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Viajar como acto político: cómo el ecofeminismo y el activismo alimentario están transformando el turismo

La mujeres que participaron en la ruta

Candela Canales

29 de junio de 2025 22:58 h

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Catorce mujeres recorrieron en bicicleta varios puntos del Matarraña, en Teruel, para conocer de cerca iniciativas que apuestan por otra forma de vida y de consumo: agricultura ecológica, cosmética sostenible, soberanía alimentaria o bioconstrucción. Un viaje “transformador”, según relata la investigadora Alicia Orea Giner, que participó en la ruta mientras realizaba su estudio ‘Ecofeminismo y activismo alimentario en los viajes transformadores como herramienta de cambio’.

Durante días, se alojaron en casas locales, compartieron conocimientos con las personas que producen, cultivan o investigan en la zona y reflexionaron sobre el modelo de turismo y su afección al territorio: “El vínculo que se crea no es el mismo que cuando haces un viaje turístico y comes en el restaurante. Esto genera alejarse de un consumo rápido de destino turístico y de medidas como el greenwashing. Estamos visitando casas, donde trabajan, y nos alejamos de eso”, expone Orea.

En lugar de hablar de turismo, un término que carga con “connotaciones de consumo rápido, impactos negativos y lógicas neoliberales”, la investigadora Alicia Orea Giner propone repensar el viaje desde una mirada transformadora. “No hay que cambiar solamente las rutas o los destinos, hacer viajes más cortos en distancia, sino transformar las raíces de la forma de viajar que tenemos, de cómo entendemos el alimento, el territorio y el poder”, sostiene. Frente a un modelo de turismo masificado y extractivista, su estudio plantea un enfoque alternativo basado en el ecofeminismo y el activismo alimentario, que pone en el centro el cuidado, la justicia social y la sostenibilidad.

Ruta de mujeres en bicicleta por el Matarraña

Las experiencias analizadas en su investigación, muchas de ellas desarrolladas en Aragón, promueven un tipo de desplazamiento en el que elegir una bicicleta como medio de transporte hasta comer de forma responsable o reducir el equipaje al mínimo son decisiones que importan. “Se pide a las mujeres que viajan evitar llevar una gran cantidad de equipaje, llevar productos de cosmética ecológicos, no se recomienda el uso de maquillajes o de elementos innecesarios”, explica Orea. Más que unas vacaciones, estos viajes se convierten en procesos de reflexión individual y colectiva. “Te alejas del turismo de masas, reconecta con la naturaleza, con otras mujeres, y ves el viaje como un ritual”. La mayoría de participantes, asegura, “han tenido algún tipo de cambio vital” tras vivir estas experiencias.

El turismo convencional “también tiene género”. Así lo señala Alicia Orea Giner: “Este sistema es extractivista y patriarcal”. Según explica, muchas mujeres no solo trabajan en el sector turístico, sino que lo hacen en “los empleos más precarios, en los cuidados, en los márgenes”. Por eso denuncia que “el mismo sistema que explota la naturaleza oprime a las mujeres”.

Una de las claves de este modelo de viaje es la vinculación con el activismo alimentario, entendido no solo como una elección dietética, sino como una forma de resistencia política. “Comer es un acto político y cada decisión va a reproducir o resistir un sistema agroalimentario global que también afecta a las mujeres y los animales”, afirma Orea. En ese sentido, su estudio documenta cómo las participantes de estas experiencias priorizan el abastecimiento local, la soberanía alimentaria y las prácticas éticas en la producción y el consumo de alimentos. Se trata de una forma de viajar que “no se limita a los patrones de consumo”, sino que está “profundamente entrelazada con cuestiones de justicia, uso del suelo y empoderamiento comunitario”, recoge el artículo publicado en la Journal of Sustainable Tourism.

Además, estos viajes propician espacios de solidaridad entre mujeres. “Cuando viajamos tenemos menos tiempo, tomamos decisiones más rápidas y suele ser difícil mantener el activismo; por eso esta forma de viaje lo facilita”, explica Orea. Plantea un enfoque para repensar qué comemos, con quién y dónde lo hacemos.

Ruta por el Matarraña

Durante el trabajo de campo, catorce mujeres recorrieron en bicicleta diferentes puntos del Matarraña visitando proyectos que combinan sostenibilidad, soberanía alimentaria y cuidados. Su objetivo no era solo descansar, sino “reflexionar, aprender y contribuir al cambio”, explica Alicia Orea Giner, autora del estudio y participante en el viaje.

Una de las paradas del viaje

Uno de los proyectos protagonistas es Biela y Tierra, una iniciativa cicloturista impulsada por mujeres que recorre el medio rural visibilizando prácticas sostenibles. “Analizan diferentes iniciativas rurales de soberanía alimentaria, ayudan a ver cómo apoyar economías locales y visibilizan el papel de las mujeres en los territorios. Lo hacen también a través de sus libros y ayudan a entender el cicloturismo como algo diferente: no solo es un producto, transforma a la persona que viaja y permite crear un colectivo y un sentimiento de pertenencia”, afirma Orea.

Otro ejemplo es Hacia lo Salvaje, un proyecto de turismo transformador que se sitúa en el marco del ecofeminismo. “No se trata solo de salir de tu hábitat, sino de generar un vínculo real con los lugares que se visitan. Estos viajes están diseñados para fomentar una conexión profunda con la naturaleza, desafiar los modelos turísticos convencionales y apoyar los ideales ecofeministas”, señala la autora del estudio.

El recorrido también incluyó una parada en EcoMatarranya, en Calaceite, donde pudieron conocer de cerca su producción de aceite ecológico y prácticas de agricultura regenerativa. “Nos abrieron más puertas de su casa, compartimos productos que ellos mismos elaboran… El vínculo que se crea no es el mismo que cuando haces un viaje turístico y comes en el restaurante. Esto te aleja del consumo rápido de destinos y del greenwashing”, sostiene.

Visitando una plantación de olivos

También visitaron a Víctor Vidal, presidente de la Asociación de la Semilla de Aragón, lo que les permitió entender cómo la recuperación de variedades tradicionales es también una forma de activismo. “Nos explicó su trabajo en agricultura regenerativa, las pruebas que ha tenido que hacer, las redes de colaboración… Fue una forma muy especial de acercarnos a la tierra y de entender la comunidad que se genera al compartir saberes y semillas”.

Y, por último, conocieron el modelo empresarial de Matarrania cosmética bio, una empresa con fuerte presencia en redes que apuesta por la producción local, la conciliación y la sostenibilidad. “Producen a un nivel mucho más pequeño que otras empresas para poder tener una vida más allá del trabajo. Usan fórmulas tradicionales y productos de la zona. Es un negocio basado en una filosofía de vida que rompe con la lógica de producción masiva”, describe Orea.

Todo el desplazamiento se realizó en bicicleta: “Éramos 14 mujeres, y moverse en bici te hace valorar lo que cuesta llegar a un lugar, lo que vale el esfuerzo de las personas, el tiempo. Interrumpimos su día a día, y esta forma de viajar permite valorar el nuestro y el de otras personas”, concluye.

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