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“El momento 2008: nada nos humaniza tanto como la aporía, ese estado de intensa perplejidad en el que nos encontramos cuando nuestras certezas se hacen añicos; cuando, de repente, quedamos atrapadas en un punto muerto, sin poder explicar lo que ven nuestros ojos, lo que tocan nuestros dedos, lo que oyen nuestros oídos. En esos raros momentos, mientras nuestra razón se esfuerza con valentía para comprender lo que registran nuestros sentidos, nuestra aporía nos humilla y prepara a la mente bien dispuesta para verdades antes insoportables. Y cuando la aporía despliega su red para prender a toda la humanidad, sabemos que estamos en un momento muy especial de la historia. Septiembre de 2008 fue uno de esos momentos.”
Este es el inicio del libro de Yaris Varoufakis, 'El Minotauro Global', sobre la crisis financiera iniciada por las hipotecas subprime en 2008. Este concepto se puede aplicar al actual momento en la hortofruticultura y otros sectores de la agricultura española.
A los agricultores nos inculcaron que había que trabajar, que había que producir alimentos saludables y seguros, haciendo del trabajo una virtud que nos ayuda a progresar y mejorar nuestras explotaciones.
Ahora, nuestra aporía nos ha superado. Estamos viendo como el que más trabaja, el que más alimentos produce, se está arruinando fruto de la codicia del mercado. Asistimos perplejos a la certeza que producimos barato, nos pagan por debajo de coste de producción y cuando quieren y, finalmente, los productos llegan caros al consumidor.
No es razonable que, mientras oímos hablar de la despoblación y la preocupación política por ella, los estímulos públicos entorno a subvenciones destinadas al sector hagan que cultivos típicamente mediterráneos, como frutas y hortalizas, se produzcan en explotaciones cada vez más grandes cuya propiedad no es de agricultores “reales” apegados al territorio.
La crisis financiera internacional de 2008 se solucionó, ante la aporía colectiva, inyectando billones de euros, dólares y yenes públicos en el sistema financiero “privado”. Además, hubo una juerga de nacionalizaciones de bancos, compañías de seguros y fabricantes de coches dignas del mismo Lenin.
Y me pregunto: ¿Merecen los hortofruticultores ser rescatados? ¿Merecen vivir de su trabajo ante la codicia de los mercados? Sería lógico que se pagasen precios justos a los agricultores, y que las Administraciones lo defendiesen. Y en su defecto, sería lógico para España, la huerta de Europa, que los cultivos típicamente propios que garantizan el arraigo de la población y el mantenimiento del territorio estuviesen protegidos por políticas PAC consecuentes con su supervivencia, y no por políticas PAC que priman el crecimiento especulativo del sector, abonando el terreno para la entrada de Fondos de Inversión sin escrúpulos.
Los agricultores vuelven a tener una oportunidad con la nueva negociación de la PAC de que las ayudas públicas del sector vayan dirigidas al modelo social y profesional de la agricultura, o lo que es lo mismo, a quién se dedica realmente y vive del sector. La propuesta PAC entorno a las rentas del agricultor del Consejero del Gobierno de Aragón Joaquín Olona es una clara apuesta por la supervivencia económica del agricultor y del modelo social de la agricultura familiar.
Mantener el statu quo de la PAC, dejando fuera a cultivos propiamente mediterráneos como frutas y hortalizas, supondrá la desaparición de muchos agricultores y del modelo socioeconómico que sustenta la vida de los pueblos de nuestro país.
Es la política la que tiene la capacidad de hacer salir a las zonas rurales de la aporía que nos paraliza y nos hace asistir incrédulos a como las explotaciones frutícolas cierran una tras otra.
Y creo que ese movimiento de salvaguarda de nuestras explotaciones frente al crudo mercado debería surgir de nuestros pueblos, defendiendo una PAC que proteja a los agricultores reales, porque ahora mismo, a los fruticultores solo les queda una: PAC O MUERTE.
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