los pueblos moriscos.

La historia del asedio, la derrota y el éxodo está narrada en 12 paneles de cerámica distribuidos por el casco viejo. “En los últimos días de 1569 esta gran concentración humana, cerradas las puertas de sus casas, abandonados sus hogares, despobladas las alquerías, campos y caseríos, portando sus ajuares, herramientas y armas, puso rumbo a Frigiliana. Sólo nos resta imaginar la gran polvareda de almas destacada en las alturas del Mayarín, atravesando cerros y arroyos, camino de la triste senda que los conduciría a la muerte y la derrota”, se lee en uno de ellos.

El municipio ha aprovechado su historia para consolidar un festival musical y gastronómico que se celebra a finales de agosto en torno a la convivencia de las culturas cristiana, musulmana y sefardí. Manu Chao encabezó este año el cartel del Festival de las Tres Culturas.

Encajado al comienzo de la Sierra Almijara (a su vez integrada en el Parque Natural de Sierra Tejeda, Almijara y Alhama), Frigiliana es un pueblo de montaña con vistas al mar. Aquí prima la carne de caza y aún funciona un viejo ingenio que produce miel de caña. Dicen que es único en Europa.

Apenas a diez minutos en coche, o a distancia de un paseo andando, está Nerja, y a unos 45 minutos por carretera, Málaga. Esto sigue siendo la Costa del Sol, el litoral malagueño, aunque a 300 metros sobre el nivel del mar. Pero el turismo de sol y playa está tan cerca sobre el mapa como lejos en todo lo demás. Frigiliana se asoma al mar al resguardo de la montaña: blanco entre el verde y el azul.

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