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Los godos fueron uno de los pueblos germánicos empujados por otros pueblos de las estepas hacia las fronteras de Roma. Desde ellas conocieron el modo de vida romano, algunos sirvieron en sus ejércitos y descubrieron que todas aquellas riquezas de Roma podían ser suyas.
En una de las múltiples crisis del imperio romano de Occidente llegaron a Italia, pasaron a los reinos de los francos y se establecieron en una parte de su territorio y en la Hispania vacía. Hispania, durante años había provisto de metales, soldados y recursos alimenticios al Imperio. Se asentaron en Hispania y crearon su reino. Eligieron como capital Toledo, la urbs romana situada estratégicamente en el centro de la península ibérica. Desde esa posición central era posible desplazarse hacia el norte y hacia el sur, hasta las feraces tierras de la Bética.
Durante dos siglos y medio rigieron los destinos de los diferentes reinos de los godos y de los suevos. Sus señores se establecieron por toda esa parte de la península que no estaba ocupada. Se asimilaron a las clases hispanorromanas, aunque el gobierno y las instituciones públicas las retuvieron ellos. Que como consecuencia de lo que se vino en llamar el “mal gothorum” se perdiera el reino por las luchas internas y pasara a los aliados del norte de África tal vez sirvió para que las huellas arquitectónicas y constructivas de este pueblo fueran arrasadas. Eso sin contar con la dañina versión moralista de algún clérigo enardecido sobre un rey lúbrico que causó la caída del reino por sus pecados.
Durante siglos sus restos se convirtieron en una cantera a cielo abierto que proveía de materiales a las nuevas construcciones. Apenas quedan vestigios en la que fuera la capital. Varias columnas y sus capiteles, un trozo de muralla tapado por construcciones modernas, alguna estela y diferentes restos reutilizados en distintas edificaciones posteriores. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que cierta historiografía, más ideológica que rigurosa y científica, proclamara que los godos habían creado la unidad de España con capital en Toledo.
En los territorios de la Vega Baja existen los cimientos de lo que en su día fuera una ciudad vibrante. Sin embargo, ese espacio lo ocupan aparcamientos al aire libre, recientemente campos de futbol. O golosas extensiones de suelo baldío que alimenta la glotonería de los constructores. Lo que prefieren los ladrillos de ahora a las ruinas de una capital desaparecida.
Los primeros vestigios que fueron aflorados con la anterior Corporación municipal no se han mantenido. Parece que se sacó un concurso para la continuidad de las excavaciones, pero la dotación fue tan baja que quedó desierto. ¿Cómo no se pudo calcular el coste real conociendo los presupuestos del anterior proyecto? Parecería intencionado.
Ahora no se sabe cuál será el siguiente paso del Ayuntamiento. Pero todo indica que se prefiere hablar de la ciudad, desaparecida y fantasmal, sobre la que se creó la unidad hipotética de España, que descubrir de una vez por todas los vestigios de la capital del maltratado pueblo godo.
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