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Susana Díaz reedita su estrategia de “superfichajes” electorales entre la IU más veterana y hostil con Podemos

Diego Valderas y Susana Díaz, junto a Rosa Aguilar, el día que se aprobó la Ley andaluza de Memoria.

Daniel Cela / Carmen Moraga

Desde hace meses el PSOE de Susana Díaz viene haciendo un llamamiento a la vieja guardia de IU, desencantada o descreída con el proyecto de confluencia con Podemos, ofreciéndole un espacio de reconocimiento a su trayectoria política: no hace mucho que gobernaban juntos (apenas tres años).

Hace semanas que esta estrategia de pescar en el caladero de la otra izquierda se concretó en un encuentro y varias llamadas al que fuera ex líder de IU durante 13 años y ex vicepresidente de la Junta, Diego Valderas. Éste se mostró halagado, pero declinó amablemente la oferta, como él mismo confirma a eldiario.es. Valderas no se ve militando en el PSOE ni pidiendo el voto para Díaz, por mucho resquemor que guarde a su sucesor, el actual líder de IU, Antonio Maíllo.

Fuentes del PSOE andaluz y de IU han explicado eldiario.es que hace sólo unos días el vicepresidente del Gobierno andaluz, Manuel Jiménez Barrios, estaba intentando convencer a Valderas para que se incorporara a las listas del PSOE, pero que él “se resistía”. En su defecto, querían que “pidiera el voto para el PSOE”, lo que causaría mucho daño a la coalición de Podemos e IU (Adelante Andalucía) al provenir de un histórico dirigente comunista. Los socialistas andaluces han tanteado a Valderas como antes lo hicieron con otros históricos comunistas: Rosa Aguilar -ex alcaldesa de Córdoba y actual consejera de Justicia- o la ya desaparecida Concha Caballero, ex portavoz parlamentaria de IU, que no se dejó engatusar por “el abrazo del oso”.

“No hay nada de nada. Es algo inexistente. Son intoxicaciones interesadas”. Valderas, en conversación telefónica, niega cualquier tipo de negociación con el PSOE, y se muestra sorprendido de que desde sus propia filas, tanto del PCA como de IU, haya personas dispuestas a “intoxicar y a engañar a la gente interesadamente”. “Se confunden”, remacha, “nadie me va a meter en ningún embolao. Yo ya soy mayorcito para meterme en los embolaos que considere oportunos. Se equivocan los que quieren sacarme algo”, afirma, apuntando a la propia gente de su formación. “Decidle al mensajero que se ha equivocado”, zanja.

Desde que Susana Díaz rompió el pacto de Gobierno con IU en 2015, Valderas dice estar alejado de la política activa, retirado en su pueblo (Bollullos Par del Condado, Huelva), desde donde admite sentirse “objeto oscuro del deseo”. La actual dirección regional de IU no sólo no reivindica el papel de su antecesor -que estuvo 13 años al frente- sino que marca distancias con él. Fuentes de la dirección regional confirman que Valderas dejó de pagar las cuotas el pasado mes de marzo, “lo que supone una manera silente y hábil de darse de baja de IU”, dicen.

El ex coordinador andaluz de IU se reconoce actualmente como “simpatizante”, y admite que sus relaciones con Maíllo no son buenas. “Ni nos llevamos ni nos dejamos de llevar”, afirma, para puntualizar que él no comparte “experimentos con gaseosa”, en alusión velada a la confluencia que han cerrado en Andalucía con el partido de Teresa Rodríguez, que será la cabeza de cartel de la confluencia en las autonómicas.

Roces con la vieja guardia

Estos movimientos entran dentro de la lucha por el ancho y heterogéneo voto de izquierdas en Andalucía, que va a ser una de las claves de las próximas elecciones. El PSOE de Susana Díaz aspira a cumplir 40 años ininterrumpidos en el Gobierno andaluz, y quiere proteger su hegemonía como principal partido progresista frente al avance de Podemos e IU.

El arco de la izquierda tiene en sus dos extremos espacios de conciencia fuertemente arraigada: comunistas que nunca van a votar al PSOE y socialistas que jamás apoyarán a IU. Pero también hay un hueco intermedio de vasos comunicantes donde se encuentran los indecisos, los cabreados y los desencantados con su familia política de toda la vida. Ese margen político es ahora más maleable que nunca, porque en ambos lados, socialistas y comunistas, ha habido una ruptura de la unidad interna.

En el PSOE, porque la guerra de las primarias entre Pedro Sánchez y Susana Díaz sacó del armario en Andalucía un 30% de militantes socialistas críticos, que no votaron a la presidenta de la Junta. Y en Izquierda Unida, porque la confluencia con Podemos dividió internamente a la coalición, y un sector del partido ligado a los ex dirigentes más veteranos sintió que la nueva dirección de Maíllo estaba entregando las siglas al partido morado.

Díaz conoce bien ese descontento y a las personas que lo representan, porque hace sólo tres años cogobernaban junto a ella en San Telmo. Por eso Jiménez Barrios ha tanteado a Diego Valderas, en un intento de atraer su “experiencia política” hacia el PSOE. No tanto para que figure en las listas electorales -según explican personas próximas- sino para que actúe de intermediario con alcaldes y concejales de IU que se sienten “incómodos” con los términos de la confluencia con Podemos (la formación morada llegó a exigirles que rompieran los gobiernos municipales que comparten con el PSOE como condición para aliarse con ellos).

En la dirección actual de IU, hace tiempo que hablan de Valderas como un outsider. Maíllo no le perdona que “se prestara al juego de Susana Díaz”, que le propuso volver a la política ocupando un puesto en su Gobierno que no existía -Comisionado para la Memoria Histórica en Andalucía-, de espaldas a la dirección de IU. El actual coordinador regional censuró públicamente aquella iniciativa, tan molesto con Díaz como con Valderas, y éste finalmente declinó el ofrecimiento. Nunca llegó a ser una propuesta en firme, pero a la presidenta le sirvió para evidenciar la herida abierta entre la dirección actual de IU y la anterior.

Ahora Maíllo no se sorprende de que Díaz “utilice el canto de sirenas” y “todo el márketing palaciego del PSOE” para atraer a referentes de la izquierda, sea Valderas o la actual consejera de Universidades, Lina Gálvez, a quien muchos situaban en la órbita de Podemos e IU antes de fichar por el Ejecutivo de Díaz. “Los fichajes estrella del PSOE andaluz en el caladero de la izquierda son un clásico de las elecciones. Es vieja política y ya no tiene tanto impacto como antes”, dice Maíllo.

El coordinador regional ganó su pulso interno con la antigua dirección de IU, que fue sepultada en la última asamblea regional, pero también ha quedado una herida abierta. Los críticos han hurgado en esa herida cada vez que la confluencia daba síntomas de empoderar a Podemos y minimizar a IU: cuando exigieron la ruptura de pactos municipales con el PSOE; o cuando arremetieron duramente contra los antiguos líderes de IU, acusándoles de haberse vendido al PSOE por unos sillones. El último ejemplo para los críticos ha sido la decisión de Maíllo de delegar la candidatura a la Presidencia de la Junta a la líder de Podemos, Teresa Rodríguez.

Puntos débiles

Podemos e IU también quieren amortizar las grietas internas en la familia socialista. Susana Díaz fue derrotada en una batalla que se planteó como un plebiscito entre la refundación del PSOE y la vuelta a los orígenes. Ganaron los sanchistas con el lema “Somos la izquierda” y una estrategia consistente en asociar a su rival con el ala conservadora del partido. Las dos fuerzas convergentes han hecho suya la estrategia sanchista, y también le retiran a Díaz la legitimidad de seguir llamándose de izquierdas. Es algo que los comunistas siempre han reprochado a los socialdemócratas, pero esta vez la alianza Podemos-IU cree haber encontrado su mejor oportunidad en la figura de Susana Díaz.

La confluencia andaluza separa (muy conscientemente) el socialismo del susanismo, entendiendo éste último como “la corriente más conservadora dentro del PSOE, la política profesionalizada que ha echado los dientes en la sede del partido y que nunca ha trabajado fuera de la política”. A ojos de la confluencia, Díaz es quien pacta y gobierna cómodamente con “un partido neoliberal de derechas”, como Ciudadanos, mientras cierra la puerta a acuerdos con la izquierda. Los convergentes quieren dibujar un PSOE partido por la mitad para luego quejarse de que en Andalucía “se ha quedado el PSOE de derechas”. “El socio preferente del Gobierno de Sánchez es Pablo Iglesias, y el de la presidenta andaluza es Albert Rivera”.

La disputa del centro izquierda

La batalla de la izquierda se dirime en los espacios templados, lo que los sociólogos llaman centro izquierda, y donde se sitúan políticamente la mayoría de los andaluces, según la encuesta de intención de voto más popular de Andalucía (Egopa). En ese espacio, el PSOE trata de arrebatar votantes a la confluencia, apelando directamente a una parte de la vieja escuela de IU, muy hostil con Podemos. Aquellos que provienen de una etapa anterior: los que cogobernaron la Junta con el PSOE, o los que aún gobiernan con los socialistas en municipios.

Esos veteranos de IU que nunca se han entendido con Podemos, siempre han sentido el proyecto de confluencia como una suerte de subyugación a un partido recién nacido, sin tradición ni experiencia. En términos orgánicos, esta corriente es minoritaria dentro de IU. Los críticos intentaron disputar el liderazgo a Maíllo pero fueron aplastados en la asamblea andaluza. Su voz y su discurso no tiene suficiente fuerza dentro de la coalición, sin embargo, ha encontrado un eco atronador en el Parlamento gracias a una aliada inesperada: Susana Díaz.

La presidenta tiene olfato político y sabe cómo alimentarse de las crisis internas ajenas (ella acaba de sobrevivir a la suya propia tras su derrota en primarias). Durante meses, mientras se gestaba a fuego lento la confluencia con Podemos, Díaz ha hecho suyo el discurso de los críticos de IU hablando de “absorción” o “disolución” de la coalición de izquierdas. Era una forma de reivindicar a aquella IU que gobernó junto al PSOE -y que ella misma se encargó de expulsar del Ejecutivo para precipitar las elecciones-, pero también era el modo de debilitar a Maíllo y su alianza con Podemos. La presidenta de la Junta no logró minar el proyecto de confluencia, que finalmente se ha materializado bajo las siglas de Adelante Andalucía, pero sigue apelando a las bases, a los cuadros medios y a los ex dirigentes de IU para atraerlos hacia el PSOE.

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