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La magia de abrazar sin tocarse en las residencias de ancianos: “Compensa venir a pesar de todas las medidas de seguridad solo por ver a mi madre”

Dos residentes acompañados de sus familiares en el patio de Virgen de Valencia.

Blanca Sáinz

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Que todo ha cambiado es innegable, pero que para unos más que otros también lo es. Las residencias de ancianos han vivido desde marzo en una cuerda floja en la que el mínimo descuido podía llevar a que ocurriese lo peor: que el virus entrase en sus instalaciones con efectos fatales. Quizá por eso una de las primeras medidas que se tomó, y que luego costó retirar, fue la de prohibir las visitas de los familiares. Y esto, lejos de infundir miedo entre unos y otros, les sirvió para valorar aún más el tiempo juntos.

La Residencia 'Virgen de Valencia', en la localidad cántabra de Puente Arce, abrió sus puertas a elDiario.es hace unos días para comprobar cómo funciona exactamente lo de verse en estos tiempos raros y la realidad dista bastante de lo que cualquiera puede imaginar. Las mascarillas, la toma de temperatura, la distancia social y la prohibición de tocarse no han sido suficientes para alejar a estos residentes de sus seres queridos, y eso se percibe nada más entrar en el antiguo comedor de familiares, ahora reconvertido en salón de visitas. Ya no hay abrazos ni besos, pero continúa habiendo risas y miradas de complicidad, y es que los usuarios de este centro también viven su propia 'nueva normalidad'.

Rondan las 18.00 horas de la tarde y Raquel y Conchi salen de la residencia después de haber visitado a su madre. Ellas, como tantos, tuvieron que estar varios meses sin verla y ahora confiesan que, pese a los riesgos, no dejarían de venir de forma voluntaria: “Durante el tiempo que no pudimos venir hacíamos videollamadas, y estaban muy bien, pero no es lo mismo que verla en directo”, admiten estas hermanas.

Lo que sí reconocen es que ahora tratan de tener más cuidado en su vida diaria para evitar exponer a un riesgo mayor a su madre: “Antes veníamos todos los días de la semana, y ahora venimos dos, por si acaso, y es un poco triste tanto para nosotras como para ella…”, comentan apenadas. A la pregunta de si les compensa pasar por todas las medidas de seguridad para ver a su madre una hora las dos responden con rotundidad y casi al unísono que sí: “Solo por verla merece la pena”.

Este pensamiento lo comparten Rubén Otero y Encarna Otero, director y subdirectora de esta residencia situada en el municipio de Piélagos: “Retomamos las visitas en cuanto las autorizaron porque son necesarias para ellos… Y aunque hay muchísimas actividades que hacen a lo largo del día, esto es lo más importante que tienen”, sostienen ambos, para después afirmar que “no habrá nada que sustituya el cariño de una familia”.

Por su parte, Raúl, residente en el centro, también echa de menos el entretenimiento que había anteriormente en el que ahora es su hogar: “Antes era muy divertido porque el salón se llenaba de visitas y ya conocíamos a los familiares de todos”, cuenta con cierta nostalgia.

Emilia, que es otra residente, está recibiendo la visita de su hija y, con el optimismo que le caracteriza, prefiere no centrarse en lo que se está perdiendo: “Yo de aquí no salgo ni de excursión porque estoy muy bien, pero no porque me dé miedo el virus… Creo que la gente está como loca, y si, por ejemplo, no celebramos la Navidad pues tampoco pasa nada”, sostiene. Un segundo después, Encarna Otero le rebate: “¿Cómo que no vamos a celebrar la Navidad, Emilia? La celebraremos aunque sea de otra manera, pero la celebraremos”, a lo que Emilia responde con una sonrisa que se deja entrever en sus ojos a pesar de la mascarilla.

Los datos

No obstante, y a diferencia de lo que se podía esperar, la entrada de personas externas a las residencias de mayores no ha hecho aumentar la incidencia de la COVID-19 en estos centros, sino que en estos momentos las cifras son “bajísimas”. La consejera de Políticas Sociales, Ana Belén Álvarez, recuerda que en estos momentos solo hay tres casos activos entre las casi 6.000 personas dependientes que viven en una residencia en Cantabria. “Pero no podemos bajar la guardia porque en cualquier momento la situación puede cambiar”, señala, y es que cabe recordar que en torno al 70% de los fallecidos por coronavirus en la comunidad vivía en residencias de mayores.

Respecto a los profesionales que desarrollan su labor en estos centros, hay seis positivos entre las 4.500 trabajadoras que tiene la comunidad autónoma, y por ello, Álvarez destaca “la responsabilidad del personal, que ya en los momentos más duros de la pandemia demostró su compromiso garantizando la atención a las personas dependientes pese a todas las dificultades que ha supuesto la COVID-19 y que en esta segunda ola está siendo muy precavido para evitar contagiarse”.

Precisamente 'Virgen de Valencia' es una de las residencias que ha notificado un positivo de una trabajadora hace unos días: “El método de actuación es hacer un rastreo de las personas que estuvieron con ella y realizarles la PCR. Después hemos estado trabajando con mascarillas fpp2 por debajo de la quirúrgica”, relata la subdirectora del centro con tranquilidad al saber que este caso activo no ha tenido repercusión entre sus usuarios ni el resto de la plantilla.

Por otro lado, el director considera que, aunque esta pandemia “ha cambiado todo”, parece que gracias a todas las medidas que se están tomando y al gran esfuerzo que están realizando los profesionales tanto en el día a día como a la hora de las visitas, se está apreciando que las restricciones “están funcionando” al ver las cifras “tan bajas” de incidencia del virus.

El protocolo

A diferencia de lo que ocurría hace ocho meses cuando no había horario de visitas, ahora está todo más que controlado: 18 visitas al día divididas en tres turnos, de los que uno es por la mañana a las 11.00 horas y los otros a las 17.00 y 18.00 horas. Además, la persona que acude solo puede estar una hora viendo a su ser querido y el tiempo es “estricto” ya que, por ejemplo, en el turno de tarde hay que desinfectar entre un grupo y otro.

Por otro lado, se ha habilitado un espacio para recibir visitas, evitando así que las personas de fuera de la residencia circulen por distintas estancias del centro, y es obligatorio solicitar las citas a través de la aplicación de la residencia, o bien a través del teléfono para aquellos que no dispongan de internet en el móvil.

Una vez se llega al centro, lo primero que se pide es el cambio de mascarilla, que se puede solicitar allí o bien traerla precintada de casa y ponérsela en el momento. Posteriormente, se procede al desinfectado de manos y la toma de temperatura, y en último lugar se firma un documento de responsabilidad en el que se señala que no tiene sintomatología compatible con la COVID-19 ni relación con una persona que lo haya tenido. Por último, y como no podía ser de otra forma, no se puede tocar a los residentes y hay que procurar guardar cierta distancia con ellos lo que no evita poder demostrar el cariño de muchas otras maneras.

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