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Los ganaderos reclaman precios justos para el sector lácteo: “¿Hasta cuándo vamos a poder aguantar?”

Ganadería de Rafael Roiz en Bejes, en los Picos de Europa.

Blanca Sáinz

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“Seguir al frente de una explotación ganadera es jugar a tapar una ratonera de ocho agujeros con seis tapones”. Con esta frase resume el ganadero Rafael Roiz los problemas a los que se enfrenta un ganadero en Cantabria en el año 2020. Precios que se multiplican un 700%, pérdidas constantes, ayudas estatales y europeas que se convierten en más que imprescindibles... Pero todo tiene el mismo resultado: las cuentas no dan para los que viven de sus animales.

Las continuas concentraciones de los últimos meses para reclamar precios justos en el ámbito de la agricultura y la ganadería han destapado una de las cuestiones que llevan años rondando por la cabeza de los profesionales del sector: “¿Hasta cuándo vamos a poder aguantar?”. Cantabria, una de las cunas del sector lácteo en España, ha sufrido una de las caídas más importantes en lo que a actividad se refiere, pasando de tener unos 14.000 ganaderos en los años 80 a apenas 1.200 en 2019.

Rosario Arredondo es miembro de la Ejecutiva de COAG a nivel nacional y también a nivel autonómico de UGAM-COAG, dos organizaciones de agricultores y ganaderos. Además tiene una explotación en La Revilla de Soba y conoce de primera mano las dificultades y los malabarismos a los que se tiene que enfrentar un profesional para sobrevivir. “Estamos hablando de que cobramos por litro de leche lo mismo que hace 30 años. Todo lo demás sube, pero lo que cobramos no”, indica.

Hace unos días, el equipo de COAG se reunía en Madrid con el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, para hablar sobre la necesidad de que tanto ganaderos como agricultores obtengan “precios justos” para poder sacar adelante sus explotaciones. “Lo que se planteó al ministro es que hay una ley de la cadena alimentaria que debe estudiarse para que en todos los eslabones tengamos más o menos los mismos beneficios. Él ha quedado en sacar algo más de financiación para los seguros agrarios. Nos dio buenas palabras, pero muchas de estas cosas tienen que ser a nivel europeo”, señala Arredondo.

Precisamente esa financiación es una de las más discutidas en Cantabria porque ¿hasta qué punto es positivo para un agricultor o ganadero poder mantenerse gracias a las subvenciones? Los tres ganaderos que han participado en este reportaje tienen muy claro que de no ser por ellas, no podrían subsistir.

Sara Alonso, de 37 años y ganadera de Labarces, explica que pese a que las ayudas están bien, son una solución cortoplacista. “Sobrevivo por las ayudas y si no fuese por ellas no habría gente en el sector. Pero te da para sobrevivir, no para mejorar. Lo que necesitamos son precios mínimos y que se cumplan los contratos”, declara. Comparte su opinión Rafael Roiz, ganadero en Picos de Europa: “Sería fácil pedir más ayudas para el campo, pero lo que queremos es que nuestra rentabilidad se base en que nuestros productos tengan un precio justo”, sostiene.

La palabra 'justicia' es la que, probablemente, más se repite en sus conversaciones, y pese a que todos son conscientes de las limitaciones de los dirigentes políticos para intervenir en los precios, la realidad es que son los únicos a los que pueden reclamar. Rosario Arredondo reconoce que el libre mercado dificulta la 'intromisión' estatal en esta cuestión, pero prefiere apelar a la influencia de la clase política en el Tribunal de la Competencia de la Unión Europea. “Los políticos son los que han creado ese tribunal, y si quieren, pueden cambiarlo. Ellos tienen mucha mano”, advierte esperanzada.

Precios “inasumibles”

“El precio estimado que nos cuesta producir la leche es 37 céntimos y la estamos vendiendo por unos 33”, aclara Rafael Roiz. La diferencia entre ambos precios es la que se encarga de cubrir Europa con sus conocidas ayudas de la PAC.

Estas subvenciones, que en un principio se crearon como forma de rebajar los precios de los alimentos sin que agricultores y ganaderos notasen la bajada, también iban enfocadas a evitar la despoblación. “Y ni una cosa, ni la otra”, declara Roiz.

Tomándoselo con humor, el ganadero de Picos de Europa manifiesta que la situación que están afrontando debería ser equivalente a un máster en Economía. Por su parte, la más joven, Sara Alonso, explica cómo su padre cobraba la leche mejor que ella. “Vivía mejor que yo, y pese a eso, la gente de su época se manifestaba más. Nosotros estamos hartos de que no nos hagan caso, pero continuaremos con las reivindicaciones”, apunta Alonso.

Algo más que comparten estos ganaderos es su preocupación por los intermediarios, ya que señalan que ese es el lugar donde se queda el dinero. “No son los supermercados y no es el consumidor. Es la distribuidora la que se lleva el mayor porcentaje del beneficio sin haber intervenido siquiera en la elaboración del producto”, exponen Alonso y Roiz.

El futuro de la ganadería

Una de las posibles vías que están barajando muchos de los ganaderos de la comunidad es, según Rosario Arredondo, cambiar el vacuno de leche por el de carne, ya que este sí les permitiría tener otro trabajo que les dé unos ingresos mínimos.

Sara Alonso también lo baraja como opción para su propia ganadería porque ahora no dispone de tiempo para nada más, y esta sería la única posibilidad de poder encontrar otro empleo: “Solo me queda dormir con las vacas para pasar las 24 horas del día con ellas”, declara entre risas.

Rafael se mantiene positivo pero sostiene que “quizá” se debería tener más en cuenta la opinión de los ganaderos a la hora de tomar decisiones que les afecten. “Hemos aguantado el tipo y hemos estado en las duras y en las maduras –aunque hayan sido más duras que maduras–. ¡Qué menos que escucharnos!”, declara.

Rosario Arredondo recuerda nostálgica el valor que tenía el vacuno de leche en Cantabria: “Tenemos una situación buenísima por nuestros prados, y era un negocio muy importante”, recalca. Hoy prefiere mantenerse cauta aunque sostiene que la situación “se tiene que arreglar”. “Si se acaban los productores, se acaba la industria”, concluye.

Por su parte, Rafael Roiz ve el futuro de las ganaderías cántabras en convencer a los compradores de lo positivo de consumir producto local. “Los políticos deben propiciar que la sociedad comience a fijarse en el origen de los productos que consumimos. Eso llevará a la gente a pensar que si se consumen productos de Cantabria, se estará dejando el margen de ese producto en Cantabria. Esto no quiere decir que seamos nacionalistas ni conservadores, pero tenemos que mirar un poco por nosotros...”, declara.

Sara Alonso prefiere centrarse en el compromiso que han adquirido los agricultores y los ganaderos con la sociedad. “Seguimos aquí al pie del cañón alimentando a la gente. Y no nos estamos haciendo de oro. Para nada. Nos estamos dejando la piel, la vida y el sueño por alimentar a la sociedad. Es un esfuerzo que no está pagado, pero los que estamos en esto es porque nos gusta”, finaliza.

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