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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Nosotras el 8M haremos huelga feminista

Maribel Martínez / Carlos López

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Mi madre, allá por los 60, compaginaba aquello de “llevar la casa” con la crianza de seis hijos, el cuidado de unos padres, ancianos e impedidos que vivían con nosotros, y aún sacaba tiempo para trabajar en la tienda de ultramarinos de mi padre. Además de todo eso, cosía nuestras ropas, tejía algún que otro jersey y se preocupaba de nuestros estudios, asistiendo a las citas con los profesores.

Visto con la perspectiva de este siglo era sin duda una superwoman. Una gran trabajadora y sin duda explotada mujer que solo sacaba unas horas para ella misma los domingos por la mañana cuando nuestro padre cogía a los hermanos y nos íbamos de excursión al campo o al monte.

De aquella época recuerdo su permanente queja, la misma que formulaban millones de mujeres, por no obtener ayuda de mi padre y su tristeza, consecuencia de una vida dura en la que el cansancio y la frustración hicieron mella en su carácter. Toda la responsabilidad caía sobre ella, mientras mi padre trabajaba 12 o 14 horas en la tienda y se desentendía de todo lo que no fuera “el negocio”

Podríamos pensar que desde entonces algo o mucho han cambiado las cosas para las mujeres. Aunque depende de la óptica desde la que se mire, logramos algunos derechos que llegaron con la democracia: el aborto, el divorcio, la ley de parejas de hecho, el reconocimiento de las familias monoparentales, la independencia económica, el acceso a cualquier puesto de trabajo y un largo etcétera.

Su conquista fue gracias a la enorme labor que muchas mujeres, fueron feministas quienes abanderaron las luchas, que se dejaron algo más que la piel en el empeño.

Salimos de cuarenta años de dictadura hambrientas de derechos y libertades. Por eso cuando empezamos a saborear la libertad de decidir por nosotras mismas sobre nuestros cuerpos, nuestro futuro o con quien queríamos vivirlo, pensamos que ya estaba, que por fin lo habíamos conseguido.

Es ahora, pasados los años y en estos momentos en que constatamos que ya no queda casi nada de aquel “estado de bienestar”, ahora que como en un mal sueño parece que junto con los salarios, la educación y la sanidad, nos han robado la libertad para expresarnos o para manifestarnos, cuando nos damos cuenta de que por el mismo desagüe también se han ido otros derechos que nunca conseguimos: el fin de la violencia machista, el reparto de todos los trabajos de reproducción de la vida, el fin de la precariedad laboral y la brecha salarial, la pobreza feminizada, la tan ansiada educación pública, laica y feminista o una economía centrada en las personas y no en el mercado.

Que en vísperas del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, esté junto con mi compañero co-portavoz escribiendo estas líneas ya es sintomático de que nuestra sociedad tiene un grave problema. No hemos sido capaces, como colectivo, de visibilizar todo el trabajo (remunerado o no) que hacemos las mujeres, tampoco hemos conseguido que la mayor parte de nuestros compañeros -y con ellos los gobiernos de turno- pongan en valor y reconozcan cuál es el lugar que ocupamos las mujeres en la producción y reproducción de la vida y por qué sigue habiendo discriminación.

La igualdad no es sólo como en nuestro caso, ser un hombre y una mujer quienes ponemos cara como portavoces a una organización. O tener derecho a votar cada 4 años a unos candidatos y candidatas que se presentan a las elecciones. Un derecho al que las españolas accedimos en 1933 gracias al empeño de mujeres como Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical desde 1931. Paradójicamente y hasta ese año, la ley permitía a las mujeres ser parlamentarias, pero no participar en las votaciones,

Los dos hemos tenido la suerte de trabajar en entornos igualitarios: mismos trabajos y mismos sueldos. Y aún así, la discriminación está presente en muchos espacios, impidiendo a las mujeres ocupar puestos de responsabilidad. Ya no hablamos solo de techos de cristal, algunos han pasado a ser inexpugnables, casi, casi de hormigón.

Poco han cambiado las cosas desde aquellos tiempos en los que la mediocridad era una medalla y el amiguismo o la pertenencia a un grupo te conseguían un trabajo, un puesto en la administración, un cargo o hasta un piso. Entonces como ahora las grandes perjudicadas siguen siendo las mujeres. Y cuanto más alto escalas en esa montaña que es la igualdad, más constatas lo difícil que nos lo ponen a las mujeres para conseguirla.

Sigue habiendo muchos obstáculos y pocas facilidades para la conciliación de la vida familiar, laboral, personal o para eso que reclamaban las mujeres de principios del siglo XX, un espacio propio y para nosotras.

Igualdad es dedicar igual o similar tiempo a trabajar, descansar, a cuidados o al ocio, sin distinción de género. Imprescindible para ello que esas actividades sean igualmente valoradas sin distinción de sexos. De no ser así se transforman en un caldo de cultivo para la discriminación, la violencia machista, el acoso laboral y sexual. Ni que decir tiene que si además de ser mujer, perteneces a otra raza, estética u opción sexual, el rechazo, acoso y precariedad se multiplican.

En una situación general de progresivo empobrecimiento social, son las mujeres, porque son las más precarias, las que mayor riesgo de exclusión social sufren. Esto que sería incomprensible e intolerable en cualquier país, lo es más en uno que se dice “avanzado y rico” .

Nuestro sistema socio-económico es ineficaz contra la pobreza y la desigualdad. Es ineficaz para una alimentación sana y equilibrada. Es ineficaz para hacer sostenibles los ecosistemas. El cambio de orientación, de paradigmas sociales e individuales debe gestarse en la infancia, a través de un sistema educativo basado en la tolerancia y el respeto a los y las demás y a la naturaleza, y en la intolerancia a la corrupción y a los abusos. Este sistema que sólo se consigue con una educación pública, laica e igualitaria es justo el camino contrario al que estamos recorriendo ahora.

Para desandar ese camino queremos seguir dando pasos, algunos de esos pasos los daremos las mujeres de Zaragoza en Común este próximo 8 de Marzo junto a millones de mujeres de los cinco continentes. Pararemos y haremos huelga en apoyo a la convocatoria de la Huelga Internacional de Mujeres.

Llamamos a las mujeres a la huelga de 24 horas. Ese día no trabajamos, no estudiamos, no cuidamos y no consumimos. No queremos que nos suplan, queremos que se vea que no estamos. Ese día estaremos en la calle, participando en las actividades con las mujeres feministas de Zaragoza. También hacemos un llamamiento a los hombres, a nuestros compañeros, amigos y familiares a respaldar la huelga feminista. Les pedimos que hagan huelga laboral para que asuman el trabajo de cuidados de las mujeres de su entorno y poder facilitar que ellas lo dejen de hacer. Que no consuman, que no convoquen reuniones y que apoyen el trabajo de las compañeras en las acciones de la huelga.

Hay motivos más que suficientes para esta huelga.

Acude y participa en la Huelga Feminista del 8 de Marzo.

¡Si nosotras paramos, se para el mundo!

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