Nadie como Miguel Hernández en su Elegía describe la impotencia y la rabia por la pérdida de alguien amado; esa imposibilidad de derribar la frontera infranqueable de lo muerto y esa rabia que convierte las lágrimas en balas y los dientes en cuchillas.
Y el pasado miércoles fue un día de pérdida y de rabia, de reiteración de sentencias de muerte y de condenas de padecimiento para los animales de nuestra tierra.
La sesión plenaria del Parlamento Andaluz, en su debate sobre el paso a trámite de la Proposición de Ley de Protección Animal, no fue más que un miserable insulto.
Invitados como fuimos a presenciar en vivo aquella danza patética de barrigas saciadas, constatamos al dejar atrás el espectáculo que en esta cortijada que es el sur el aire no se mueve, y que el padre del andalucismo, el señor Infante, un buen hombre, amado y amable con todos, incluidos los desvalidos animales, un siglo después se avergonzaría de lo que somos o, al menos, de lo que es aquel aquelarre de necios.
Y el insulto no es algo especialmente inteligente, es solo eso, el uso de frases malintencionadas, de gestos despreciativos, de palabras zafias.
El miércoles todo fue insultante en el Parlamento andaluz. El miércoles, el texto que elaboraron las mismas manos que rescatan y defienden a los animales fue aniquilado sin opción al debate de la cámara. Como si debatir ideas fuera algo ajeno a los parlamentos. Sí lo es en el nuestro. Está vendido a unos intereses antiguos, los que obtienen beneficios a costa de la vida de otros: la oligarquía de la explotación, la crueldad y la barbarie. No podían consentir que en aquella sala se esparciera la semilla del respeto por la vida animal.
Los ponentes de los tres partidos que acabaron con las posibilidades del debate no pudieron articular razón alguna contra lo expresado por el texto, ni contra la verdad de su abanderado, Jesús Rodríguez, de Podemos, que trató inútilmente de rascar las conciencias de aquellas hieráticas figuras apesebradas. Contra la Proposición sólo escuchamos incongruentes balbuceos que apenas sí lograban llegar a alguna conclusión. El nivel de improcedencia estuvo a la altura de lo retrógrado de sus miras.
Aunque todos coincidieron en algo: nuestro texto no se podía debatir porque no habíamos pedido opinión a clubs de caza, de pesca, rehaleros, galgueros, cetreros, taurinos, ganaderos, criadores, laboratorios y universidades que experimentan con animales, circos, zoos… Y, a pesar de esta idea delirante, estos próceres de la patria nos deberían explicar para qué es el proceso de debate que se abriría tras el trámite sino para que otros intereses puedan ser tenidos en cuenta. O aún, explicarán cuándo hemos sido llamados a consulta los que protegemos y defendemos a los animales para la elaboración de las normativas de ganadería, caza, pesca, festejos taurinos, experimentación y demás actividades que atentan contra la vida animal. Ya lo respondo yo: nunca.
El miércoles, los activistas andaluces entraron dignamente en ese Parlamento con un texto por y para los animales, de la mano del diputado Rodríguez, otro hombre bueno, el primero y único en esa sala que pensó que aquéllos probablemente tendrían pensadas algunas soluciones para atajar el maltrato, para interceptar la crueldad o para detener la tortura, porque miran al miedo en los ojos de las víctimas y oyen sus lamentos cada día, porque recogen sus maltratados restos y las cuidan o les dan digna muerte si el padecimiento las mortifica, porque empeñan sus días y sus recursos en ayudarlas y sus noches y sus sueños en idear un futuro amable para ellas, y han aprendido, sin pretenderlo, sobre patologías, sobre traumatismos, sobre infecciones víricas, sobre economía, sobre leyes, sobre gestión, sobre mecánica, sobre filosofía, sobre biología, sobre ecología, sobre todo lo necesario para hacer el bien, no importa cuál sea la especie. Saben de maltrato, de quién lo recibe y de quién lo infringe. Saben de protección, porque es lo que hacen sin esperar las gracias.
Unos cincuenta compañeros llegados de distantes puntos del territorio andaluz tuvieron que presenciar el acto agolpados en una sala de reuniones del grupo Podemos ante un pequeño televisor de otra época. El presidente del Parlamento, el señor Juan Pablo Durán (PSOE), les negó el acceso a las salas desde las que otros invitados pueden presenciar cómodamente y en gran formato el desarrollo de las sesiones. Mientras, además, en la cámara del Pleno los asientos para los invitados permanecieron en gran parte vacíos a excepción de los que pudieron acceder por Podemos, IU y cuatro asientos cedidos amablemente por el grupo Popular. Suponemos que a instancias de la señora Esperanza Oña, que nos había recibido tiempo atrás, cuando solicitábamos a los partidos el apoyo para el paso a trámite de la iniciativa y que, tras escucharnos, nos confirmó el voto a favor de su partido. Comprometida como nos consta que está con la protección animal, no nos extraña que haya sido discretamente relevada de este tema y traicioneramente sustituida por el señor Jacinto Muñoz, presente también en aquella reunión e igualmente a favor de su paso a trámite en aquel momento. Quizá sea esta la razón por la que la señora diputada se levantó y abandonó el pleno en el momento exacto en que comenzaba el proceso de votación y el Grupo Popular procedía a votar en contra. El grupo PSOE fue mucho más expeditivo. No llegó a atender nuestra solicitud de audiencia ni, por supuesto, nos cedió pase alguno para la sala del Pleno. En su lugar sentó al sector cinegético, encaramado en la última fila, exhibiendo su rostro de satisfacción tras el resultado.
Pero pasemos de los desprecios a los insultos propiamente dichos.
Escuchamos atónitos a la señora Isabel Albás, del grupo Ciudadanos, describir cómo su perro sale a pasear, come, bebe y es atendido por el veterinario. En su opinión, este rol de propietaria la acredita como defensora de los animales y, por tanto, se permite diagnosticar la Proposición de Ley como fallida por no disfrutar del consenso de “otras asociaciones que cuidan de animales”, refiriéndose a aquellos sectores dedicados a su explotación. Para este grupo parlamentario aquellos que velamos por garantizar el derecho a la vida y al bienestar de los animales merecemos el mismo crédito que los explotadores. Poco más se puede destacar de su intervención, aunque sí podemos subrayar un dato significativo sobre la actitud mantenida por el grupo Ciudadanos. En la ronda de entrevistas con los partidos, Ciudadanos nos recibió con celeridad. Un afable señor Romero nos atendió y escuchó solícito, aunque confesó que no habían tenido tiempo de leer el texto de la Proposición. Durante la conversación nos expuso sus reticencias a promover cambios legislativos drásticos, ante lo cual explicamos nuestro convencimiento de que someter a una adecuada temporalidad cualquier proceso de transformación es no sólo deseable sino necesario. Sus resquemores parecían disolverse durante la charla al tiempo que calificaba nuestras aportaciones como “razonables”. Nos despidió prometiendo una segunda reunión, una vez cumplida su tarea pendiente de lectura del texto. Escasos días después, el Gobierno autonómico, formado por el PSOE y su socio de gobierno, Ciudadanos, publicaba su posición contraria a la Proposición de Ley. A pesar de nuestras reiteradas solicitudes, nunca más volvieron a recibirnos.
Algo más de intención tuvo la intervención del señor Muñoz, del grupo Popular, cuya formación es veterinaria. Fundamentalmente fue su corporativismo el que se pronunció para demandar un papel “protagonista” de los veterinarios en lo referido al bienestar animal. Y estamos de acuerdo en su papel fundamental, trabajamos codo con codo con muchos veterinarios y sabemos de su implicación y su profesionalidad. El señor Muñoz nos acusaba de no haber consultado con el Consejo Andaluz de Colegios Veterinarios. Pero se equivoca. Con la Proposición en la mano hemos mantenido dos reuniones con el órgano colegiado. Hemos solicitado sus aportaciones para tenerlas en cuenta en la fase de alegaciones, al tiempo que les instamos a apoyar públicamente el paso a trámite de la Ley para que el deseado debate tuviera lugar. En cualquier caso, declinaron la invitación. Y también se le olvidó al diputado Muñoz que un buen número de activistas son veterinarios, se olvida de que existen otros colectivos veterinarios específicamente dedicados a la lucha contra el maltrato animal, como AVATMA, que sí ha participado en este texto, así como informes de organismos veterinarios internacionales que han sido tomados muy en cuenta. No sabe el señor Muñoz cuánto hay de aportaciones de inmejorables veterinarios en el documento presentado. Puede dormir tranquilo, diputado, tenemos a Roberto, a Anabel, a Daniel, a José Enrique, a Virginia, a muchísimos otros veterinarios en nuestras filas. A ellos no les importa el corporativismo ni los sillones de los despachos de los Colegios Oficiales. Son veterinarios de verdad, salvan animales todos los días.
También se equivocaba el señor diputado al considerar la Proposición como un batiburrillo de cosas dispares. Se olvidaba de que la actual Ley de Protección Animal es un texto con dos excepciones: los animales silvestres y los toros de lidia. El resto de los animales ya se encuentran incluidos en la actual legislación. Existe, de hecho, un apartado específico sobre animales de experimentación. Que los anteriores legisladores no se preocuparan de desarrollar cada apartado por incompetencia, por desidia o por desinterés no implica que los artículos del primer Título de la 11/2003 no rijan para todos ellos, con las dos penosas excepciones que hemos comentado. En nuestro texto sólo hemos procedido a dar visibilidad a todas las formas de vida animal con las que convivimos. A todas sin excepciones, sin aberraciones. Puede recuperar el aliento, señor Muñoz.
Se espantaba el diputado de que en nuestro texto se identificaba la producción intensiva con el maltrato animal. Obviamente, esa es una realidad que ninguna persona consciente de las miserables vidas de estos animales puede negar. En cualquier caso, el señor José Antonio Castro, de IU, les explicó en su intervención previa por qué el sistema industrial de producción animal es un “tremendo error de la humanidad”. Estamos pagando sus consecuencias. Y si a ustedes no les importa el sufrimiento animal, sería de esperar al menos que les importara la salud humana y la medioambiental, y tomaran cartas en el asunto como aconseja la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Ganadería (FAO), que insta a ir eliminando este tipo de producción en favor de otra que garantice la salud de todos.
Más insultante fue escuchar nuevamente la tautología de la desaparición del toro bravo de lidia de las dehesas, “uno de los animales más bellos del mundo”. ¡Cuánto cinismo! O los problemas de sobrepoblación que implicaría no utilizar el método del gatillo para el control poblacional de especies silvestres. Y es que el grupo Popular probablemente no ha sido informado de que existen métodos de control ético de poblaciones, a pesar de tener un veterinario entre sus miembros.
Reiterando su negativa a aceptar el debate de un texto íntegramente elaborado por activistas y señalando aquellos otros intereses que se repitieron más en esa sala que los de los propios animales, abandonó el estrado.
La última intervención en contra, la del señor Miguel Castellano, del grupo PSOE, fue ejemplarizante. Un ejemplo vivo de cómo su partido nos infravalora. Como si de una vidente trasnochada se tratara aseveró que el texto propuesto no ha sido elaborado por las organizaciones, que es un documento para captación de votos (no piensa en los votos que perderá Podemos en el bando de los “otros intereses”) y que lo recogido “no es la realidad”. Yo no sé qué realidad no hemos sabido describir o en qué realidad vive el señor Castellano. Pero de entre toda esa diarrea verbal inconexa solo voy a destacar su última frase, que define todo lo demás. Y es que el grupo PSOE se opone a la tramitación de la Proposición de Ley de Protección Animal “porque tenemos una alternativa que ya está en tramitación”. Pues sí, señor Castellano, muy democrático. Por cierto, pida consejo al señor Muñoz del grupo Popular para ver qué hace con su gata para que no se quede en estado de su gato. Pero yo diría que quizá la esterilización podría funcionarle… La esterilización de sus animales, no me refería a usted.
Poco más se pudo oír en contra de nuestra propuesta. Este fue el nivel discursivo de la sala, podéis comprobarlo en la propia web del Parlamento.
En el momento de la votación (que consiste, como todos sabemos, en un sistema electrónico que recoge la presión sobre unos pulsadores) algunos diputados gritaron además un rotundo “No”, haciendo aún más patente si cabe su desprecio por los animales de nuestro territorio. No sé si con la mano libre saludaban al sector cinegético en sus butacas de visitantes. Yo solo espero que os vaya bien, señores míos, y que vuestro esmirriado sistema de valores no colapse súbitamente algún día, aunque sea por imperativo legal.
Sólo me queda agradecer infinitamente el trabajo de Jesús Rodríguez. Su empeño en escuchar cada uno de nuestros discursos, de nuestras ideas en sus diferentes etapas. Su empatía, su generosidad y su valentía. A Zoe y a Gabriel, ¿cómo no agradecerles tanta dedicación? Y por ende al resto de miembros del grupo parlamentario que, unos con más y otros con menos cercanía con esta causa, todos han asumido los efectos positivos y negativos de su defensa. Al Grupo IU por el apoyo parlamentario y, especialmente, al diputado José Antonio Castro, que pidió en su discurso a la cámara algo muy sabio: abordar este debate “sin trampas, sin maniqueísmo ni caricaturizaciones, que tanto abundan en el debate sobre la protección y el bienestar animal, y en las que, incluso las izquierdas, han caído”. No fue posible, diputado, pero nos reconforta enormemente que vosotros estéis en el camino.
A mis compañeros, todos los activistas andaluces, a los de fuera del territorio que nos han acompañado y asesorado, y a la ciudadanía que se niega a seguir tolerando fórmulas de maltrato institucionalizadas o de cualquier otro carácter, quiero darles la enhorabuena porque construyen la sociedad del mañana. Nadie os lo va a agradecer, pero ellos (nuestros compañeros de otras especies) dejarán de ser esclavos de la dominación humana, gozarán del derecho a una vida digna y los maltratadores ocuparán su lugar, que no se encuentra en los asientos de visitantes del Parlamento Andaluz.
Como ácrata confesa haré algo que no pensé que haría en todos los días de mi vida. Expresar mi voluntad de votar en las próximas autonómicas a la agrupación Adelante Andalucía y conminar a todos aquellos que desean que los verdaderos intereses de los animales sean debatidos en el Parlamento Andaluz a que hagan lo mismo.
Y al señor Castellano y su grupo parlamentario, otra recomendación: pueden introducir su “propuesta alternativa” en el Parlamento o en cualquier otro lugar más apropiado, pero le aseguro que hemos llegado para quedarnos y nosotros no dependemos de votos de agradecidos.
El maestro Borges (otra recomendación, señor Castellano, esta vez una lectura) decía que la realidad es un sueño compartid, y sentenciaba que “algún día mereceremos no tener gobiernos”. Yo añado que, al menos, no estos gobernantes.
Aquí queda mi pérdida, que es su pérdida, la de ellos, y aquí queda mi rabia.