Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Extremadura decide si el órdago de Guardiola la hace más dependiente de Vox
Me hice socia de Revuelta hace un año y esto es lo que pasó con mi dinero
OPINIÓN | 'Los últimos suspiros de la Unión Europea', por Enric González
Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La errática semántica de 'libertad'

Recuerdo a víctimas del franquismo en una fosa común.

1

Hace no mucho escuché que la clave para poder dialogar es hablar sobre la misma realidad. Es decir, compartir el 'tablero de juego' aunque no estemos de acuerdo sobre las reglas o sobre la dirección en la que avanzan las fichas. Sin embargo, en estos tiempos, como indica Naomi Klein en Doppelganger, habitamos mundos paralelos convencidas, de alguna manera, de que el que opina diferente vive en un espejismo y que nosotras somos las que estamos plantadas en 'la realidad'.

Pero 'la realidad' se construye con lenguaje y, lo cierto, es que ni compartimos el lenguaje ni la semántica; hablamos de cosas muy diferentes cuando nombramos la misma 'cosa'. La semántica no está de moda y, mucho menos, la semiótica. 

El actual gobierno central conmemora lo que ha denominado como “50 años de libertad”, dando a entender que al palmarla el dictador en la cama se inauguró una arcadia en la que todas y todos nos hemos beneficiado de algún tipo de bula libertaria general. En su oposición más visceral, la de Vox, la palabra “libertad” se desgasta en cada una de sus apariciones, es roída por los colmillos de aquellos que sólo entienden la libertad en el estrechísimo campo de juego que ellos determinan. Lo mismo le ocurre a la presidenta de la comunidad autónoma de Madrid, esa a la que los medios nacionales confunden con la presidenta de un ente emocional mucho más grande. Cuando “libertad” sale de su boca ya no pesa ni los 21 gramos en los que Duncan MacDougal tasó el peso del alma cuando el cuerpo pierde su masa tras la muerte.

Recuerdo entonces cómo mis padres, disciplinados en el franquismo, entendían que ellos fueron “libres” durante el régimen dictatorial. No tiene mérito sentirse libre cuando no se disiente; no puede hablar de libertad quien apuesta a no perder.

Eso lo aprendí de adolescente escuchando, por ejemplo, a Luis Eduardo Aute (“quién nos compuso el engaño / de que existir es apostar a no perder. / Vivir es más que un derecho, / es el deber de no claudicar…).

Estos días tengo el libertómetro bajo mínimo y me pone de los nervios ver los documentales y leer los textos que transmiten que una democracia basada en una monarquía parlamentaria es equivalente a libertad; o que la democracia la trajeron unos señores más o menos encorbatados (de los tres valientes “traidores” de Cercas a la gomina de Torcuato Fernández-Miranda) obviando cómo ardían las fábricas y las calles ya desde antes de que el autócrata muriera de aburrimiento.

Estamos desaprovechando una inmensa oportunidad para darle un significado colectivo a esa palabra —“libertad”— que no se logra jamás, sino por la que se lucha siempre. Las libertades políticas liberales se quedan tan cortas para los que creemos en la “Libertad” —así en mayúsculas—, que conformarse con esta sopa boba autocomplaciente se me antoja como el camino más llano para que los enemigos de la libertad —se cuentan por millones— requisen el oxígeno. Es cierto que las amenazas son tantas, que nos empuja a conformamos con conservar lo que hay. De hecho, en las izquierdas institucionalizadas hace carrera la teoría de que ahora les toca ser “conservadoras” para no perder lo ganado en educación o sanidad públicas o en derechos políticos y sindicales básicos. De algún modo la anorexia que sufre la idea de “libertad” se ha contagiado a nuestros anhelos y sueños de futuro.

Los valores límites —como la “libertad”, la “honestidad” o la “bondad”— nunca se consiguen al 100%, pero existen para obligarnos a movernos hacia ellos. Acercarlos, vulgarizarlos, adelgazarlos, reducirlos a la mínima expresión de su sentido sólo ayuda a su desaparición —véase EEUU— y a nuestra parálisis.

Falta mucha libertad para conmemorar la “Libertad”, falta mucha valentía para mirarse al espejo e identificar las cadenas, falta mucha semántica para que ciertas mayorías no confundan la “libertad” con el carasolismo o con la posibilidad de consumir sin freno. Falta mucho, pero eso nos debe obligar a movernos. 

Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Etiquetas
stats