El paro juvenil, un “fenómeno estructural” al margen del ciclo económico
La relación entre baja formación y desempleo de los jóvenes es un “círculo vicioso difícil de romper”. Se trata de una de las conclusiones de los estudios que protagonizan el segundo dosiser del Observatorio Social de “la Caixa”: 'Paro juvenil y pobreza: ¿un problema estructural?'. De hecho, el primer informe contenido en el dossier, ‘Bajo nivel educativo, baja participación laboral’, elaborado por la profesora titular de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo, Begoña Cueto, analiza el fenómeno del paro juvenil en España, el país de la Unión Europea en el que se ha producido una mayor reducción del empleo en este colectivo. Castilla-La Mancha, según datos de la EPA, es la quinta comunidad autónoma con mayor desempleo bajo la franja de edad de los 30 años.
Los factores estudiados, gracias a la explotación de los microdatos de la Encuesta de Población Activa, detallan que el efecto de la destrucción de empleo es muy diferente según el nivel de estudios, ya que los jóvenes con un déficit de formación tienen un problema tanto de desempleo como de inactividad, es decir, no participan en el mercado de trabajo.
La autora manifiesta que el desempleo juvenil se ha tratado erróneamente como un fenómeno homogéneo. Así, el estudio revela que la situación de partida de cada joven en cuanto a su nivel de estudios influye directamente en su éxito laboral y, en consecuencia, en el futuro, en su probabilidad de riesgo de pobreza y exclusión social.
Aparte de los jóvenes, según muestra el informe de Cueto, tanto en los momentos de expansión como en los de crisis, la tasa de empleo entre las personas con cualificación baja no llega al 60% en los momentos centrales de sus vidas, mientras que la de aquellos que tienen estudios superiores alcanza el 90 %.
Por lo tanto, se trata de un fenómeno arraigado hasta el punto de que, desde mediados de los ochenta, la ocupación de los varones con baja cualificación ha descendido en 20 puntos. Y también desmonta el mito de los “ni-nis”, que categoriza negativamente a los jóvenes que ni estudian ni trabajan. De hecho, la autora explica que el porcentaje de estudiantes es muy similar al de ocupados (36,7 % y 37 %, respectivamente).
Jóvenes inactivos y continuación de estudios
Por lo que respecta a los jóvenes inactivos que no participan en el mercado de trabajo (no están trabajando pero tampoco están registrados en las listas del paro), estos casos han aumentado considerablemente con la crisis. En 2008, era inactivo el 32,5 % de los menores de 30 años, una cifra que en 2016 alcanzó el 44,5 %.
La causa principal es que muchos jóvenes han continuado sus estudios, especialmente aquellos que tienen niveles medios. De hecho, entre quienes completaron la ESO en 2006 era inactivo el 36 %, el 23,5 % por estar cursando estudios; en 2016, en cambio, era inactivo el 51,8 % de las personas con educación secundaria, el 43,9 % por seguir estudiando.
Sin embargo, existen otras razones para no buscar empleo y éstas no son homogéneas según el nivel de estudios y sexo. La enfermedad o incapacidad propia, o el cuidado de dependientes y las responsabilidades familiares son algunos de los motivos esgrimidos para no encontrarse en búsqueda activa de trabajo.