Chapuzón en el siglo XIII
Nos bañamos de nuevo junto al puente medieval de Famiñosa que cruza el Alcanadre entre Abiego y Junzano. El camino que unía el Somontano de Barbastro con la Hoya de Huesca saltando las estribaciones de Guara y las quebradas de los ríos se ha perdido en muchos tramos, sepultado por sembrados. Pensábamos que este año de sequía la badina secreta no tendría agua, pero el nivel no ha bajado ni un palmo.
El puente, inverosímil, parece sostener a pulso las paredes escarpadas de las orillas. El camino de carros, sepultado por un desprendimiento, obliga a bajar al cauce por una trocha empinada. Allí nos bañamos de nuevo en este verano de incendios, temores y cambio climático. Y parece que el agua nos va a inmunizar contra tanta agitación.
La poza mide como una piscina olímpica, se baja por una piedra que resbala y enseguida nos cubre, no llegamos al fondo.
Nadamos entre los restos de una civilización perdida que nos ha traído hasta aquí. Nos hacemos el muerto entre restos del molino, el azud, armados con grandes sillares bien escuadrados, como los del puente, que se alza como un sueño de Pitágoras aguas abajo entre los farallones. Un año lo cruzamos y da un poco de vértigo, apenas tiene dos metros de ancho y no hay barandilla. Fue restaurado en 1999 y si no se hubieran arruinado los caminos podría volver a pasar un carro.
El agua te engulle y te lleva al siglo XIII; los peces, diminutos, te mordisquean si te estás quieto, la misma limpieza que te hacen aguas abajo, en la badina de Barbuñales. A los pies del molino hay un muelle natural, con escalones tallados en la roca. En lo alto de la orilla de enfrente se ve un cobertizo con techo de plástico del que baja por la pared vertical una manguera hasta el río. Permite imaginar una destilería clandestina de anís de Colungo.
Este paraíso lo encontramos hace diez años viniendo desde Junzano, el descenso por ese lado es menos abrupto. Cada verano volvemos a darnos un baño en esta poza poco concurrida en la que nunca hemos encontrado más de cuatro personas. Es un viaje en el tiempo, a tres kilómetros de Abiego, donde se conservan huellas de animales de hace millones de años y una quincena de hitos del patrimonio cultural.
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