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Dejar la ciudad para volver a casa: cómo la pandemia ha influido en las expectativas de los jóvenes de Castilla y León en Madrid

Villalba de Duero en Burgos y la Gran Vía de Madrid

Ángel Villascusa

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Una reflexión ha sobrevolado cientos de pisos compartidos de Madrid: “¿Qué estoy haciendo aquí?”. El precio exorbitado de los alquileres y las consecuencias de la pandemia, como el cierre del ocio, la imposibilidad de ver a la familia provocada por las limitaciones a la movilidad, y las promesas de teletrabajo, han hecho que muchos jóvenes castellanos y leoneses, y de otras partes del país, desplazados a Madrid se planteen regresar a sus ciudades o pueblos de origen. Algunos han podido hacerlo gracias a que las empresas han accedido a trabajar en remoto para evitar riesgos..

“El confinamiento nos ha hecho reflexionar. En dinámicas más rutinarias no teníamos tiempo. Ahora nos hemos parado a pensar si estamos viviendo como nos gustaría”, explica Pedro Tomé, jefe del departamento de Antropología del CSIC. Este salmantino de nacimiento y madrileño de adopción, confiesa haber experimentado esa misma sensación durante los últimos meses.

El retorno de los migrantes a sus lugares de origen no es un fenómeno nuevo y está bien estudiado en ciencias sociales. En 2013, Tomé publicó, junto a otros antropólogos, el estudio “¿Dónde mejor que aquí? Dinámicas y estrategias de los retornados al campo en Castilla y León”. En sus investigaciones, describieron que la vuelta se daba sobre todo entre personas jubiladas que decidían, después de haber trabajado en ciudades grandes, volver a sus raíces.

El fenómeno de jóvenes que desean regresar a sus ciudades y pueblos es todavía incipiente y su recorrido, incierto. “Es pronto para saber si es una tendencia que pueda darse o si son unos pocos casos de manera aislada. Hay que esperar a que se publiquen datos de registros sobre movilidad”, señala Miguel González Leonardo, geógrafo de la Universidad Autónoma de Barcelona. La pandemia no ha revertido años de políticas fiscales, económicas y sociales que han hecho de Madrid un polo centrípeto. Cada año, alrededor de 100.000 españoles llegan a la Comunidad de Madrid a establecerse; la 'España vacía' sigue despoblándose y Castilla y León, sin crear oportunidades que atraigan a los jóvenes.

“En caso de que estos retornos se estuvieran produciendo, habría que ver si es algo temporal. En muchos casos, el teletrabajo durará solamente mientras haya pandemia”, subraya González Leonardo. Antonio Linaje, de 28 años, es uno de estos jóvenes que se ha ido de Madrid. Acaba de mudarse a la casa familiar de sus abuelos en Villalba de Duero (Burgos), a cuatro kilómetros de Aranda. En su empresa de consultoría política le facilitaron la opción ante la posibilidad de que tarden más en regresar a la oficina. El pueblo, de 700 habitantes tiene una buena conexión a internet, por lo que podrá quedarse trabajando sin problemas.

“Con Madrid prácticamente la única relación que tengo es laboral”, resume. El estado de alarma le dio mucho en qué pensar. “Estaba acostumbrado a otro ritmo de vida. Madrid es mucho más estresante, aunque te vas haciendo. No es que estuviera mal, pero creo que con el cambio voy a ganar en calidad de vida”, reconoce. Este burgalés cree que si más personas pueden volver a sus lugares de origen, también beneficiaría el resto de madrileños que se quedan. “Muchos de los problemas que tiene Madrid, de masificación, de precios de alquiler, de tráfico, ambientales y de transporte publico podrían solucionarse”, concluye.

¿Por qué ahora?

La desazón que lleva a los desplazados a querer retorno se compone de tres aspectos, explica el antropólogo del CSIC. “Es importante el nivel de integración que logras. No es lo mismo que tengas un grupo de amigos grande o que te sientas bastante solo en la ciudad. Lo segundo es que el lugar al que quieres volver te atraiga, normalmente porque las personas que te importan siguen viviendo allí”.

El tercer aspecto que influye y que Tomé considera “fundamental” es qué proyecto de vida tienes. “Si en el lugar en el que vives, en este caso las grandes ciudades, puedes desarrollarlo, procuras no moverte”. El problema se produce cuando aparecen las dudas y las expectativas que tenías chocan con la realidad. Variables económicas, como no poder vivir solo o en pareja, las condiciones laborales y otras sociales, culturales y ambientales, influyen en la decisión. “Si estas variables no se cumplen es muy probable que quieras volver a casa”, remacha.

En esta ecuación entran los llamados factores blandos, “como una mayor oferta de ocio y consumo en las grandes ciudades o un ambiente más abierto y multicultural”, señala el geográfo Martínez Leonardo. Las promesas de oferta social y cultural de grandes urbes como Madrid pueden servir como aliciente para que muchos se queden en ellas. “Son elementos que generan unas expectativas sobre el tipo de vida que puedes tener”, asegura Pedro Tomé.

Pero el coronavirus se llevó por delante mucha de esa oferta. “Cuando la disponibilidad de ese ocio se trunca, lo que se truncan son esas expectativas tuyas, y esas sí influyen en que estemos o no contentos. No es que vayas más al cine cine o a exposiciones en Madrid, lo que sucede es que el hecho de que haya más opciones te genera unas expectativas de vida en la ciudad”, remata. Sin ellas, la balanza puede caer hacia el lado de querer volver a tu lugar de origen.

El teletrabajo como única opción

A día de hoy la posibilidad de retornar se fía únicamente al teletrabajo. Ni los pueblos ni las Comunidades Autónomas más influidas por el peso de Madrid han dado con la tecla: los puestos cualificados siguen estando mayormente en las grandes ciudades y concretamente en urbes como Madrid. Antonio Fernández Puerto, de 31 años, trabaja en una consultora informática en el norte de la capital. Estudió en León y en Ponferrada, pero se fue a Madrid para mejorar sus condiciones laborales.

Como tantos otros, en la ciudad tenía que compartir piso. “En mi caso no es un problema porque compartía con un amigo. Pero hay ejemplos dramáticos, sobre todo si quieres vivir solo”. Este ponferradino cuenta que antes del confinamiento, y de pensar en serio en retornar, consultaba en las webs de las inmobiliarias en busca de ofertas en su ciudad natal. “Por lo mismo que se paga de alquiler por una habitación en Madrid tienes un piso seminuevo allí”. Su intención es mudarse pronto, aunque, para su sorpresa, la conexión a internet no es buena, a pesar de que vive en la sexta ciudad de la Comunidad. En Castilla y León, 635.067 personas, el equivalente a la población de las ciudades de León, Burgos, Valladolid y Soria juntas no tienen internet de alta velocidad.

En el caso opuesto está Álberto López (26), de Ávila. En su casa de la capital abulense, donde ha pasado parte del confinamiento, tiene fibra de internet, pero trabaja en un laboratorio en Madrid, por lo que tiene que volver. “Aunque he pasado el verano repasando literatura y leyendo informes para las investigaciones, el teletrabajo no es una solución”, describe. López es miembro de la asociación Jóvenes de Castilla y León en Madrid, y cuenta que, a pesar de que hay muchos casos similares entre los socios, la mayoría cree que el retorno será algo temporal. “Lo de replantearse el futuro en serio va a depender de la voluntad de los gobiernos de crear oportunidades en el territorio: tenemos la España vaciada y la España saturada”, remata.

El antropólogo del CSIC, Pedro Tomé, sostiene también que va a haber pocos cambios. “Hay muchos anhelos, pero no creo que la pandemia vaya a revertir la despoblación. Ojalá me equivoque. Yo me volvería a Salamanca, pero sé que no va a suceder”.

 

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